Inevitablemente camino
DE: http://integrativo.net/blog/2009/11/29/la-espiral-de-la-vida/
“Inevitablemente camino,
de sombra en sombra,
suavemente hacia la luz”
En este comienzo hay referencias al poeta Takeda Santoka y a Kodo
Sawaki, cuando decía, hay que ir de oscuridad en oscuridad.
Practicamos la Vía, una andadura espiritual en la que debemos encontrar
la justa distancia.
Una andadura espiritual auténtica no consiste en evitar las
dificultades, sino aprender el arte de equivocarse conscientemente, poner
consciencia en nuestras equivocaciones y someter nuestros errores al poder
transformador de nuestro corazón.
Estas inevitables dificultades bien sean físicas, emocionales,
intelectuales, espirituales, en nuestra Vía, son nuestro caminar, son nuestro
camino; la fuente de nuestro despertar, de nuestra sabiduría, paciencia,
equilibrio, compasión, serenidad, cada vez más profunda.
En nuestro fondo sabemos que, como en el cuento de Rapuntzel, la paja
es oro. Con las malas hierbas hacemos nuestra cabaña en que practicar zazen, en
que morar.
La práctica de la Vía, la práctica espiritual nos lleva desde el
comienzo a descubrir la necesidad de querernos, de amarnos, de curarnos, de
poner fin al conflicto dentro de nosotros y en nosotros y ejercitarnos en estar
presentes en nosotros con la atención plena.
A medida que desarrollamos más consciencia, vemos más claramente las
inevitables contradicciones de a vida, el eterno juego de alegrías y tristezas.
En nuestra tradición no expulsamos a los demonios, los abrazamos –decía
el M. Deshimaru- y bailamos con ellos. Abrazamos nuestras contradicciones.
Transformamos nuestras dificultades en camino.
La puerta de la gran libertad es abarcar de un vistazo la totalidad de
la realidad. Ver con un ojo las apariencias diferentes de los fenómenos y con
otro con el de la sabiduría, prajna, la vacuidad de esos diferentes fenómenos
que nos permiten, siendo uno mismo, ser el otro, ser el cosmos, ya que uno
mismo es sin sustancia.
“Inevitablemente camino”, decía Takedo Santoka.
Dogen expone en el Shobogenzo que nuestra práctica consiste en estar en
ese vaivén continuo entre el yo ilusorio (relativo) y el verdadero sí (la
naturaleza propia), hasta hacernos verdaderamente íntimos con el sí mismo, con
lo que es, el espíritu vasto, amplio, la verdaderamente que nos une a dukkha,
el sufrimiento, la incomplitud; hasta que conozcamos el camino de memoria y
dejemos de errar de “oscuridad en oscuridad”. Esta es la atención de que
hablamos, la atención de la consciencia hishiryo, la inmediatez de reencontrar
el camino al verdadero sí.
La Vía del Buda está más allá de la afirmación y de la negación, del
apego a los fenómenos o a la vacuidad. Vacuidad y fenómenos son como la palma y
el dorso de la mano.
La puerta de la gran libertad es abarcar de un vistazo la totalidad de
la realidad. Ver con los dos ojos, uno el de las apariencias, otro el de la
sabiduría que percibe la vacuidad de esas diferencias que permite, siendo uno
mismo, ser el otro, ser el cosmos, ya que uno mismo es inasible, sin sustancia.
Estos dos ojos que ven apariencias y vacuidad a la vez, pueden transformar
nuestras dificultades en despertar.
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