Tozan 3 : La humildad de su primer maestro , Eduardo Donin García

 

                                        3- La humildad del primer maestro de Tozan

Según el Denkoroku, la primera pregunta de Tozan con diez años de edad, fue inusual, sin embargo más inusual es la respuesta del maestro: “Yo no soy el maestro que te conviene” y le envió a practicar a otro lugar. Podemos pensar que quizá el maestro de Tozan no fuera un verdadero maestro, porque no supo responderle,  sin embargo conviene destacar dos cosas de la inusual respuesta de este primer maestro de Tozan del cual no se dice su nombre.

En primer lugar, no es fácil responder que no se sabe, y más si estas en una posición que parece obligarte siempre a responder como que sabes. Porque el no saber de este maestro de Tozan no es el no saber de la más elevada sabiduría, sino un verdadero no saber. Se quedó sin respuesta sorprendido por la pregunta, sin embargo no da una respuesta cualquiera sino la respuesta adecuada conforme a la situación. Podía haber ocultado su falta de respuesta con quizás respuestas automáticas y aprendidas, podía haber aludido al valor de la escrituras budistas y de las enseñanzas, pero no recurrió a ellas,  y antes de dar una respuesta dogmática prefirió ser él mismo, y enfrentarse a su propia realidad.

En un acto de humildad, se quita de en medio como diciendo: “Conmigo ya no vas a aprender nada más”. Con lo cual prefiere no convertirse en un obstáculo para el desarrollo del discípulo y lo manda a otro lugar, donde quizá pueda llegar a una realización más plena de la vía, que la que él representaba.

En el teisho trasmitido por el Maestro Keizan, no alude a la inusual respuesta de este primer maestro de Tozan.  Quizá no le pareció relevante, a mi modo de entender y dependiendo del contexto en el cual hoy nos movemos, que es un contexto de exaltación del ego, me parece relevante esta respuesta de no ocultar que no se  puede o no se sabe responder. Generalmente en la actualidad hacemos más bien lo contrario, tapamos nuestra ignorancia, llenándola con  opiniones; preferimos llenar con palabras nuestros vacíos.  

Sin embargo este primer maestro en la vida de Tozan, responde ante un niño de diez años que no sabe responderle.  El maestro responde de esta manera:” Yo ya no soy tu maestro”. Inusual respuesta sin lugar a dudas.

En segundo lugar, aquel niño de diez años pregunta por uno de los puntos principales de la enseñanza, el discernimiento entre lo relativo y lo absoluto.  Así que la respuesta no era fácil. Y no es fácil para nadie, tampoco para nosotros practicantes del siglo XXI; en el fondo la realidad siempre nos está cuestionando sobre la vacuidad. Cada instante en el fondo no es más que un examen sobre la vacuidad.

En el budismo se habla de dos extremos. El  eternalismo y el nihilismo. Tozan toca el punto del nihilismo ¿Qué los fenómenos sean impermanentes significa negarlos? ¿Qué es la negación de los fenómenos o  del yo? ¿Se puede negar el yo? ¿Qué consecuencias puede tener?  En este sentido hay que tener sumo cuidado, como dice el viejo proverbio inglés: “No hay que tirar al niño con el agua de la bañera”. Es decir   traduciendo este proverbio al tema que estamos tratando, la negación del yo no es una negación de la persona. Ni la vacuidad un apología de la no-existencia, o de la nada. El vacio del Sutra del corazón no es la nada. 

El nihilismo en el contexto budista, llevado al extremo significaría negar la causalidad kármica. Si no hay yo, si el yo no existe, si no hay ni nacimiento ni muerte, entonces, se puede hace lo que uno quiere. Si en sentido último no hay nada de esto, nada sucede que pueda afectarnos.

En la cultura Occidental existe una pregunta en este sentido que ha tenido mucho eco y que viene de la novela de Dostoievski, “Los hermanos Karamazov”, donde Iván el mediano de los hermanos hace esta pregunta: “Y si el ego no existiera, ¿estaría todo permitido….?   

 Nuestra mirada habitual y natural nos hace creernos un yo establecido intrínsecamente, como si fuéramos una entidad sólida y fija. Esa es la clase de yo que se niega. Cuando se habla de vacuidad hay que tener cuidado de no convertir la vacuidad en un nuevo concepto, la vacuidad viene con una pregunta y, ¿de qué están vacías las existencias, o los fenómenos? De existencia intrínseca. Como dice Nagarjuna en “Los fundamentos del camino medio”. “En ningún lugar hallaremos nunca un ente que proceda de sí mismo. Tampoco de otros. Ni de la unión de sí mismo con otros. Por otro lado, no cabe pensar un ente sin causa, por puro azar”.

No existe un yo que sea independiente de los fenómenos, ni una vacuidad independiente de los fenómenos, sino que los fenómenos mismos son vacuidad. Vacíos de existencia independiente e intrínseca.            

En este punto alguien puede pensar, bueno esto es un punto de vista filosófico.  Pero no es un punto de vista filosófico sino un hecho comprobable empíricamente. La imagen sólida de nuestro yo puede comprobarse con mayor claridad en determinadas circunstancias, como por ejemplo, cuando nos halagan, cuando nos insultan, cuando contradicen nuestras opiniones, o cuando tocan nuestras creencias, ideologías o símbolos. En ese mismo instante nos percibimos como entidades sólidas con una fuerte identificación con nuestra identidad relativa.

 

Eduardo Donin García   

 

    

 

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