Ryokan, Primavera (1758-1799)...

 


RYOKAN, PRIMAVERA : EIZO, MORADA DE PROSPERIDAD


Levemente

embriagado,

el paso ligero,

brisa de primavera.

   

Tras la introducción, en el libro que publicamos en la editorial Milenio sobre Ryokan       ( Primavera, verano, otoño, invierno…y primavera) comenzábamos con lo que fue la primavera de la vida para Ryokan. En esta primavera incluíamos poemas que hacían referencia a esta etapa de su vida, o poemas escritos en la primavera de su vida.

El estilo y temas de Ryokan estaban inspirados en el Manyoshu (“Colección de miríadas de hojas), es una colección de waka (literalmente poema japonés), en la que están recopilados los poemas más antiguos desde el 660 al 759. En este “estilo” se tratan temas como la naturaleza, el vino y las celebraciones, el amor y las separaciones, el dolor y la tristeza por lo impermanente de las cosas, temas con los que Ryokan resonaba ampliamente. Comentábamos como a veces , para Ryokan, la cita, el collage tomando como referencia otros poemas ,a veces tomaba estrofas enteras, del Manyoshu, era puro juego y recreación.

 ¡Qué pena, un caballero en su refinado retiro,

componiendo poesía!

Modela su obra al gusto

del verso clásico chino.

Sus poemas son elegantes,

llenos de cultas frases.

¿Pero si no escribe de cosas íntimas

de su propio corazón,

para qué sirve producir tal cantidad

de palabras?

 Ryokan dejaba sus poemas al viento, escribía en la arena con indeleble grafía de agua, los dejaba colgados en los árboles, en las paredes, por el suelo. Sostenía que sus poemas no eran poemas y decía detestar la poesía de los poetas, la caligrafía de los calígrafos y la comida de los cocineros en referencia a esa naturalidad con que debe surgir de cada arte.

 ¿Quién dice que mis poemas son poemas?

Mis poemas no son poemas.

Cuando comprendas

que mis poemas no son poemas,

podremos hablar de poesía.

 

En esta resonancia con la nostalgia del Manyoshu escribirá:

 

Para recoger peonías

temprano bajo hasta el valle,

el cuenco está lleno de rocío

y me lleva todo el día encontrarlas.

De pronto pienso en un viejo amigo

separado de mí

por miles de montañas y ríos.

¿Nos veremos de nuevo?

Dirijo mi mirada al cielo,

las lágrimas corren por mis mejillas.

Yendo y viniendo como blancas nubes,

solo nos encontramos para separarnos,

dejando huellas tan débiles

que mi alma apenas las nota.

 

 Antonio AranaSoto, dojozen Genjo Pamplona/Iruña

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