Ryokan en el verano de su vida
Noche de verano,
contando todas mis pulgas,
velo hasta el alba.
VERANO
Ryokan llega al verano de su vida al tener noticia de su muerte, escribe un poema en honor al monje Senkei que había conocido en la comunidad de Kokusen.
El monje Senkei, verdadero hombre del Camino,
trabajaba en silencio, sin una palabra de más.
Durante treinta años estuvo
en la comunidad de Kokusen.
Nunca hizo meditación,
nunca leyó los sutras,
nunca dijo una palabra sobre el budismo,
sólo trabajó por el bien de todos.
Le miraba, pero en verdad no le veía,
le conocí pero en verdad no le conocí.
¡Imposible de imitar,
el monje Senkei, un verdadero hombre de la Vía!
En este tiempo viaja con Kokusen para visitar a diferentes maestros eminentes. Una de estas visitas fue al maestro Shoryu, en la ermita Kannonin del templo Shiun. Este maestro estaba retirado y Ryokan, para poder estar con él, saltó los muros del templo agarrándose a la rama de un pino; al encontrar todas las contraventanas cerradas le dejó un mensaje en un jarrón. A la mañana siguiente, un monje fue temprano a avisarle y tuvo varias entrevistas con el maestro.
Cuando Shoryu murió, dejó escrito en el testamento a sus discípulos en el que les expresaba que no merecía la pena que le hicieran funerales ni ceremonias religiosas, que para conmemorarle lo mejor era la práctica de zazen.
El viento ha cesado,
los pétalos caen,
los pájaros cantan,
las montañas se oscurecen:
Este es el maravilloso mundo
del budismo.
Practica durante diez años en Entsuji y tras estos diez años Ryokan escribe en un poema que por fin ha aprendido con el tiempo la concentración y la calma:
Controlo mi respiración,
atravesando así las estrellas y la blanca escarcha.
Acabo por olvidarme casi de dormir y de comer.
He obtenido la paz y la tranquilidad
gracias a la fuerza de mi ejercicio,
pero habiendo alcanzado esta ausencia de acción,
lo que he obtenido una vez,
¿lo habré adquirido ya para siempre?
***
La práctica continuada de Ryokan , su gyoji lo expresa en este poema, nada de lo humano le es ajeno.
A veces me siento transparente,
escuchando el sonido de las hojas que caen.
Es verdaderamente pacífica
la vida de un monje,
lejos de los asuntos mundanos.
Entonces, ¿por qué derramo estas lágrimas?
Soy tan consciente de que todo es irreal,
de que una a una,
las cosas de este mundo fugitivo pasan,
pero ¿por qué me aflijo todavía?
Antonio Taishin Arana
De “Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera en la vida de Ryokan, monje y poeta zen, Antonio Arana Soto, Editorial Milenio, 2021
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