¿Podemos percibir sin pensar? , Gérard Chin Rei Pilet
¿Podemos percibir sin pensar? |
En cualquier libro de texto de psicología para el uso de los estudiantes, se enseña que podemos distinguir en cada percepción tres componentes: un proceso neurofisiológico en conexión directa con el sistema nervioso, un proceso mental relacionado con el hecho de que cada percepción está asociada con un concepto ( por ejemplo el concepto de manzana cuando vemos una forma redonda que evoca este fruto) y un proceso emocional relacionado con el hecho de que el objeto de nuestras percepciones puede ser agradable, desagradable o indiferente ( me gustan o no me gustan las manzanas). Según esta enseñanza, percibir y pensar son, por tanto, dos funciones inseparables. Si nos colocamos al nivel de la experiencia habitual de que los seres humanos tienen percepciones, esto es cierto. De hecho, lo que muestra esta experiencia es que tan pronto como percibe una cosa, la inmensa mayoría de la gente la nombra, la interpreta, la compara con otra, le gusta o no le gusta, la califica como buena o mala, hermosa o fea, etc. A nivel
práctico, este enfoque es por supuesto útil, pero también se debe saber cómo
abandonarlo para soltar la dimensión relativa de lo real y abrirse a su
última dimensión, y esto es lo que la gran mayoría de los seres humanos no
puede hacer. Por lo tanto, una cosa percibida nunca se percibe en su
desnudez, sino a través de todo un ropaje conceptual y afectivo que hace de
esta cosa “mi” cosa, y no la cosa como tal. El mundo así percibido se
convierte en un espejo de mí mismo y, a través de este enfoque mental de las
percepciones, el ego no sólo se mantiene firmemente en su lugar, sino que
consolida su consistencia ilusoria. Lejos de negar nuestro egocentrismo,
nuestra forma habitual de percibirlo sólo lo fortalece. a no es
una primavera percibida en comparación con el otoño o el invierno o una
primavera percibida a través de mis preferencias o mis rechazos, es la primavera
tal y como es. Del mismo modo el otoño, el invierno, el sonido del torrente del
valle, el trueno, el canto del cuco, el rodar de las olas sobre las piedras,
etc. Todo esto se percibe entonces como el sermón sin palabras del
Tathagata. De tal escucha o de tal mirada emana una sensación de calma
sutil que colma todas las carencias y, que, como un bálsamo, suaviza muchos
sufrimientos. Traducción: Dojozen Genjo Pamplona/Iruña |
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