Dejad que nazca el espíritu de la vía, Roland Yuno Rech
Dejad que nazca el espíritu de
la vía
Kusen de Roland Yuno Rech | Sesshin de Grube Luise, 2008
Al empezar la
práctica de zazen, a menudo observamos una mente que discrimina. Es decir, que
distingue, que discierne cuál es la postura adecuada, quién se esfuerza por
realizarla, quién observa sus pensamientos, quién distingue su carácter
ilusorio e impermanente y se esfuerza por dejarlos pasar, quién se esfuerza por
abandonar la mente cotidiana y alcanzar la mente de la vía. Esta forma de
funcionar de la mente se llama shiryo.
Shin,
en sánscrito citta, es la mente que discrimina. Es el punto de partida
del espíritu de la vía. Distinguir sin errores, desear acercarse a la verdad,
es el punto de partida de la mente de buda. La constatación de que existe el
sufrimiento, de que nuestra forma de vivir, de pensar, crea sufrimiento, es lo
que da lugar al espíritu de la vía, el que quiere practicar la vía.
Pero para
realizar esta vía hay que ir más allá de la mente que discrimina observando la
vacuidad de toda forma de discriminación. Todos los polos de las dualidades
están ligados a nuestras construcciones mentales.
Las
nociones de «yo», de otro, del bien, del mal, de la verdad, la mentira, la vía,
la no vía, el satori, la ilusión, son
producto de la mente que discrimina, la mente que funciona con palabras,
conceptos, que solo existe como elemento diferenciado de todo lo demás. El
propio ego está constituido de esta diferenciación del resto.
Por
supuesto, esta diferenciación es necesaria para ser un individuo, pero si
funcionamos solo con este modo de pensamiento, aparecen numerosos conflictos,
tensiones y sufrimiento entre uno mismo y los demás e, interiormente, entre las
ilusiones y la búsqueda de verdad. Al comprender internamente que todos estos
polos solo existen en relación al otro, es decir, que no tienen existencia
propia, autónoma, se puede relativizar y observar la vacuidad, su ausencia de
sustancia propia. Toda esta observación es el producto de la mente que
discrimina, pero permite distanciarse de este tipo de pensamiento.
Así,
al concentrarnos completamente en la postura del cuerpo, en la respiración, sin
aferrarnos a los pensamientos, se puede experimentar otra forma de ser y de
pensar. Es lo que se llama hishiryo.
Observar la
vacuidad de nuestras fabricaciones mentales se llama fushiryo. Así se deja
paso a otro funcionamiento que va más allá del pensamiento y del no-pensamiento,
es decir, hishiryo: la mente que abarca todos los polos de todas las
dualidades, la mente que supera todas las separaciones, todos los opuestos,
percibiendo la realidad que hay más allá de eso. Es lo que se experimenta en la
gran concentración del zazen, en el samadhi
del zazen cuando dejamos de pensar exclusivamente con la cabeza y pensamos con
todo el cuerpo.
La
mente que discrimina nos lleva a las puertas de la vía y para franquearla es
necesario ir más allá de la mente que discrimina. No basta con observar que hay
una vía adecuada, más allá de nuestra mente ilusoria, sino que hay que
experimentarlo de forma concreta para superar nuestro modo de pensamiento
habitual.
Cuando el
cuerpo y la mente recuperan su unidad, se entra en contacto con la realidad
profunda de nuestra existencia que funciona junto a todos los seres. La vía
realizada es la vía de la unión con todos los seres. En ese sentido, la vía no
puede realizarse en solitario, aunque entremos solos en ella, solo puede
practicarse realizando nuestra unidad total con todos los seres. Por eso, el
maestro Dogen decía: «Despertar a la
mente de la vía, a bodaishin, significa hacer el voto de ayudar a todos
los seres a cruzar para llegar a la otra orilla. Es el voto de compasión de
todos los bodhisattva. Es la manifestación del espíritu del despertar
realizado. »
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