Roland Yuno Rech-El Dharma nos arrastra, nosotros arrastramos al Dharma
Sokatira- Ardaiz ( Intxaur-Nogal)
Le Dharma os arrastra – vosotros arrastráis al Dharma
Para
hacer zazen nos concentramos totalmente en la postura. La espalda vertical, la
barbilla recogida; empujamos el cielo con la coronilla y la tierra con las
rodillas. Los hombros bien relajados, el
vientre distendido, inspiramos y espiramos profundamente por la nariz ,
seguimos esta respiración y no los pensamientos. Dejamos pasar todas las
construcciones mentales, hasta el punto de que ya no hacemos nada, ni siquiera
zazen, es decir hasta el punto en que la práctica se hace forma inconsciente y natural, sin necesidad de que
intervenga nuestra consciencia personal, nuestra voluntad personal.
En
tanto que hacemos zazen, hay un ego que hace algo, que interviene. En ese
momento la práctica puede aportar un cierto número de beneficios. Por ejemplo,
va a mejorar la propia práctica de concentración Pero cuando ya no hacemos
nada, cuando ya no es el ego el que hace zazen ; en ese momento, es el
mismo zazen el que nos dirige, zazen que es más fuerte que nuestra consciencia
personal, en ese momento zazen nos arrastra literalmente más allá de los
límites de nuestro ego. Ese zazen tiene el poder de liberarnos de la
transmigración, del samsara. Es el zazen de Buda.
De
forma natural, cuando escuchamos esta enseñanza, tenemos ganas de practicar el
zen de Buda. Decimos que zazen debe ser practicado naturalmente,
inconscientemente y automáticamente. Tendemos a rechazar toda intervención de
la voluntad, de la consciencia personal ; en realidad los dos aspectos son
importantes : la práctica consciente y la práctica inconsciente, la
voluntad y el soltar presa. Si solamente practicamos con ayuda de la propia
voluntad personal, nos cansamos rápidamente. Pero si privilegiamos
exclusivamente el soltar presa, la práctica inconsciente y natural, entonces
corremos el riesgo de que nuestros viejos hábitos mentales tomen del mando.
Sobre
este tema en el Gakudo-yojin-shu el Maestro
Dogen era muy claro. Decía:
« Cuando empezáis a estudiar la Vía del Buda, tenéis que visitar a un
Maestro, escuchar su enseñanza y practicar de acuerdo a esta enseñanza. En ese
momento hay algo que debéis comprender: El Dharma os arrastra, vosotros
arrastráis al Dharma. Cuando vosotros arrastráis al Dharma sois fuertes y el
Dharma es débil. Cuando es el Dharma el que os arrastra
el Dharma
es fuerte y vosotros sois débiles ». Y añadía: « Estos dos
aspectos están siempre presentes en el Dharma de Buda ». Dicho de otra
forma para la práctica de zazen, como para la práctica de nuestra vida, hay
momentos en que ejercer un control consciente sobre lo que practicamos y otros
momentos en que es mejor soltar presa. Pero no podemos funcionar siempre del
mismo modo.
En la vida social, solamente soltar presa no
funciona. Hay muchas ocasiones en que necesitamos reflexionar, tomar
decisiones, utilizar la voluntad. Es la función del mental. Como ya lo he
dicho, si solamente funcionamos así, hay un aspecto profundo de la vida que se
nos escapa completamente, toda la dimensión de la armonía con el Dharma, con el
orden cósmico, que se realiza en los momentos de soltar presa, cuando pensamos
más allá del pensamiento y del no-pensamiento , cuando es la consciencia hishiryo de
zazen la que nos dirige. Cuando repetimos esta experiencia, esta práctica inconsciente
y natural en zazen, se convierte en la
fuente de nuestra vida. Siempre podemos volver periódicamente a esto, pero no
tenemos que apegarnos a funcionar siempre
así, si no nos creamos una nueva ilusión, una nueva causa de
sufrimiento. Una vez que se acaba la sesshin, volvemos a la vida social y nos
damos cuenta de que no podemos funcionar siempre así.
Entonces si oponemos las dos formas, en
lugar de armonizarlas, sentimos constantemente un conflicto interior. En este
momento deseamos encerrarnos en un templo, para suprimir este tipo de
conflicto, con la esperanza de poder practicar siempre de forma naturalmente, inconscientemente
y automáticamente, siguiendo un gyoji regular,
en el que no hay apenas decisiones que tomar, sencillamente seguir la regla. Si
hacemos esta elección, apenas podemos ayudar a los otros . La gran mayoría de
los seres han vivido siempre en el mundo. La actitud de los monjes zen que son
bodhisattvas, es encontrar el equilibrio en su propia vida y enseñar este
equilibrio a los otros. Con períodos de retiro como las sesshines, los angos y
los períodos de retorno a la vida social.
Incluso durante una sesshin, hay momentos
para pensar conscientemente y otros para pensar inconscientemente; en
particular todos los responsables deben reflexionar sobre cómo organizar las
cosas, tomar decisiones. A la gente que es muy joven en la práctica le cuesta
hacer esto. Es decir cuando se ponen a pensar conscientemente para resolver un problema;
este pensamiento consciente invade completamente su mente. Y después no llegan
a hacer zazen verdaderamente. No paran de pensar en la intendencia, la
organización, no llegan a dejar pasar sus preocupaciones. Cuando se avanza en
la práctica, llegamos cada vez más rápidamente a pasar de una forma de pensar a
otra forma de pensar. Reflexionar, tomar una decisión y rápidamente abandonar;
desprenderse de ello y pasar a otra forma de pensar. Y todo esto estando
siempre perfectamente aquí y ahora.
Aquí y ahora, ¿qué es importante? Concentrarse
únicamente en el punto importante del aquí y ahora sin dejarse contaminar la
mente por las rumias mentales. Así podemos guardar una mente libre y fresca,
siempre nueva, incluso en medio de los fenómenos de la vida cotidiana. La
sesshin nos ha enseñado verdaderamente un arte de vivir que nos permite
continuar la práctica, la Vía en todas
las circunstancias de la existencia. Y así hacer realidad el nirvana, es decir
la paz de la mente en el samsara, en la agitación de los fenómenos, armonizando
los dos, sin oponerlos.
Maestro
Roland Yuno Rech
Sesshin de
Godinne – Noviembre 2012
Solo quería decir que me ha venido muy bien esto y justo a tiempo.
ResponderEliminarGasshô ^^
Me alegro Ane.
ResponderEliminarUn abrazo
Ant.