KON ZEN TRACCIÓN


LA CONCENTRACIÓN


P. Tengo la impresión de que no me concentro nunca. Desde que practico me habré concentrado quince o treinta segundos, lo que hace una media de tres segundos por año, todo lo que oigo en las enseñanzas lo aprendo de manera intelectual, Mi pregunta es, ¿cuándo puedo dejar de escuchar ese monólogo interno que no cesa jamás?

R. Puede que sea tu manera de concentrarte. Estás extrañamente concentrada, para estar segura de no estar concentrada más que algunos segundos. Eso quiere decir que estás extremadamente concentrada para saberlo. Eso quiere decir que observas cada instante que estás en ese estado. Eso requiere una cierta observación (risas). Pareces muy segura. Eso quiere decir que eres muy consciente de quién eres tú, de cómo estás en cada instante. Eso significa un cierto tipo de concentración.

P. Es agotador…

R. Continúa todavía más. Concéntrate todavía más, así… hasta que estés totalmente agotada. Y luego, si quieres tener un respiro, trata de volver a tu cuerpo.

P. Ya lo hago, pero me doy cuenta que cada vez estoy más en tensión, que incluso mis pulgares… sí, todo está cada vez más tenso. Entonces pongo empeño en volver a la respiración, luego vuelve el diálogo y el diálogo dice que el diálogo dice que voy a volver al diálogo… en fin, es continuo…

R. ¿Has tratado de concentrarte en la punta de la lengua?

P. Si, en fin, no desde hace unos años… pero siempre puedo reintentarlo.

R. Tienes que ver cómo te concentras. Porque si te concentras pensando: “Ah, ahora debo concentrarme en la punta de la lengua”, te haces un discurso sobre la práctica en lugar de concentrarte. Trata realmente de estar en la sensación de la lengua contra el paladar y observar como tu diálogo interno la toca. Vuélvete realmente ese punto de la lengua.

P. Pero cómo, ¡no me callo jamás! No es fácil.

R. Realmente no tengo otro método para desdramatizar eso que la concentración en la respiración y en el cuerpo. Creo que es necesaria una desescalada, un paso atrás, no puedes hacerlo si permaneces en el mismo nivel, es decir, si dices o piensas: debo parar, porque te das una orden con las palabras. Dicho de otro modo, no te digas: debo dejar de pensar, debo concentrarme en la punta de la lengua, sino soy realmente esa sensación de la lengua contra el paladar. Es algo que puedes hacer, es totalmente posible, estar realmente en la sensación. Por ejemplo, cuando tienes los pulgares tensos, en lugar de decirte: es insuficiente, todavía tengo los pulgares tensos... es por mi diálogo interno.

P. No estoy en el juicio...

R. Sencillamente sé esos pulgares. Trata de ser la sensación, de ser la parte de tu cuerpo en la que te concentras, no de estar en la consigna: debo concentrarme en...

P. Verdaderamente no creo que sea así. No estoy en el: “hay que”. Compruebo que ese diálogo está ahí siempre, siempre. Puedo claramente tomar distancia y verlo hacerse, pero él me atrapa siempre rápidamente.

R. Ahí precisamente debes concentrarte en otra cosa, como los turcos o los griegos que tienen un rosario en la mano. Están discutiendo contigo y, al mismo tiempo, desgranan el rosario, así, hacen el gesto de contar las cuentas. Así, está el diálogo que prosigue y, al mismo tiempo, estamos en la sensación, eso crea una pequeña distancia.

Creo que a pesar de que lo describes como algo anormal en ti, no es tan anormal. Creo que el cerebro se mantiene en forma de alguna manera, dialogando. Siempre hay intercambios. Lo que puedes hacer es que eso permanezca como fondo, una especie de sonido de fondo, desde atrás. Un tipo de diálogo que no para nunca, pero eso que está delante, eso con lo que estás en contacto, es una sensación, sin por ello pensar: debo dejar de pensarla. Y requiere dar más importancia a la sensación, a la punta de la lengua, al aire que pasa por las narinas, aunque quede algún parásito por detrás. Pero lo que está en primer lugar o al menos, lo que pide toda tu atención, es la sensación.

Puedes también, en la vida cotidiana, tratar de estar en tus sensaciones lo más posible, porque en zazen, las condiciones son realmente ideales para pensar, todo está tranquilo, puedes pensar tranquilamente en zazen, no hay nada más que hacer. Puede que en la acción, sea más fácil para ti concentrarte en tus sensaciones. Por ejemplo en el samu, andando, trata de estar realmente en tus sensaciones: el contacto con el suelo, la brisa, el viento que pasa, el canto de los pájaros. Ser realmente con eso.

Tendrás siempre el ruido de fondo de tu diálogo interno en tu oído, pero quedaría lejos, atrás. Lo que está en primer plano, es cómo practicas. Cuando pelas verduras, pelas, cuando cocinas, cocinas, eres verdaderamente una con los utensilios y, bueno, hay algunos pensamientos ahí atrás, aunque te atrapen.

P. Pero Roland, es cierto que cuando hay acción noto que funciona, pero en zazen, sé hacer durar más ese momento en el que estoy desapegada de ese monólogo. Comprendo, no me molesta que esté ahí, OK, eso lo he comprendido, pero es como una espiral que vuelve a atraparme.

R. Deja de tener miedo al vacío. Tengo la impresión de que es una de las funciones del diálogo interior, aparte de que es una función fisiológica natural del cerebro: intercambiar informaciones. Si investigamos ese diálogo interior, cuando pensamos, como decía Descartes nos da la sensación de existir. Tenemos miedo de no ser nada si dejamos de pensar. Hay una especie de miedo al vacío, de miedo al silencio.

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