Ryokan comienza su primavera: Dicen que no sirvo para nada...
RYOKAN COMIENZA SU PRIMAVERA
Ryokan y el peluquero:
Ryokan fue al pueblo a cortarse el pelo. Habían pasado las
nieves del invierno y ya era primavera. El peluquero le hizo
una serie de trasquilones y le dijo: “Si quieres que te lo iguale,
me tienes que hacer una caligrafía del Hannya Shingyo («El
corazón del sutra de la sabiduría que permite ir más allá»),
como amuleto de buena suerte”. Ryokan le escribió la caligrafía
y el peluquero le igualó el pelo. Este, satisfecho, exhibió en su
peluquería la caligrafía con los caracteres propios de Ryokan,
tan valorados hoy en día.
Acertó a entrar en esa peluquería una persona letrada, culta,
versada en el arte de la escritura y en los amuletos de la buena
suerte e interrogó al peluquero sobre la finalidad de exponer
dicha caligrafía. El peluquero le informó que su autor era una
persona importante y un reputado calígrafo, además, versado
en el Hannya Shingyo y una persona de gran poder y que esa
caligrafía atraería la buena suerte y la prosperidad a su negocio.
—Pero, esa caligrafía —le contestó el letrado—, no surtirá
efecto, le falta un kanji.
Cierto tiempo después, acertó a pasar Ryokan por delante de
la peluquería y el peluquero le dijo:
—Ryokan, a la caligrafía que hiciste le falta un kanji, ¡me has
engañado!
—No —le respondió Ryokan—, tú tratabas de engañarme a mí
dejándome el pelo sin acabar de cortar y te hice la caligrafía
sin acabarla, con un kanji menos. Sin embargo, a la señora que
vende pasteles de arroz allá abajo y que siempre me da uno
de propina, le he hecho una caligrafía con un kanji de más.
Nacimiento: Eizo
Ryokan nació a finales del año 1758 en el pueblo de
Izumozaki, en Echigo, uno de los más importantes del noroeste
del Japón, frente al actual puerto soviético de Muchodha.
Le pusieron por nombre Yamamoto Eizo, “Morada de
Prosperidad”.
En ese momento, Japón era un régimen feudal gobernado
por el clan Tokugawa (1198-1867) cuyos shogun —jefes militares—
detentaron el poder durante siete siglos de manera
represiva, centralizada y corrupta, lo que llevó a un repliegue
del imperio sobre sí mismo y a un periodo de decadencia.
En 1543, al final del reinado de Ashikaga, el Clan Tokugawa
inició tímidos contactos con Occidente originados por la llegada
del primer barco portugués (San Francisco Javier llegaría
en 1549). Para mantener su régimen feudal, los Tokugawa
cerraron las puertas del Japón salvo a chinos y holandeses y
prohibieron a los japoneses que viajaran al extranjero para
evitar la entrada de nuevas ideas que pudieran cambiar el
régimen.
La familia de Ryokan se ocupaba desde el
siglo XVI de cobrar los impuestos y ejercer de alcaldes y de
sacerdotes en el templo sintoísta Ishiie del lugar. Por su función
pública pertenecía a un rango parecido a los samuráis,
pero alineada al lado del emperador y no del shogunato, lo
que les acarrearía graves problemas en el futuro.
Estos aspectos sociales en los que estuvo inmersa la vida
de Ryokan serán esenciales para comprender su vida y su obra,
tanto en el momento de asumir y rechazar su responsabilidad
como hijo primogénito en la sucesión de su padre como
alcalde, como en su decisión de dejar el templo al mostrarse
Gento, el abad en aquel momento, partidario del shogunato.
A pesar de todo, como reflejó el poeta en varias ocasiones a
través de sus versos, era una época tranquila: “Soy un hombre
ocioso en una época de paz”.
Ryokan, el lenguado:
Un día que su padre le reñía, se le quedó mirando y le dijo:
“Si sigues mirándome así te vas a convertir en un lenguado.”
Cuando llegó la noche Ryokan no aparecía por ningún lado.
Todos muy preocupados empezaron a buscarle y su madre lo
encontró sobre una roca mirando fijamente al mar y cuando
le vio, le dijo: “¿Qué haces?” Ryokan desde la roca en la que
estaba sentado, le repuso a su madre: “Pero cómo, ¿aún no
me he convertido en lenguado?”
Esta ingenuidad fue una de las características de su vida.
También se caracterizó por su afición a la lectura, que mantenía
a escondidas en contra de lo que su madre le pedía, y
su tenacidad: cuando algo veía claro, seguía su camino, como
lo demostró a lo largo de toda su vida tomando decisiones
difíciles en muchos momentos. Prueba de que muchas veces
su manera de vivir no era entendida por el entorno es el apodo
con el que le conocían en el pueblo: “Lámpara en pleno
día”, remarcando que no servía para nada. Eizo lo sabía y
lo expresó en uno de sus poemas:
Dicen que no sirvo para nada,
y esta mañana
cuando iba donde yo quería,
por donde yo quería,
he hecho un camino
entre los juncos.
De “Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera en la vida de Ryokan, monje y poeta zen, Antonio Arana Soto, Editorial Milenio, 2021
Hola Antonio. Después de hablar contigo, me quedé con la curiosidad de comprobar la traducción, en el texto de tu libro, del poema de Ryokan. En la página 26, figura, como aquí, en el blog, la palabra HECHO, en vez de la de TRAZADO, que aparece en la contraportada del libro. Un abrazo.
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