Resonancias de un samu, Eduardo Donin García

 

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                                                            RESONANCIAS DE UN SAMU

                                             Ante una pregunta de un compañero del dharma

 En el zen existe aquello que llamamos los tres tesoros. El Buda, el Dharma y la Shanga. Uno pude preguntarse, ¿por qué se llamaran los tres tesoros?   Más allá de una respuesta intelectual está la propia experiencia, y  partir de la propia experiencia uno puede comprobar por uno mismo, porque ha sido denominado por la tradición como tesoro.

La shanga es la comunidad de practicantes, y compartimos no sólo el zazen en silencio, sino el post-zazen, el intercambio, el diálogo, y la convivencia. Como decía Aristóteles el ser humano es zoom politikon, es decir es un ser social. Tanto en el budismo como en el cristianismo, la vida monástica es un retiro del mundo, pero es un retiro que se hace en comunidad, no en soledad. En India y en China, ha habido renunciantes solitarios, pero siempre ha habido contacto entre ellos. Cabe recordar que el Buda compartió su retiro con cinco renunciantes a los que luego visito después de alcanzar el despertar. Fueron los primeros en recibir su enseñanza. Con Buda también nació la shanga. La comunidad de buscadores del dharma, que querían escuchar su enseñanza. 

En los comienzos del cristianismo, se diferenció entre la vida eremítica y a vida cenobítica.  La primera es el ermitaño que se retira en soledad. La segunda el de la vida monástica, de un grupo que se retira a un monasterio. La primera tiene sus riesgos, porque la soledad acaba volviendo loco al ser humano.  Necesitamos un otro con quien compartir nuestros pensamientos y a quien escuchar los suyos. Eso nos saca de nosotros mismos. El pensamiento propio sin contacto con otros acaba pudriéndose,  como si fuera agua encharcada, es decir, que entramos en un bucle del cual no podemos salir. Hablar y pensar con otros es como abrir las compuertas de nuestra agua encharcada, para que no se pudra y no nos envenenemos con nuestras propias ideas.  Sin diálogo, no es posible ni siquiera un verdadero pensar. Sin dicho diálogo, en nuestra cabeza, sólo rondará, las tendencias perniciosas de nuestro karma.

Esta mañana, después del habitual samu en el dojo, y después de zazen, un compañero en el dharma, me ha hecho una pregunta. Había visto una película en la cual se decía que el pensamiento no era individual. Me ha preguntado ¿Qué pensador griego dijo eso? Mi respuesta ha sido automática. Cualquiera. Los antiguos griegos no entendían el pensamiento como algo individual.

Es posible que algún pensador griego, lo hubiera dicho explícitamente, no lo sé, pero me ha sorprendido sobremanera la pregunta. Desde mi perspectiva dudo que un pensador griego lo hubiera dicho, no por nada, sino por obvio. Para un pensador griego eso era tan obvio, que ni siquiera era un tema filosófico.

Desde la distancia con la conversación, ahora me viene a la cabeza unas palabras de Ortega y Gasset, en “El hombre y la gente”. Según Gasset, hay un “por encima” del lenguaje y un “por debajo” del lenguaje. Por encima del lenguaje está lo inefable, lo que no puede expresarse con palabras. Es decir, la mística. Por debajo del lenguaje está lo obvio, lo que “por sabido se calla”. Que el pensamiento no es algo individual, para un griego antiguo, es aquello que por sabido se calla.

Para un griego el pensar era algo comunitario que se daba en el diálogo con otros, y eso es así porque tampoco tenían un concepto de individuo tal y como lo tenemos nosotros. Si a un antiguo griego le dijeran que uno está pensando sólo, diría que aquel es un “idiota”. El que no participaba de la vida social era considerado un idiota. En la antigua Grecia era impensable ni la vida monástica, ni la vida cenobítica, y el mayor castigo, no era la muerte, sino ser condenado al ostracismo, es decir, se expulsado de la polis.    

Sin embargo el paso de los siglos, ha hecho que todo esto, en esta época de individualismo, nos parezca extraño. Creemos firmemente en el sujeto, en el autor, en el ser humano hecho a sí mismo, y que no debe nada a nadie. Hoy el pensamiento es algo en peligro de extinción, al igual que la buena conversación, o la comunidad.

El pensamiento es una construcción social, y uno piensa a partir del pensamiento de otros, y a partir del intercambio. Privados de la vida social, no podemos pensar. Diálogo y pensamiento son como las dos caras de la misma moneda.  El drama de las sociedades tardo capitalistas actuales, es esa ausencia de pensamiento en común, de verdadero dialogo,  que es en realidad trasformador. Hoy no hay nada de eso, cada uno defiende con uñas y dientes su posición,  y sale reafirmado en sus propias ideas. Pero eso no es ni pensamiento ni dialogo. Sino monologo y diálogo de sordos. Todo lo que no esté abierto a la escucha, es un diálogo de sordos.         

Hoy llamamos pensamiento a un montón de informaciones que recibimos, y que tenemos que gestionar en soledad. Somos bombardeados, para que desees ciertas cosas, para que pese de determinada manera, para que votes a determinado partido, y cada partido tiene su lugar en internet. Lo que hay hoy es ruido, y no conversación. No se piensa, se discute, ya parece no existir el verdadero “agora” la verdadera plaza pública, de la polis, donde el pensar común era ese espacio de diálogo.

El pensamiento es una construcción social, y hoy el sistema nos quiere convertir en “idiotas”  Vivimos un individualismo atomatizado, donde se quiere aislar al individuo, para que no piense en comunidad.

¿Qué es eso de pensar en comunidad? Cabe recordar dos cosas, en aquellos textos que en realidad no tienen “autor”. Por ejemplo,  los grandes sutras del Mahayana. Fueron comunidades budistas quienes los escribieron, y pensaron. Para ser recitados en común.  Juntos siempre somos más fuertes y mejores. No fueron los antiguos los que crearon el copyright.

Hoy en el pos-samu y post-zazen, ha habido un verdadero diálogo, en el cual uno experimenta el valor de la shanga y porque se le llama uno de los tres tesoros.  Y este artículo no hubiera sido posible sin la shanga. De alguna manera, todos los presentes esta mañana, son coautores de este texto.  

 

Eduardo Donin García 

     


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