ESPÍRITU NUEVO Y PRESENCIA, PATRICK PARGNIEN
Espíritu
nuevo y presencia
Podemos
encontrar en la vía escollos , como por ejemplo, mantener la idea de que la
práctica de la Vía está para desarrollar el espíritu del despertar.
Por
supuesto, podemos cultivar la aspiración al despertar (la realización de
nuestra realidad profunda), y así darle vida a ese espíritu del despertar.
Podemos crear las condiciones más favorables practicando regularmente la
meditación y cultivando la presencia plena en cada momento de nuestra vida. Pero,
¿cómo podríamos desarrollar lo que siempre ha estado ahí ?
La
práctica de la meditación sentada es fundamentalmente una práctica de despojamiento.
Despojamiento en el sentido de soltar presa, de dejarse abandonar de todo aquello
que creemos conocer, del saber sobre nosotros mismo, sobre los demás, sobre el
mundo, sobre la Vía. Dejando así espacio libre para el advenimiento de la
dimensión trascendente de nuestra realidad de ser. Y eso es un verdadero camino
interior, « el reto sagrado » del viaje espiritual.
También,
muchos practicantes piensan que en la práctica de la Vía, uno de los aspectos más
difíciles son los dolores que pueden aparecer en la práctica de la meditación
sentada, o en la confrontación con la agitación del sistema mental, o también
el estado de ánimo inverso que es el sopor, el adormecimiento.
Por
supuesto son aspectos dolorosos que hay que atravesar, pero lo más difícil de
realizar en la Vía y en la propia vida, es un espíritu nuevo, una mente fresca
a cada instante, un espíritu acorde con la novedad de cada instante. Un
espíritu que no se coagula en lo que fue, ni que tiende hacia lo que será. En
cierta forma un espíritu que tiene la capacidad de asombrarse.
Y ese asombro
no es compatible con un estado de ánimo que se estanca en los hábitos.
Incluso
si eso puede durar solo un instante, ese asombrarse ocurre cuando la mente no
está apegada a experiencias pasadas, y que no esta coloreada por la espera de
un futuro que se presupone mejor. Ese asombrarse es goce de ser. Un goce de ser
que no permanece circunscripto a uno mismo, a su bienestar personal sino que es
un verdadero alimento para el mundo.
El
acorde con el movimiento, con la novedad del momento presente llama, “exige” una
extraordinaria agudeza de la mente, pero
también una ligereza, una apertura del corazón para poder “seguir” sin
resistencias el cambio incesante de la corriente de la existencia.
Cuando
estamos acordes con la novedad de cada instante, con la realidad viviente del
momento presente, no puede subsistir ninguna espera. Cuando no hay ninguna
espera, ninguna impaciencia, ningún aburrimiento puede sobrevenir. Cuando no
hay ninguna espera el espacio interior esta abierto, disponible. El espacio
interior esta abierto, disponible al intemporal presente. El intemporal
presente que no es un lugar, un tiempo solidificado en el que podamos
instalarnos, quedarnos fijos, sino que es un movimiento cambiante sin cesar.
La
realización de una mente nueva, de un espíritu fresco “pide” liberarse del
estado de ánimo de la espera. Y para liberarse es importante observar nuestra forma
de funcionar en la existencia. Muchos más que vivir la vida en sí, la piensan.
Y así esperan para comenzar a vivirla. Podemos esperar días mejores, una
situación mejor, condiciones de vida más favorables, la iluminación, etc… Es
decir, que un reflejo condicionado nos empuje a desear mañana, a desear lo que
será. La espera, sensiblemente, sutilmente, genera una tensión, un conflicto
interior.
Un
conflicto interior entre la realidad viva del aquí y ahora y la proyección de
un envidiado futuro mejor. Cuando estamos prisioneros de ese conflicto, la
calidad del ser, la calidad de nuestra vida se altera fuertemente, porque ya no
estamos en contacto con el presente actual. El presente actual, en donde estamos
plenamente vivos, en donde la dimensión trascendente de nuestra existencia
puede manifestarse.
De ahí
la importancia en la vida, cuando hay la percepción de que nos deslizamos hacia
la espera, de no permanecer en ella, sino movilizarnos para relacionarnos con
el momento presente, para habitar el instante con el cual nos comprometimos. Si
en vuestra vida os dais cuenta que os deslizáis hacia el estado de ánimo de la
espera, no permanezcáis en él. Movilizaos para conectaros a vuestras
sensaciones, con la respiración, que se manifiestan en el momento presente ;
para habitar las acciones, los gestos con los cuales os habéis comprometido. Es
en esa calidad del ser que puede cultivarse un espíritu nuevo.
Ese
espíritu nuevo, ese espíritu fresco acorde con cada instante, está en
interdependencia con nuestra capacidad de estar instaurado en una atención, en
una presencia que no interviene, que no se escapa de lo que es. Es decir, que
no se aferra a nada y que no rechaza nada. Una presencia que no juzga, que ni
analiza ni interpreta.
Esa
calidad de presencia no es pasiva, no es resignada. Es una presencia viva,
acorde con lo que es tal cual es, sin apegarse, sin identificarse. Hay
simplemente presencia.
Es en
el corazón de la presencia donde podemos liberarnos de la influencia del
sistema de identificación. Porque en el corazón de la presencia que no se fija
en lo que ha sido y que no se proyecta hacia el futuro, ese sistema que tiene,
entre otras cosas, como base de oscilación entre la añoranza de lo que fue, y
el deseo de lo que yo quisiera que fuera, no tiene ningún apoyo, ningún
alimento. No hay nada entonces en lo que apoyarse para que quede cristalizado.
Es en
el corazón de esa atención, en esa calidad de presencia donde puede revelarse
lo que Ejo llamaba la “Luz espiritual”, o lo que yo llamo a veces la
inteligencia del corazón.
La
dimensión transcendente de nuestra realidad de ser.
¡Os
deseo una bella práctica! De corazón a corazón,
Patrick
y que sigáis haciendo la bella práctica que hacéis. Un saludo con todo mi cariño :)
ResponderEliminarMuchas gracias.
ResponderEliminar