Como el cuervo, sólo presente a la realidad...Roland Yuno Rech

 

 Como el cuervo, sólo presente en la realidad 

Alguien ha preguntado en el mondo: ¿Cómo desembarazarse del veneno del odio?
Puede que los cuervos que cantan ahora tengan la respuesta, sólo presentes a la realidad tal cual es. Aquí y ahora, no seguimos las fabricaciones mentales que oscurecen el espíritu y crean ilusión, sobre todo la ilusión de ser un ego limitado, separado de los otros, de la naturaleza, del resto del universo.

Mientras nos identificamos con ese ego, nos sentimos encorsetados, amenazados, ansiosos. No vivimos en la verdadera dimensión de nuestra existencia, teniendo siempre la impresión de que nos falta algo. La avidez aparece a partir de la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza.

Siempre deseamos más. Empezamos por desear juguetes, después conocimientos, poderes, pareja. A veces incluso, dándonos cuenta de que algo no va bien, nos comprometemos en una vía espiritual y nos volvemos ávidos de méritos espirituales.

Hacemos zazen, pensamos ser liberados de un cierto número de ilusiones y nos volvemos ávidos de posiciones, de responsabilidades, de obtener el shiho, de tener el satori, de tener muchos discípulos.

Cuando funcionamos con ese veneno, el odio jamás está lejos. Todo lo que perturba nuestros deseos y nuestra avidez provoca reacciones de rechazo, de hostilidad, de envidia, de celos, de odio.

La respuesta fundamental es iluminar constantemente nuestra ilusión a través de la práctica de zazen, mirar en uno mismo, realizar que ese sí mismo no es nada asible.

Todas nuestras construcciones egóticas son ilusorias. No merecen que despleguemos tanta energía y tanto tiempo en sostenerlas.

Como decía Keizan: “Cuando cesamos de alimentar nuestras construcciones mentales a propósito del propio ego, se crea un espacio para iluminar otra cosa, para clarificar que nuestra propia naturaleza es vacío luminoso, maravilloso y vasto”. Vacío de ilusión y vasto como el vasto cielo, en unidad con todos los seres, no tenemos necesidad de ser ávidos, ni odiar a los otros o a nosotros mismos.

 Cuando no separamos nosotros y los otros, la avidez y el odio caen por sí mismos. Curar esos tres venenos, es el sentido de nuestra práctica de zazen. Toda la enseñanza de Buda, de los maestros de zen y nuestra misma práctica no son más que remedios a esos tres venenos. Una respuesta simple la del cuervo: concentraos solamente aquí y ahora.

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