Ryokan encuentra a su maestro Kokusen, Poema de despedida
RYOKAN SE ENCUENTRA CON KOKUSEN
El verdadero maestro de Ryokan fue Kokusen, residía en el templo Entsuji de Okayama. Kokusen llegó al templo de Genjo a dirigir una sesión de meditación e impresionó vivamente a Ryokan.
La primavera estaba realmente ahí
en el pequeño arrozal
sobre el dique
en el que esta mañana
recogía plantas
cantando.
Algo más de cuatro años habían pasado desde que Ryokan entró en el templo Kosho. En esta época, Genjo invitó a su maestro Kokusen a enseñar en su templo. Kokusen gozaba de una gran reputación y no dudaba en recorrer el país a pie para transmitir la enseñanza del zen. Era una persona noble y generosa, sosegada, inteligente y con gran perspicacia y, como Ryokan, también practicaba la caligrafía y le encantaba la poesía japonesa y Han Shan “Montaña Fría”. Escribiría:
“En cuanto le he visto, su corazón ha encontrado al mío, a lo que ha seguido una admiración común cercana al amor sin ningún apego”.
Ryokan le escuchaba desde el fondo de la sala. Sus palabras le reconfortaban y su eco resonaba en el fondo de su ser más profundo. Cuando se acercó a Kokusen con las manos unidas en gassho para pedirle que continuara por favor lo que estaba diciendo, Kokusen le dijo: “De hecho mi discurso no tiene continuación ni tiene fin”.
Fue un gran retiro de noventa días. Ryokan sintió una íntima relación de corazón a corazón con el maestro. Genjo le propuso seguir la práctica con Kokusen. “¿De verdad, alguien como yo puede ser su discípulo?”, le dijo. Kokusen, como aprobación se inclinó levemente.
Para seguirle, Ryokan necesitaba el apoyo de su padre, Inan, que no estaba muy de acuerdo con la vía que estaba siguiendo su primogénito y menos todavía con que se fuera de Echigo. El viaje de Ryokan implicaba que tenía que dejar su puesto como alcalde (myoshu) y como ministro del culto shinto. Yushi, su hermano, con quien tenía una relación muy estrecha y cómplice, y también poeta como él, aceptó la función de myoshu relevando a Ryokan, por lo que Inan, finalmente, accedió a su partida.
Al acceder su padre, Ryokan expresó a Kokusen el deseo de recibir su ordenación. Al día siguiente ambos partieron de viaje a Tamashina, al borde del mar interior de Japón, en un viaje que duró nueve meses.
Genjo, Inan, Hide y toda la gente cercana les acompañaron hasta la salida de Izumozaki para decirles adiós.
Por el cielo
pequeñas bandadas de garzas,
crepúsculo de otoño.
En el poema de despedida Ryokan cuenta que parte como nube errante, como agua que fluye, unsui: nube y agua, el nombre de los monjes zen.
Poema de despedida
Sintiendo profundamente la impermanencia,
con el corazón compasivo,
me he vuelto hacia las gentes de este mundo efímero.
Separándome de mis padres y hermanos.
he abandonado mi casa,
la hierba iba a ser mi almohada.
En el momento de la despedida
en que como nube errante entre nubes,
como agua fluyendo sin saber dónde
partía de viaje
en el momento de decirle adiós a mi madre,
-¿pensaba que este iba a ser el último adiós
que me decía en este mundo?-
ha tomado mis manos entre las suyas llorando,
y durante largo tiempo
me ha mirado fijamente.
Es como si ahora
aún estuviera delante de la imagen de su rostro.
Al pedirle permiso a mi padre,
me dijo: que no diga la gente
que has dejado este mundo en vano.
Aún me parece oírle.
El amado corazón de mi madre,
siempre me acompaña.
Día y noche me vienen
las austeras palabras de mi padre:
Que no se mancille la enseñanza de la ley.
El amoroso corazón de mi madre
Y las austeras palabras de mi padre
Serán mi compañía.
y su recuerdo.
De “Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera en la vida de Ryokan, monje y poeta zen, Antonio Arana Soto, Editorial Milenio, 2021
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