Nuestra vida se convierte en práctica, Roland Yuno Rech
NUESTRA VIDA SE CONVIERTE EN
PRÁCTICA
Kusen de Roland Yuno Rech – Niza, 4
diciembre 2013
Levantarse cada mañana para venir al
dojo a hacer zazen cuando llega el invierno y cuando todavía es de noche no es cosa
fácil. Por eso algunos tienen tendencia a disminuir su práctica en ese momento
en que llega el invierno. El Maestro Deshimaru, que ya había constatado ese
fenómeno, decía: “Estos son monjes de
estación” ellos florecen en primavera y en verano y desaparecen en otoño y en
invierno.
En realidad, comenzar la práctica de
zazen es algo atractivo, y muchas personas se inician en esta práctica. Como también
decía el Maestro Deshimaru: “lo más difícil es continuar constantemente”. Es lo
que en el zen se llama gyoji: “gyo”
la práctica, “ji” continua. Pues para continuar regularmente, esto implica
tener una cosa clara: dar la prioridad a la práctica por encima de otras ocupaciones. No es que,
bien entendido, pretendamos eliminar
toda otra ocupación, sino que la práctica se convierta en la fuente de todas
nuestras otras actividades, las que entonces, de hecho, se enriquecen y se convierten
-como la práctica de zazen en sí misma, en el dojo- en una forma, una expresión
de la práctica de la Vía.
Y de repente se trata, sin lugar a
dudas, de un gyoji, es decir de una
práctica constante. No solamente porque
la practicamos diariamente sino porque además la practicamos 24 horas
sobre 24. Ya no hay diferencia entre practicar y vivir: nuestra vida se
convierte en práctica. Así que, sin saberlo, nosotros permanecemos
constantemente inmersos en la Vía, siendo la Vía la realidad tal cual es.
Es evidente que nosotros somos esta
realidad tal cual ella es. Lo que nos aleja son nuestras construcciones
mentales, el hecho de que nuestro cerebro dualista toma la delantera en nuestra
manera de pensar, que se crean más y más separaciones, dualidad en nuestra vida,
especialmente entre uno y los demás, con una exacerbación del individualismo,
del egocentrismo y también entre la práctica y la realización.
Es decir que es el marco de la
técnica, como lo remarcaba el filósofo Heidegger, el que prevalece. La mente
busca apropiarse de todo, utilizar todo, en especial la naturaleza, para su
provecho, manipulándola.
Aplicado a la práctica del zen sucede
esto: yo hago zazen para mi ego, yo utilizo el zazen cuando esto me conviene,
cuando esto me beneficia, cuando esto me hace desear. En ese momento esto
quiere decir que es el ego el que dirige nuestra vida
Este ego, evidentemente, no es siempre malo, negativo, ya que es el
ego el que experimenta el sufrimiento de esta forma de funcionamiento y que,
justamente a causa de esto, un día se plantea que quizás hay otra manera de
ser, otro camino posible en la vida, y
por lo que el sale a la búsqueda de una práctica como zazen.
Por tanto comenzamos casi siempre a
practicar porque nuestro propio ego lo desea, además espera beneficios para sí
mismo. Y de hecho estos beneficios son reales, pero mientras continuemos practicando
con esta motivación egocéntrica el verdadero beneficio de zazen no puede
realizarse, ya que continuamos encerrados en los límites de nuestro
egocentrismo.
El Maestro Dogen ya había recalcado
esto en el capítulo 7 del Gakudo Yojinshu,
diciendo: “Unas veces es el yo -el ego- el que arrastra al Dharma -la práctica,
la Vía-, otras veces es el Dharma -la Vía, el Tao- quien arrastra al ego más
allá de sí mismo” Y el precisaba: “Cuando es el ego el que arrastra al Dharma -la práctica-, el ego es fuerte y la práctica
–el Dharma- son débiles. Viceversa,
cuando es el Dharma, la práctica quien arrastra al ego, es el Dharma el que es
fuerte y el ego el que es débil.”
Y el concluía diciendo: “El secreto
de nuestra escuela zen es que, en realidad, estos dos aspectos coexisten
siempre, y deben coexistir.” Es decir
que unas veces la práctica es voluntaria, arrastrada por el ego, con el
inconveniente de que en ese momento ella sigue siendo limitada, y no permite
una verdadera liberación y otras veces la práctica es natural, como es evidente
tomando parte de la vida, y el gyoji,
la práctica constante, se vuelve como el hecho de respirar. En ese momento el
yo es débil, es decir que no es él quien lleva las riendas, el se pone al
servicio de la Vía, el sigue el movimiento. Entonces, en ese momento, la
práctica se vuelve fácil, natural y verdaderamente liberadora pues ella nos hace funcionar en armonía con
el Dharma.
Es así que es posible tener una
práctica real de gyoji, una práctica
constante, no solo viniendo diariamente a hacer zazen sino viviendo todos los
días, y las noches como una actualización de aquello que se realiza en zazen,
es decir una vida abierta al infinito, a lo ilimitado, despojada de los limites
que nos impone nuestro egocentrismo. Es el verdadero significado del dharma de
Budha, de la práctica de zazen el realizar esto.
Transcripción de la grabación,
disponible en podcast en el sitio web del dojô zen de Niza.
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