Ante la transitoriedad de la vida: Platón y Buda
Fuente: Instituto europeo de artes y humanidades.
ANTE LA TRANSITORIEDAD DE LA VIDA:
PLATÓN Y BUDA
Todas las culturas, religiones… han
visto claramente la fugacidad y transitoriedad de la vida, y dicha
transitoriedad ha despertado las conciencias de una u otra forma. A lo largo y
ancho de este mundo y en las diferentes épocas de la historia se han
desarrollado diferentes teorías, posturas, religiones o filosofías para
responder a este hecho evidente.
También es verdad que de alguna manera, nos tenemos que
proteger ante la fugacidad de la vida y olvidar de alguna manera que somos
seres mortales, aunque sea para sobrellevar con mejor ánimo el paso por esta
tierra, no sea que pensar tanto en la fugacidad nos lleve a la desesperación o
a una depresión profunda. A menudo olvidamos dicha fugacidad, pero una cosa es
olvidarla momentáneamente y otra muy distinta es desterrarla a las capas más
profundas del inconsciente.
Nuestra tradición filosófica y
nuestra visión del mundo, proviene principalmente de la antigua Grecia, que
colorea toda la cultura occidental. Allá por el año 500 antes de Cristo, los
primeros filósofos intentaron prescindir de los mitos religiosos para comprender
la realidad de un modo racional, y pasaron su mirada de los mitos homéricos, a
mirar a la naturaleza. Lo primero que se dieron cuenta es que todo cambia, todo
es cambiante, y entonces empezaron a preguntarse sobre el ser de las cosas, ¿de
dónde viene la vida?
Platón recogió todas aquellas
preguntas sobre el ser, y muchas más. Platón se hizo todas las preguntas que un
hombre puede hacerse, su legado y su influencia es inmensa, incalculable. Todo
Occidente de alguna manera proviene de Platón. El filósofo ingles Whitehead
llegó a afirmar que toda la Filosofía
europea no son más que notas al pie de página de Platón.
Platón no dejo prácticamente ningún
ámbito sin tocar desde la ética, pasando por la política y por la metafísica.
La filosofía de Platón es inmensa, pero lo que nos atañe en este artículo es la
pregunta sobre el ser. Platón como el resto de los filósofos y de los mortales vio la
transitoriedad de la vida, de la naturaleza, de las cosas y de los seres, y
pensó que todo de alguna manera está llegando a ser pero sin ser plenamente y
pensó que sólo lo inmutable es de alguna manera verdadero. Para Platón la
transitoriedad no era verdadera existencia.
Lo que verdaderamente es no puede
estar sujeto a cambio, lo que no está sujeto a cambio es el verdadero ser. Platón
creó la teoría de las ideas, donde los seres contingentes no son más que copias
de un mundo más verdadero, y pleno que no está sujeto a cambio. El pensamiento
de Platón de alguna manera tenía su lógica, porque sin Platón la ciencia no
hubiera podido desarrollarse. Para Platón la ciencia era descubrir las leyes
fijas que rigen el movimiento. Las figuras geométricas cumplían con la
estabilidad perfecta, que podía permitir el conocimiento perfecto. Por ejemplo
el teorema de Pitágoras no cambia, ni la naturaleza del triángulo.
Platón representaba también los
elementos físicos, tierra, agua, fuego, aire, con figuras geométricas. Las
matemáticas y la geometría cumplían perfectamente los cánones de la perfección,
al contrario que la realidad siempre cambiante de los seres. Por eso imaginó un
mundo perfecto allá en algún lugar transcendente fuera de este mundo.
Este pensamiento lo trasladó
Platón, a todos los ámbitos, en lo religioso creó la teoría del alma, y de la reencarnación,
inspirado por la filosofía de Pitágoras. En dicha teoría Platón concibe el alma
humana como algo transcendente e inmutable, situada más allá de este mundo
corruptible y de este cuerpo mortal.
Para Platón las almas humanas no crecen ni disminuyen, son siempre las
mismas y hay tantas almas humanas como astros en el cielo. Nuestra alma humana
es un astro que rige nuestro destino y que algún día, no se sabe por qué, cayó
desde un mundo perfecto, a encarnarse en un cuerpo humano corruptible, y el
anhelo del alma es volver y regresar a aquel mundo perfecto al cual debe su
origen.
Así que si alguien desea buscar su
alma deberá mirar al cielo estrellado, en una noche despejada, y allí en algún
lugar del cosmos estará la verdadera patria platónica y el verdadero ser que no
cambia. Mientras tanto tendremos que seguir nuestro viaje por lo corruptible
tan buenamente como podamos.
Era la mirada del hombre antiguo al
cosmos, que creía que la tierra era el
centro del universo, pensamiento lógico
sin duda teniendo en cuenta los medios de los que disponían. Habría que esperar
a Copérnico siglos más tarde para descubrir que es la tierra la que se mueve
alrededor del sol.
¿Pero es fijo el sol? ¿Cambian el
sol y las estrellas? ¿Cambia el universo? Los descubrimientos en astrofísica
nos dicen que las estrellas nacen, envejecen y mueren, que también están
sometidas a la ley de la impermanencia, al contrario de lo que creía Platón y
dando la razón a Buda quien dijo que no hay nada fijo, ni ninguna sustancia permanente.
Por eso a pesar de Platón, si por un casual existe nuestra alma esta será
cambiante, y sujeta a transformación, para bien de todos, porque sólo en la
transformación y en la transitoriedad podemos encontrar verdadera liberación.
El Buda no se preguntó por el cielo
por las estrellas y por el alma, ni por encontrar algo fijo, sino que debió
hacerse está pregunta cuando por primera vez salió de su palacio y descubrió la
enfermedad, la vejez y la muerte, en sus famosos cuatro encuentros, con el
viejo, el enfermo, el muerto, y el monje. ¿Por qué la transitoriedad nos hace
sufrir? Y ese fue el inicio de su camino.
Según el budismo la transitoriedad
es el verdadero ser de las cosas, al contrario de Platón y el problema es porque vemos en ellos un problema, el Buda
transformó lo que en un principio era el origen del sufrimiento, en la fuente
del despertar, es decir que la transitoriedad que tanto desasosiego nos
produce, se convierte en la puerta de la liberación.
Nosotros en pleno siglo XXI podemos
hacernos la misma pregunta que el Buda, y seguir también su misma práctica y
realizar su mismo despertar, gracias a zazen y aquello del alma inmutable,
eterna y fija que tanto consuelo dio a Platón, es posible que a nosotros no nos
dé tanto consuelo, porque: ¿qué vida
podría albergar lo eterno, lo fijo, lo inmutable, lo que no está sujeto a
cambio?
Eduardo Donin García
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