Ryokan, el cielo es límpido de nuevo


RYOKAN : EL CIELO ES LÍMPIDO DE NUEVO

Como hijo primogénito de la familia Tachibanaya, el destino de Ryokan era el de suceder a su padre en los cargos públicos, por lo que con 17 años dejó el colegio de las Tres Cumbres, estudió para ser el futuro alcalde de Izumozaki y comenzó el aprendizaje como myoshu, es decir, como encargado de la justicia en el pueblo.

 

Izumozaki era el lugar de embarque para llegar a la isla de Sado, donde se encontraba la mina de oro más rica de Japón. A principios de verano de 1775, mientras el padre de Ryokan –Inan- estaba ausente, fue nombrado un nuevo administrador de la mina quien, antes de embarcar hacia la isla, se hospedó en la Tachibana, la casa de Ryokan.

 

Por esta época detuvieron a un presunto ladrón al que se le acusaba de haber robado mercancías de un barco naufragado. Durante el interrogatorio, la policía lo mató. Este acontecimiento trastornó a Eizo y tomó conciencia de su impotencia e incapacidad para gestionar este tipo de situaciones. Escribiría: “Es evidente que soy incapaz de llegar a ser myoshu. Todas las acciones que he hecho creyendo que favorecerían a las personas solo han hecho acrecentar la confusión y el descontento”.

La benevolencia, la equidad, el respeto al otro, la sabiduría aprendida con su maestro Shiyo eran letras muertas en el nuevo mundo de trabajo entre el shogunato y sus administrados: pescadores y campesinos.

 

Con gran tristeza fue a sentarse frente al mar a la hora del crepúsculo como acostumbraba cada atardecer y escuchó la campana del cercano templo Kosho. El sonido llegó, lo traspasó y se extinguió suavemente. Sintió que le penetraba hasta lo más íntimo y que disolvía su dolor. Se sintió en paz en lo más profundo de su corazón. Nunca había sentido tal emoción.

 

Tomó la decisión de ir al templo y de ser discípulo del maestro Genjo. Genjo le hizo reflexionar sobre su decisión y sobre la exigencia de la vía del zen. Le preguntó si se lo había comunicado a sus padres. Ellos aún no lo sabían, pero añadió que su decisión era irrevocable.

 

Cuando se lo plantearon a Inan,  éste pensó que tal  vez practicando zen se haría más resistente a las dificultades de la vida profesional y le dio permiso para irse al templo de Koshoji, en el vecino pueblo de Amaze.

 

Ryokan plasmó su alegría en un poema:

 

Día de primavera

 

Mi corazón salta de alegría

cuando contemplo,

juguetones,

una bandada

de alborotadores  gorriones.

 

 

Ryokan se sentía atraído por la vía del bodhisattva, vía de quien se dedica a la búsqueda del despertar no en beneficio propio, sino en el de todos los seres, y más concretamente el de acompañarlos a todos en la vía del despertar, sin permanecer en el samsara por sabiduría, ni en el nirvana por compasión. Bodhisattva ser del despertar: bodhi, despertar, y sattva, ser.

 

El 18 de agosto de ese 1775 se fue al templo de Koshoji a practicar con Genjo y recibió la primera ordenación de Shuke, unsui, literalmente nube y agua, con 17 años.

 

La lluvia ha cesado,

las nubes se han disipado,

el cielo es límpido de nuevo.

 

Confiando mi cuerpo al curso de la vida,

he renunciado al mundo a fin de ser libre.

 

Si tu corazón es puro,

todo en el universo es puro

y la luna y las flores

te guiarán en la vía.

 

Este monasterio pertenecía a la línea Soto del zen, introducida por Dogen tras su viaje a China (1200-1253), con el acento puesto en la meditación sedente –zazen- y en que ella misma es ya la práctica realización del despertar.

 

Avanzo siguiendo el curso del agua,
buscando su fuente.

Llego allí donde el manantial
parece comenzar.

Desconcertado,
comprendo que no se alcanza jamás
la fuente verdadera.

 

Comenzó la práctica de zazen, se afeitó el cabello y recibió el kesa. Estuvo en Koshoji durante cuatro años, de 1775 a 1779, practicando con Genjo Haryo en la línea del linaje de Dogen; muy comprometido con la práctica y deseoso de llegar hasta el final. Años después recorrerá Japón para leer el Shobogenzo, obra maestra del Maestro Dogen, dispersa por varios templos y cuya publicación estaba prohibida.

 

Joven, junto a la ventana vacía

me siento en formal meditación

vistiendo mi kesa de monje.

 

El ombligo y la nariz en línea vertical,

las orejas paralelas con los hombros.

 

La luz de la luna inunda la habitación;

ha cesado la lluvia                      

pero los aleros siguen goteando.

 

Este momento es perfecto.

 

En la vasta vacuidad

mi entendimiento se intensifica.

 

De Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera .Vida y obra de Ryokan monje y poeta zen.
Editorial Milenio

 

 

 

 

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