Una introducción a la filosofía china , Eduardo Donin García

 

                 

 


 UNA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA CHINA I

                                                                    A modo de justificación

 Sin un objetivo claro uno se dispersa. Uno vaga sin rumbo. Eso de vagar sin rumbo puede sonar muy “zen” pero evidentemente no es muy práctico. Se dispersa la energía y se pierde el ánimo y la concentración. Un grande entre los grandes como fue Aristóteles decía que toda acción humana debía de ser orientada hacia un bien a conseguir.  Aristóteles diferenciaba entre dos tipos de acciones, las que se constituían para ser medios para un bien a conseguir y las que eran un bien en sí mismo.

Había acciones en las cuales ya no había un bien ulterior a conseguir. Otras acciones, eran medios que nos conducían hacia ese bien. Como practicante de zazen, en mi propia reflexión interior muchas veces me he preguntado por qué la mayoría de los textos fundamentales del zen no son significativos para mí. He pensado que ello se debe a diferentes causas. He pensado incluso que muchos de ellos nos llevan más bien a la confusión, que a una sana orientación hacia la práctica y la vida.

Quizá la mayoría de los practicantes de zazen, entre atónitos y perplejos hayamos optado  por dos opciones, o bien fingimos que los entendemos y que son profundamente significativos para nosotros, o bien los ignoramos y nos aferramos a decir que el único texto fundamental del zen es zazen.  Esta segunda opción está muy bien, sin embargo zazen no es ningún texto fundamental sino una práctica. 

Si optamos por la primera opción, la falta de autenticidad nos perseguirá sin fin, a no ser que dicha falta la desterremos al inconsciente si podemos. Si optamos por la segunda opción dejamos pasar el problema, y no encontraremos dificultad alguna, hasta que alguien se ose a preguntarnos por el significado de algún texto, de esos que decimos que son fundamentales.

Quizá la mayor parte de las confusiones se deban a una falta de rigor lingüístico y la falta de esfuerzo porque aunque el zen este más allá de las palabras, las palabras y/o gestos son el dedo que señalan la luna, pero no debe ser  un dedo que se mueve en la vaguedad y se mueve a diestro y siniestro, y en vez de señalar la luna, señale todo en vez de la luna.

A mi modo de ver en el zen gran parte de las confusiones respecto a la práctica y al zazen mismo podrían ser evitables o más llevaderas si hiciéramos uso de nuestro intelecto para comunicarnos con los demás, y un uso más correcto de nuestra lingüística en vez de recurrir a frases hechas que suenan a “zen”. Ahora bien esto no es un problema específico del zen, sino de toda nuestra confusa época que nos ha tocado vivir.

Por ejemplo, una de las cosas que más confusión suscita es eso de mushotoku, de que zazen no tiene ni meta ni objetivo.  Lo que pasa es que luego eso parece trasladarse a otros ámbitos de la vida, y parece que todas nuestras acciones deben de ser mushotoku.

Cuando a alguien por una parte se le dice que zazen no tiene ni meta ni objetivo y por otra se le dice que hay que practicar zazen y dedicarse a la práctica de zazen, lo único que podemos hacer es o una de dos o que nos tome por loco, o que dicha persona se pregunte, ¿para qué practicar zazen? 

O quizá se haga otra pregunta, si zazen no tiene ni meta ni objetivo ¿Por qué hay instrucciones para practicar zazen? O bien puede hacerse una pregunta aun peor ¿O será que todo lo que uno hace que no tenga ni meta ni objetivo es zazen?

Todo esto puede solucionarse de una manera bien sencilla, por ejemplo siguiendo la terminología aristotélica (Y Aristóteles no estaba iluminado) zazen sería un bien en sí mismo, no hay una finalidad ulterior al propio acto de zazen, es decir que zazen sería acto puro.  Sin embargo si existe un modo correcto de practicar zazen, que diferencia a zazen de otras meditaciones. Y ese modo de practicar es lo que trasmite la tradición zen.

En otro aspecto si alguien nos ve el tiempo que dedicamos a zazen, y luego respondemos de esa manera de que es un fin en sí mismo, a los ojos de la otra persona nuestro zazen no se diferenciará de otras actividades mundanas, como quien dedica un tiempo de su vida a jugar al frontón o al tenis. También para ese jugador, su tenis o su pádel, son un fin en sí mismo.

Zazen es un fin en sí mismo, y cuando practicamos zazen, no hay nada ulterior que buscar a nuestro propio zazen, pero la voluntad que toma la decisión de practicar zazen está motivada por algo, quiere practicar la vía, quiere llevar una vida despierta, quiere ir más allá de los tres venenos, la avidez, el odio y la ignorancia. El que toma la decisión de practicar zazen es un sujeto (aunque en sentido último la noción de sujeto sea ilusoria)  o mejor dicho una voluntad, ya que sin voluntad nadie se sienta en un cojín,  que en el fondo busca un bien, para sí mismo y para los demás.  Dicha voluntad de práctica se llama bodaishin.

El bien para sí mismo es poner fin a dukkha, y por interdependencia ese bien se traslada a todos los seres. Por ello no podemos decir que se practica zazen para nada, sino que el zazen como fin en sí mismo está integrado en una vida, que tiene un compromiso que va más allá de zazen, dentro de una tradición espiritual donde zazen es la raíz, pero existen sin duda las ramas. Una de las ramas son los preceptos, la conducta ética.   

Así que el objetivo de estos escritos no es otro que si queremos que los textos fundamentales del zen sean significativos para nosotros practicantes del siglo XXI. Los contextos en que dichos textos surgieron pueden aclararnos muchos respecto a ellos, ahora bien, el que mantenga la raíz fundamental del zen es zazen, tiene razón, ya que el zen se define a sí mismo como heredero de la trasmisión sin palabras del Buda a Mahakasyapa , con el giro de la flor.

Sin embargo hay que ser muy cuidadoso a la hora de diferenciar entre el sentido último o absoluto, y el sentido relativo. En sentido absoluto, la trasmisión del zen, obedece a esa trasmisión sin palabras del Buda a Mahakasyapa, pero en sentido relativo la tradición zen se expresó de múltiples maneras. Dentro de  esas múltiples maneras están los textos fundamentales.  

El primer zen como tal tiene su origen en China, y su base cultural es el pensamiento chino. Un acercamiento al pensamiento chino y su correlación con ese primer zen, es el objetivo de estos escritos. Hacer un recorrido por la filosofía tradicional china, y buscar las resonancias.

Queda en manos del lector y en su criterio si ese objetivo se cumple, el escritor lo único que puede hacer, es apuntar a la diana y disparar la flecha, concentrar su energía en ello, y una vez disparada la flecha, “soltar”  y no apegarse a un posible resultado.

Eduardo Donin García.    

 

   

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