POSTROHATSU: EN AGRADECIMIENTO

 POSTROHATSU: EN AGRADECIMIENTO

 EL NIRVANA DEL BUDA

 Bajo sus piernas cruzadas

cada año reverdeció el junco.

 No podía vivir su propia muerte

y devino una criatura penosa;

 pero cuando sus ojos

se posaron en la Osa Mayor,

 en el bosque de la muerte

dejaron de oírse.

los lloros desconsolados

y los gritos estridentes de los demonios

que se lamentaban por ellos mismos.

Daichi (1289-1366)

          Sentado bajo el árbol de la bodhi, contemplando la estrella de la mañana al alba, Shakyamuni despertó y fue el Buda, el Despierto y “todos los seres con él alcanzaron simultáneamente el despertar”.

Tras su primer impulso de no enseñar, Brahma Sahampati, el creador, monarca de mil mundos, le pidió a Buda que enseñara el Dharma, que había seres humanos que no tenían los ojos cegados por el polvo y podrían entenderlo. Ante estas palabras, el Buda sintió una enorme compasión y accedió. Se preguntó: “¿A quién podría enseñar el Dharma? ¿Quién podría comprenderlo más fácilmente?

 Su primera expresión de la enseñanza fue el agradecimiento

 Buda se detuvo a cierta distancia del árbol de la bodhi y se quedó una semana entera mirándolo sin parpadear. En este mismo sitio se erigiría la estupa de “La mirada que no parpadeó”. El texto fuente dice que lo hizo porque estaba agradecido al árbol que lo había cobijado mientras practicaba.

 Tras su decisión de enseñar, se preguntó a quién debería dar esta enseñanza. Pensó con gratitud en sus dos viejos maestros que le habían enseñado a meditar al poco tiempo de dejar su hogar. Alara Kalama que le había enseñado “La doctrina de la esfera de la nada” severos ejercicios, privaciones constantes que conducían al individuo a la inconsciencia, adecuándolo así con la quietud primordial del universo. Este conocimiento no le satisfacía. En el fondo de sí mismo, sabía que esa doctrina no llevaba ni a la abolición del deseo, ni a la paz interior, ni al verdadero conocimiento, ni al despertar último. 

 Dejó a Alara Kalama y fue a Rajagrha, donde encontró a Rudraka Ramaputra, que enseñaba “La concentración profunda”,  lo instruyó en ejercicios sobre la respiración y en la concentración que llevaba a la contemplación absoluta, “al lugar donde no hay ideas ni ausencia de ideas” dice el Lalitavistara. Dominando el cuerpo, podía alcanzar así la identificación con el alma primera, genuina, estas meditaciones le llevaban a la santidad individual, pero no a la liberación y menos a una liberación válida para todos los seres. Y también decidió dejarlo.

 Pero… estos maestros habían muerto y no podía expresarles su gratitud enseñándoles el dharma. Allí, en el asrham de Rudraka, había conocido a los que luego serían sus cinco compañeros de ascesis, con los que se retiró durante diez años a diez kilómetros de Gaya, al bosque Uruvila, a orillas del río Vairanjana. Años de profundas privaciones. A menudo Shakyamuni se alimentaba solo de un grano de arroz en todo el día, mortificación tras mortificación, reconoció la inútil vanidad de estas mortificaciones y así descubrió “la vía del medio”. Recordó a estos cinco compañeros de ascesis, recordó los momentos comunes y la ayuda y apoyo que había recibido de ellos mientras practicaba las mortificaciones. Con gratitud fue  a buscarlos y les dio la enseñanza del dharma.

 Sabiduría, compasión, gratitud. Gratitud a quiénes le habían acompañado, a quiénes le habían ayudado: el árbol, sus maestros, los cinco compañeros de práctica.

 En el Sutra Mangala, “Sutra de los signos auspiciosos”, se dice que uno de estos signos auspiciosos es la gratitud, a través ella se expresa la progresión espiritual.

 Así, nosotros también hemos querido expresar en este día del Rohatsu nuestra gratitud por su enseñanza y práctica liberadora, actualizando la misma práctica que él enseñó y que ha llegado hasta nuestros días.

“En la gratitud, que solo depende de nuestro corazón, escribía Knordfield, podemos sentir cómo la misma fuerza que empuja la hierba a través de las grietas de la acera dinamiza nuestra propia vida y podemos regocijarnos en ella. Como niños, encontrar cada nuevo momento con asombro y gratitud. En el Tíbet, los monjes y monjas ofrecen incluso oraciones de gratitud por el sufrimiento que se les ha dado: Concédeme que tenga suficiente sufrimiento para despertar en mí la compasión y la sabiduría lo más profundas posibles”.

Hay un misterio que rodea incluso nuestras dificultades y sufrimientos. A veces, es a través de las cosas más difíciles que el corazón aprende sus lecciones más importantes. A medida que crece la gratitud hay más lugar para la alegría, para el gozo incluso. Podemos encontrar cada momento con asombro y gratitud. Podemos alegrarnos por las personas que amamos, por los momentos de bondad, por la luz del sol, por los árboles, por el viento, por el latido de nuestro corazón, por la luna entre los árboles y por el mismo aliento de de nuestros pulmones.

Camino del dojo

me acompaña el leve viento.

La luna llena entre las nubes

colma mi cansado corazón.

 

Agradecer a todos los que hacéis posible la actualización en la intimidad de nuestra práctica de la práctica del Buda, transmitida desde hace 2500 años, con este extracto de su última enseñanza, traducido por Gérard Pilet de “La enseñanza del Buda”, Bukkyo Dendo Kyokai, Tokyo).

Cuando estaba acostado bajo los árboles del bosque de Sala en Kusinagara, el Buda se dirigió por última vez a sus discípulos insistiendo sobre la importancia del Dharma, de la enseñanza. Quería que la enseñanza y no una persona fuera el maestro de sus discípulos.

 Les dijo:

 “Sed vosotros mismos vuestra propia lámpara. Sed vosotros mismos vuestra propia isla. Vuestro recurso. No dependáis de nadie.

Que mi enseñanza sea vuestra lámpara, que mi enseñanza sea vuestra isla, vuestro propio recurso, vuestro propio hogar…

     Cuando constatéis la universalidad del sufrimiento, no temáis. Para liberaros de él seguid mi enseñanza, incluso tras mi muerte. Si lo hacéis así seréis en verdad mis discípulos. Nunca olvidéis las enseñanzas que os he dado. Ni dejéis que se pierdan. Conservadlas, estudiadlas, practicadlas. Siempre seréis felices si las seguís.

     No malgastéis vuestra mente y vuestro tiempo permaneciendo inactivos o en vanas discusiones y peleas.

    En su estación gozaréis de las flores del despertar y recogeréis el fruto del Justo Camino. Yo he seguido este mismo camino y de él saqué mis enseñanzas. Si no descuidáis estas enseñanzas, aún separados estaremos unidos.

     Se acerca mi fin, nuestra separación no puede tardar, pero no os lamentéis. La vida es continuo cambio. Cada cuerpo se disuelve, os lo voy a demostrar con el mío propio que se deshace como un carro abandonado. No os lamentéis en vano, más bien admiraos por esta ley de impermanencia y daros cuenta hasta qué punto está vacía la vida humana.

     El verdadero Buda no es un cuerpo humano. Es el Despertar. El cuerpo ha de desparecer, pero la sabiduría del Despertar, permanece eternamente en la verdad del Dharma, en la práctica del Dharma.

    Tras mi muerte si queréis ser fieles a mí, seguid el Dharma, el será vuestro maestro.

    Durante los últimos cuarenta y cinco años últimos de mi vida no he mantenido ningún secreto. Nunca he mantenido en secreto nada de mi enseñanza. No hay ni enseñanza secreta, ni sentido secreto. Todo ha sido enseñado abierta y claramente.

     Mis queridos discípulos, este es el fin. Estas son mis últimas enseñanzas”.

  



En gassho Antonio Taishin Arana, Dojozen Genjo Pamplona/Iruña

Comentarios

  1. Gracias, maestro, por esta enseñanza 🙏
    "No me buscaríais sino me hubiérais encontrado (Agustin de Hipona)

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿QUE ES LA ÉTICA?: UN HORIZONTE INELUDIBLE

TRAS CULTIVAR EL SILENCIO EN AIN KARIM-HARO 2023

Cultivando el Silencio, retiro del 24 al 26 de noviembre en Ain Karim , Haro