El maestro Tozan y la prédica no-sensible del Dharma

 

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              EL MAESTRO TOZAN Y LA PREDICA NO-SENSIBLE DEL DHARMA

                                        La primera pregunta de Tozan

El maestro Tozan Ryokai, (807-869) d C,  undécimo patriarca después de Bodhidharma,  escribió  uno de los textos fundamentales del zen, como es el Hokkyo Zan Mai, (Samadhi del espejo precioso). Como la vida de cualquier patriarca, su práctica sus enseñanzas, sus circunstancias, su recorrido espiritual y sus preguntas y encuentros con los maestros que le precedieron, pueden servirnos de inspiración  para los practicantes de hoy en día salvando por supuesto las distancias, tanto históricas como culturales.

Estas distancias son muy importantes. La vida y la condición humana se dan en entornos culturales e históricos. Estamos condicionados por el lugar en el que vivimos, por lo que nos toca vivir históricamente por la cultura, por los hechos. Ahora bien se supone que el zen, que el despertar está más allá de lo dado. El despertar de Buda, el de Tozan el de cualquier maestro y el de nosotros es el mismo. Practicamos el mismo despertar que Buda.

De hecho el despertar, (por naturaleza indecible y torpemente comunicable en palabras que serán solo el dedo que señala la luna, como toda la enseñanza puesta en palabras)  no es un sustantivo in-referenciado. Se despierta a… o se despierta desde…unas condiciones personales y socio-históricas concretas. Cada persona es una persona concreta. Por eso aunque practiquemos el mismo despertar de Buda, no somos el Buda histórico, somos nosotros mismos.   

Ahora bien, una conciencia, una pared desnuda, y la meditación sin objeto que es el zen, traspasa cualquier marco histórico, pero nosotros no. El espacio de libertad generado por la práctica de la cual nos hacemos conscientes practicando, se da en un ser individual, histórico y concreto que tiene una vida concreta, y nuestras vidas concretas son muy diferentes a la vida de Tozan.  Cada conciencia despierta vive en unas condiciones diferentes y esto es lo que veremos o lo que pretendo analizar en este texto. Me basaré para ello en el Denkoroku del Maestro Keizan, y en ciertos aspectos filosóficos de nuestro occidente del cual venimos nosotros. 

En el Denkoroku  (Crónicas de la transmisión de la luz),  se expone el mondo en el cuál Tozan experimenta el verdadero despertar después de años de búsqueda y de práctica. Dicho mondo comenzó con esta pregunta que Tozan le hizo a Ungan Donjo, ¿Quién puede escuchar la prédica no-sensible del Dharma de los seres no-sensibles? 

Mucho antes de todo aquel suceso, cuando era más joven, Tozan practicaba con otro Maestro que le había enseñado el Sutra del Corazón. Cuando llegó a la estrofa “ni ojo, ni oído, ni nariz, ni cuerpo, ni mente”, se palpó el rostro con las manos y preguntó al maestro, “Yo tengo ojos, oídos, nariz, lengua, cuerpo y mente ¿Por qué dicen las escrituras que no existen?”

El Sutra del corazón, es el Sutra más corto de la enseñanza del Buda, y en el cual radica toda su enseñanza. Se puede decir que es la esencia de  su enseñanza, en cuanto a la comprensión de cómo es la realidad, no en un sentido científico que busca comprender las leyes de la Naturaleza y predecirlas, pero que se separa de aquello que es objeto de su estudio, sino en un sentido soteriológico de liberación.

Cuando Tozan formuló esa pregunta a su maestro tenía 10 años de edad.  Tenía una edad temprana y la frescura de la niñez.  La pregunta de Tozan es relevante. Sencilla e ingenua a la vez. Nace de la espontaneidad, que no se guían por los convencionalismos. De hecho Los niños tienen una especial espontaneidad a la hora de preguntar, con una simple palabra: ¿Y Por qué…? Llegan hasta la frontera misma del pensamiento, hasta donde ya no queda ninguna posible respuesta que dar ¿Y porque existen las estrellas? Porque existen.

Tanto la niñez como la adolescencia, son épocas de preguntas, de preguntarse el porqué de las cosas,  y de alguna manera de romper los convencionalismos. Son las preguntas las que nos sacan de nuestra comodidad y de nuestro confort.  Sin preguntas no existiría ni la ciencia, ni la religión, ni la política, ni las obras literarias, ni el arte,  nada de eso. Y  los seres humanos dejaríamos de ser seres humanos. Sin preguntas Gautama el Buda jamás hubiera salido de su palacio, preguntó lo que ocurría a su alrededor, a una edad más bien temprana, cuando era joven. Preguntó cuando se encontró con el viejo, con el enfermo, con el entierro, preguntó a quien estaba a su lado, porque jamás había visto en su vida, ni a un viejo, ni a un muerto, ni a un enfermo. Preguntó si todas esas cosas no iban a ocurrirle también a él, y al saber que sí, que  iban a ocurrirle a él también, y que no era una excepción, su vida y sus preferencias vitales cambiaron.    

Las preguntas son importantes, es una función esencial de la mente, hacerse preguntas. En la antigua Grecia Aristóteles definió al ser humano como el ser que tiene logos, que tiene palabra, que tiene lenguaje. La palabra logos, tiene muchas acepciones, la riqueza de ese término  en el original griego y en su uso filosófico, no se puede trasmitir tan solo con términos como palabra y lenguaje, o verbo, u orden, tiene que ver también con la posibilidad de comprensión de la realidad propia de los seres humanos. Pero todo ello es precedido por un “preguntarse por el logos”. Con una pregunta comienza todo.    

Hay quien mantiene como Erich Fromm, que señala que la esencia del ser humano son las preguntas. Preguntar como un niño no tiene nada que ver con la edad. Hay quien se pasa la vida jugando con preguntas sin respuesta, y aún así las preguntas siempre abren caminos nuevos. La Metafísica por ejemplo no es más que un juego de preguntas sin respuesta. Es no perder de vista el preguntar del niño. Martin Heidegger  mantenía que la pregunta metafísica por excelencia es la pregunta por la nada. “¿Porque existe el ente y no la nada?”  Es al fin y al cabo la misma pregunta que el niño que pregunta porque existen las estrellas.

(Continuará)

 

Eduardo Donin García

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