ESTUDIO DEL BUDISMO EN CHINA II- NOCIONES PREVIAS FUNDAMENTALES, Eduardo Donin García

 

ESTUDIO DEL BUDISMO EN CHINA II

NOCIONES PREVIAS FUNDAMENTALES

                                                               Talidad y hermenéutica

Se dice que el zen y el budismo en general están más allá de las palabras y más allá del concepto. Evidentemente primero hay que saber cuál es el concepto, para poder ir más allá de él, o dicho de otra forma, sin concepto no hay ningún más allá. El budismo maneja muchísimos conceptos, y el zen también.

En el presente escrito pretendo relacionar dos conceptos uno del zen y otro de la filosofía occidental. El primero de ellos es la talidad, inmo, que se refiere a la expresión “la realidad tal cuál es”. Una expresión muy utilizada en el zen y que parece totalmente antagónica con la hermenéutica. El concepto de hermenéutica, que simplificándolo mucho significa interpretación. Hermes en la antigua Grecia era el que interpretaba la palabra de los dioses.  La comprensión de aquello que decían los dioses no era inmediata, no existía sin mediación.

La hermenéutica filosófica del siglo XX lo que nos viene a decir, es que la comprensión y la interpretación son el modo de ser de nuestra existencia. La existencia humana es fundamentalmente interpretativa. Por tanto es una expresión antagónica a la expresión zen “la realidad tal cuál es”, porque para la hermenéutica no hay una realidad tal cuál es, sin ninguna mediación interpretativa. Como decía Nietzsche: “No existen hechos, tan sólo interpretaciones, y esto también es una interpretación”. La talidad zen nos puede inducir a pensar que existe una “realidad” a la que debemos acceder cuando nos deprendemos de todos nuestros condicionamientos. Se pone como ejemplo la contemplación, cuando nos llega ese “momento zen” contemplativo.  Decir que el fundamento de nuestra existencia es interpretativa, no significa negar que existan esos “momentos” y que no los hayamos vivido, simplemente significa que no podemos quedarnos ahí.

Voy a poner un claro ejemplo sobre lo que quiero decir. Se dice que el maestro Dogen “despertó” cuando escuchó en un kusen, cuando estaba en zazen, las palabras de su maestro Nyojo shin jin datsu raku es decir, debéis despojaros de vuestro cuerpo y vuestra mente. A la noche Dogen, fue a ofrecer incienso a la habitación del maestro, éste le pregunta: ¿Por qué haces eso? A lo que Dogen responde “Cuerpo y mente han sido abandonados”. Fue a visitar a Nyojo para certificar su despertar. Pues bien, cuando Dogen va a visitar a su maestro Nyojo, ya está interpretando su experiencia, cree que su experiencia es una experiencia de despertar, es decir la experiencia de la que tanto ha oído hablar.  En ese momento es posible que la experiencia como tal ya no estuviera en Dogen, porque  la respuesta de Nyojo, fue: “Abandona ahora el cuerpo y la mente!”,  La interpretación es ineludible para la existencia humana. Sólo se puede ir más allá de la interpretación si vemos profundamente que somos seres interpretativos, e ir más allá de ello no significa que nos vamos a encontrar con una “realidad tal cuál es”, ya que si creemos eso, convertimos la “realidad” en un “objeto puro”, al que llegaremos cuando dejamos de interpretar.

Ir más allá de las redes del lenguaje significa comprender las redes del lenguaje. Ir más allá de nuestro carácter interpretativo significa comprender que no podemos eludir del todo nuestro carácter interpretativo. Un ejercicio para corroborar todo esto, sería preguntar ¿qué significa para ti zazen? Y añadir, explícalo con tus propias palabras. Lo más seguro es que no responderíamos nunca de la misma manera. A cada paso que damos en nuestro camino por la vía y por la vida, cambia también la interpretación que daríamos a nuestra práctica. Nuestra respuesta cambia, como va cambiando nuestra vida, y nuestra madurez personal.

Adentrarse en la historia del budismo tiene un indudable carácter pedagógico. El Buda no escribió ninguna sola palabra, ni fijo ningún solo discurso. Fue la transmisión oral a lo largo de los siglos los que nos han permitido estudiar su enseñanza y sus palabras. Las diferentes escuelas budistas que surgieron a lo largo de la historia, interpretaron la enseñanza de Buda,  ya que esta fue expuesta en palabras. Los que conocieron al Buda histórico vivieron su presencia, pero después de la muerte de Buda dicha presencia desaparece. Sólo queda la enseñanza, bien oral o escrita, y la práctica.

El camino de la vía del Buda, no empieza con la práctica de zazen, y esto puede sorprender a más de uno, sino que empieza con la escucha. Casi todos los sutras empiezan con la expresión así lo he oído.  Esto significa que, existe una predicación del dharma. Sin esa predicación no hay dharma. ¡¡¡Cómo para no cuidar las palabras!!! Todos hemos empezado a practicar porque hemos oído que existe una vía de liberación del sufrimiento. Así aparece también en  la “doma del buey en diez etapas”. La primera etapa es la escucha. Por tanto el dharma empieza con la predicación del mismo. La práctica de zazen y la escucha de la enseñanza van a la par. Eso ha sido originalmente así desde el principio.

Desde que el Buda histórico se aleja en el tiempo, e incluso la enseñanza oral, aunque sea fielmente trasmitida entra en otra época y otro lugar, aparece la necesidad hermenéutica de interpretación. Evidentemente eso se ha dado también en la historia del budismo. Por tanto la labor hermenéutica es fundamental. Para entender los textos primero hay que contextualizarlos, es el primer paso.

Muchos hemos escuchado dentro del zen, que el zen era zazen, fue una de las aseveraciones primeras del maestro Deshimaru. Por supuesto esas expresiones hay que contextualizarlas, sino queremos caer en la trampa de sólo zazen. En sentido es bueno escuchar lo que dice Daisaku Ikeda, un historiador del budismo y practicante del dharma: “Conviene no olvidar que el budismo no puede ser comprendido por una práctica subjetiva constante, ni nadie lo comprenderá por medio de una reflexión intelectual”. En este breve comentario nos previene de dos trampas, la primera la del solo zazen, pensar que sólo con una práctica constante sin contacto alguno con la enseñanza es suficiente. No, zazen no es suficiente. Nosotros no sólo tenemos la práctica transmitida, sino también los textos y palabras de Buda. La segunda trampa es la búsqueda del satori por los libros, pensando que sólo leyendo se puede experimentar el satori.  Enseñanza y zazen son los dos pilares, y a eso hay que añadirle la dimensión ética.

También, en ese sentido hay que ir “más allá” del concepto estrecho de texto. Por ejemplo la fenomenología hermenéutica de Paul Ricoeur, nos da una buena pista, sobre ello. En su obra Del texto a la acción, Ricoeur tiene un sentido amplio de texto. Para este filósofo francés, un texto no es sólo algo escrito, sino que las personas y nuestras acciones son también un texto. Un texto que tenemos que leer, o saber leer.  Interpretamos tanto nuestras acciones como las acciones del prójimo, para poder responder a ellas. Una persona en su integridad también es un texto que leemos con nuestra mente. Referido al dharma, alguien que encarne la enseñanza, que tenga la responsabilidad de la enseñanza, y el contacto con otros practicantes que te hayan precedido en la práctica del dharma, son también un texto dhármico. En ese sentido, un texto no es sólo la enseñanza fijada en escritos, sino la enseñanza viva, del zazen en carne viva, que somos cada uno de nosotros como practicantes.

Ha habido gente que ha practicado el dharma antes que nosotros y habrá gente que practique el dharma después de nosotros. Por tanto el zazen, entendido no sólo como el tiempo que estamos sobre el zafu, sino el zazen amplio de nuestra existencia, se practica con todo el cuerpo, incluido los oídos, nuestra facultad interpretativa, y nuestra facultad también de pensar. Si asumimos que el pensamiento es parte del cuerpo, sin duda forma parte de la práctica del dharma. Decir que todo pensamiento es ilusorio, es no comprender la facultad de pensar. En el zazen del cojín no necesitamos pensar. En el zazen de las 24 horas, sí. Necesitamos pensar, evaluar, clasificar, y calcular los efectos de nuestras acciones. En la medida de lo posible, ya que la realidad supera siempre nuestros cálculos.

Hay que darle una vuelta, a eso que habitualmente se dice en el zen, y a clasificar a todo pensamiento como ilusorio. Incluso el vocablo ilusión puede ponerse en duda. Personalmente no me gusta mucho, y no diría aquello de “despertar de nuestras ilusiones”   más bien diría profundizar en la relación entre pensamiento y realidad.  

Daisaku Ikeda prosigue: “Sólo los intercambios entre dos seres, entre dos fuerzas vitales engendran verdades esenciales. Es algo que deberá estar presente en la mente de quien quiera comprender esta religión, esencia de la enseñanza de Shakyamuni y de su sabiduría”. En el encierro en una práctica subjetiva no podremos encontrar verdades esenciales, porque la práctica del dharma es también intercambio. El diálogo y la trasmisión de enseñanzas, entre practicantes es fundamental, ya que somos seres sociales, e interdependientes. Los nueve años de Bodhidharma sentado frente a la pared, sin ninguna clase de enseñanza oral, no es más que un mito.  Creo que ahora ya estamos en condiciones de adentrarnos, en como el budismo se introduzco en China.     

 

Eduardo Donín García.     

                                                                      

  


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