Las cuatro vías del bodhisatva de Dogen





DAISATTA SHISHOBO

Las cuatro vías del bodhisattva


Ser bodhisattva es actualizar zazen en la vida cotidiana

Cuando estamos concentrados en la postura de nuestro cuerpo en zazen, pensamos con el cerebro derecho, dejamos nuestro discurso interior, dejamos de apegarnos a cualquier noción y sobre todo a la noción de un “yo” en zazen. Ya no soy yo el que hace zazen. Cuando nos olvidamos totalmente en la postura y en la respiración sólo queda zazen. En este zazen el cuerpo y la mente están en unidad con todo el universo. Todo espíritu de separación desaparece. En la inspiración, recibimos la energía del cosmos; en la espiración, esta energía se difunde en nuestro cuerpo. Nuestro espíritu se convierte en una puerta batiente, abierta a la vez al interior y al exterior. Así se desarrolla nuestra receptividad a la verdadera naturaleza de nuestra existencia que se actualiza en la práctica de zazen; una naturaleza totalmente libre, que no se estanca, que no se coagula mentalmente. Nuestra interdependencia con el sistema cósmico se actualiza.

¿Cómo continuar esto? ¿Cómo expresarlo en la vida cotidiana? ¿Cómo vivir a partir de este espíritu? Es el sentido de ser bodhisattva, cómo vivir a partir de nuestra realidad más profunda, vivir de manera auténtica, de manera transparente. Los diferentes votos, las diferentes prácticas en el fondo sólo son expresión de esto, de esta experiencia de zazen. No creáis que le falta algo a la práctica de zazen, algo que hubiera que completar a través de la ordenación, los preceptos, los votos. Si el espíritu de zazen guía vuestra existencia naturalmente, el deseo de recibir la ordenación aparece, de seguir los preceptos, de realizar los votos del bodhisattva como el sentido mismo de nuestra vida, de nuestra vida en unidad con todos los seres.


Amar zazen

¿Qué hay que añadir? ¿Qué falta a este zazen? Cuando practicamos zazen juntos, podemos hacer la experiencia de una forma de ser en nuestra vida, donde no falta nada. Donde no son necesarios los “tú debes”; donde los “hay que” desaparecen. Cuando nos sentamos en esta actitud, en este estado, podemos realizar la verdadera libertad. Dejar la tensión entre una u otra cosa. Cada instante es absoluto, completo. Más allá del antes y del después.

Un aspecto importante de nuestra vida de bodhisattva es amar zazen, compartir nuestro amor de zazen con los otros. En ese momento no hay necesidad de esfuerzo. Si uno quiere, el esfuerzo no es necesario. El amor es mucho más poderoso que la fuerza. Cuanto más damos a zazen nuestra atención, nuestra energía, más podemos recibir de zazen y más natural se convierte el compartir con otros esta práctica.

Estoy aquí hoy con vosotros porque, desde el primer instante que hice zazen, amé el zazen. Diría que zazen también me ha amado e incluso esto que trato de expresar, esto, viene después. La práctica de zazen no tiene consciencia de hacer zazen, de amar zazen, de ser amada por zazen. En el instante de zazen no hay más que zazen, todo el resto desaparece. Todo el resto se libera.


Las cuatro vías del bodhisattva

El Maestro Dogen escribió un capítulo del Shobogenzo que se llama: Daisatta Shishobo, “Las cuatro vías del bodhisattva”; para ayudar a los seres humanos. Se trata del fuse, del don; de ai go, las palabras de amor; de ri gyo, las acciones benéficas; y de do ji, no diferenciarse de los otros.


Fuse: El Don

Nuestro cuerpo no nos pertenece. Todo lo que creemos poseer solamente nos ha sido prestado por el orden cósmico para un periodo de tiempo limitado. Podemos sentir, experimentar que recibir y dar es hacer circular la energía, armonizarse con el orden cósmico. No nos convertimos en algo más cuando recibimos ni disminuídos cuando damos. Nosotros mismos no estamos limitados a este cuerpo. Si sentimos que el otro y yo no somos diferentes ni estamos separados, cuando un fuse se da, o bien es recibido, es justo un intercambio. En el total entre nosotros dos nada aumenta ni disminuye. Por ejemplo: si alguien ama completamente a otra persona, se convierte en esta otra persona. Si esta otra persona recibe una gran alegría, él no se pone celoso, al contrario, se alegra como si él mismo lo hubiera recibido, porque se ha hecho idéntico al otro, es lo que se llama do ji. Así, las cuatro acciones del bodhisattvas son completamente interdependientes.

El Maestro Dogen decía: “Solamente por la virtud del fuse, él le llama futon, es decir: sin avidez, sin cálculo, solamente por esta acción, podemos construir un mundo posible”. Todavía es más verdad en nuestra época. Si el espíritu del don y de solidaridad no se desarrolla, seguramente el mundo corre grandes peligros, muchos conflictos aparecerán. Así, para los que practican zazen como nosotros, es importante cultivar el espíritu del fuse, es la primera expresión de nuestra práctica como bodhisattvas.

Dogen dice: “Cada uno posee en su naturaleza propia la capacidad de dar, de hacer fuses espiritual o materialmente en cada momento; nos creemos pobres, tenemos todo el tiempo miedo de perder algo, de tener menos si damos algo”. Practicar zazen permite encontrar nuestra verdadera riqueza, realizar el espíritu que no mide, que no compara, que no crea divisiones ni separaciones. Entonces, el universo entero es mi posesión.

Dogen señala: “Ya que nada nos pertenece, podemos dar. Justamente porque nada nos pertenece en propiedad, podemos separarnos de nuestras posesiones, sin tener menos”. Poco importa si el fuse es importante, grande o pequeño, no es una cuestión de cantidad: lo importante es que sea benéfico para los otros.

Una forma de fuse que es muy importante es dar la propia vida para la práctica de la Vía. Ir a hacer zazen al dojo, practicar con los otros, dar nuestro tiempo, nuestra energía, dar nuestro propio cuerpo para hacer existir ese zazen. Y así, permitir a los otros practicarlo sin esperar una recompensa, sin segundas intenciones, sin cálculo, entonces, este zazen es ilimitado, una acción ilimitada. Si nos entregamos así a la Vía, nuestra vida se completa.

Ai go, palabras de amor

Ai quiere decir amor, y go, palabra. Ai go son las palabras de amor, no las palabras de seducción, quiere decir que no utilizamos palabras brutales, duras, sino que nos preocupamos del bienestar de los que encontramos. Quiere decir, estar atentos a la persona a la que hablamos, como un padre con su hijo. No es utilizar palabras diplomáticas sino expresar el verdadero espíritu. Ai go tiene el poder de reconciliar a los enemigos, de cambiar completamente el estado de espíritu del otro. Cada uno tiene mucho miedo en su mente, ai go, las palabras de amor, apaciguan los temores, dan un sentimiento de seguridad, de ser aceptado tal y como uno es, con simpatía, sin juicio, sin rechazo. Ai go, como el fuse, tiene el poder de cambiar el estado de espíritu de las personas que lo reciben. Como cambiar el estado de espíritu es una cosa muy difícil, ai go, como el fuse, es un medio muy importante para el bodhisattva, para ayudar a los seres a cambiar su espíritu ordinario y hacer aparecer el espíritu de la Vía.


Ri gyo: Las acciones benéficas

Ri gyo quiere decir cuidar de cada persona, sea cual sea su posición. No en relación a uno mismo, no en relación con el propio interés sino para permitir que esta persona se desarrolle en la vía. Ri gyo no se practica solamente con los seres humanos sino con todos los seres. Dogen, por ejemplo, cita la historia del hombre que habiendo visto a los pescadores que habían atrapado una tortuga, compró la tortuga y la liberó. Es ri gyo, cuidar de todos los seres vivos, sentir compasión por ellos sin esperar un mérito especial o una recompensa. Sencillamente no poder hacer otra cosa más que ayudarlos, inconsciente y naturalmente, no decirse: “Hace falta que practique ri gyo.” Sencillamente dejar que el propio espíritu de compasión se manifieste, no reprimirlo, no bloquearlo teniendo miedo de molestarse a uno mismo, de perder algo. El Maestro Dogen decía: “La gente estúpida cree que, si el bienestar de los otros está en primer lugar, el nuestro va a disminuir. En realidad no hay oposición ni separación entre el otro y uno mismo”.


Do ji: no diferenciarse de los otros

Dogen dice: “Como Sakyamuni Buda que nació y vivió toda su vida como ser humano”. Toda su vida ha sido la práctica, la Vía de do ji, es decir: No separarse de los otros sino, al contrario, practicar completamente con los otros sin convertirse en alguien especial. Algunos se hacen monjes o monjas y, a partir de ahí, desarrollan un cierto orgullo espiritual. Piensan que se han convertido en gentes especiales, por encima de los otros. Si pensamos así, eso es una ilusión; llegar a ser bodhisattva, monje o monja quiere decir profundizar cada día en lo que nos une con los otros, en lo que no nos diferencia de los otros.

Lo que crea las diferencias entre los seres es el karma, las acciones que sigue nuestro ego. Ser bodhisattva, monje o monja es enraizar la propia vida en la práctica de zazen que nos pone en contacto con lo que no es diferente de las otras existencias; no solamente de las otras existencias humanas sino tampoco de los animales, de las plantas, de los árboles, de las montañas, de los ríos, de las estrellas. Es realizar la dimensión cósmica en nuestra existencia. De esta forma nuestro espíritu se hace vasto. Hacerse monje es estar completamente solo, zambullirse en la soledad, es decir, en el hecho de que no podemos poseer nada; pero si lo aceptamos desde el fondo de nuestro cuerpo y nuestra mente, nuestra vida se abre a lo universal, a la dimensión más allá de nuestro pequeño ego.

El lugar en que esta práctica de do ji se realiza mejor es en el dojo. En el dojo, seamos monje, monja, bodhisattva o sencillamente laico, sin ordenación, cumplimos exactamente las mismas reglas, la misma postura, la misma práctica; todos practicamos gassho, zazen. sampai, de la misma manera. La misma respiración, el mismo espíritu que no permanece en nada, el mismo espíritu que es shuke, sin morada. Nuestro verdadero espíritu es el espíritu de monje, el espíritu de monja. El vasto espíritu como el cielo que lo acepta todo, que incluye todo sin rechazar nada: el sol, la lluvia, las nubes, a veces la tormenta, el día y la noche.

El Maestro Kanshi dijo: “El mar acepta el agua sin límite, así crea vastos océanos. Las montañas aceptan la tierra sin límite, así forman altas cordilleras. Igualmente, un soberano que tiene sabiduría comprende el espíritu de cada uno de sus súbditos, no crea discriminaciones y rechazo entre los seres, así un vasto pueblo se reagrupa alrededor de él y forma un gran país porque no rechaza a nadie”. Así es el espíritu del bodhisattva, el espíritu de do ji, el espíritu de zazen.

Cuando nosotros practicamos zazen, juntos en el dojo, abandonamos el espíritu que crea separaciones y ese zazen influencia todo el universo, es lo que se llama do ji jo do, la realización simultánea de la Vía, por todos los seres.

Por supuesto, esto pasa de manera invisible, no podemos asirlo, sencillamente quiere decir que nuestro zazen no está limitado a nosotros mismos. Es como cuando tiramos una piedra al agua, las olas concéntricas que se crean en ese momento se propagan hasta el infinito. Si una sola persona cambia en su cuerpo y en su mente, automáticamente influencia al mundo entero, aunque no sea visible; ningún fenómeno, ningún ser, está separado de los otros.

Si seguimos de esta forma, esta ley cósmica fundamental, do ji, no diferenciarse, no separarse de los otros, armonizarse con esta realidad, ejerce una buena influencia en nuestro entorno y nos sentimos responsables de nuestra propia vida, de los efectos de nuestra vida en los otros. Si vivimos así podemos encontrar un sentido profundo a nuestra existencia, nuestra vida puede encontrar su verdadero valor.

Roland Yuno Rech- Solingen 1996

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