Practicar zazen en la frenética sociedad actual

 

                


 PRACTICAR ZAZEN EN LA FRENÉTICA SOCIEDAD ACTUAL

 En esta época que nos está tocando vivir, o que bien podríamos decir que nos está tocando sufrir, el neoliberalismo ha acabado imponiendo su tesis y ha sido el claro vencedor histórico de las sociedades actuales. Sin entrar en el análisis del precio que hemos pagado por ello (y del precio que están pagando los países subdesarrollados), podemos lanzar grandes espurios contra este sistema, pero digno es reconocer que ha traído grandes cuotas de bienestar, de desarrollo personal, de libertad individual y de libertades a la hora de poder desarrollar cada uno su proyecto existencial.

Se puede hacer si se quiere un estudio sociológico a nivel europeo sobre el poder adquisitivo del practicante de la vía actual, y darnos cuenta que en la mayoría de los casos nos encontramos ante un individuo de cierta clase, que no procede de las clases más bajas de la sociedad. Cómo Buda en su palacio antes de buscar la vía, tenemos cierto acceso a un gran número de deseos y de posibilidades de desarrollo personal. No mendigamos la comida, y en cierta manera podemos considerarnos como burgueses. Como clase media.

Quien más quien menos, tenemos acceso a los llamados bienes de consumo, a desarrollar aficiones que nos hagan sentir bien, y aunque a veces tengamos que rascarnos los bolsillos, tenemos bastante más de lo que pudiéramos considerar como necesario. La paradoja radica, en que lo necesario cada vez aumenta más y más y parece que nunca tenemos demasiado. O que nunca llegamos a lo suficiente. En ese sentido el neoliberalismo ha triunfado, nos tienen donde quieren tenernos: en el lugar psicológico adecuado, para que la maquinaria socio-económica pueda seguir funcionando.   

Podemos mantener la tesis de que el capitalismo no es sólo un sistema socio-económico sino una manera de pensar y de vivir que se ha incrustado en nuestra sangre y en nuestra psique. Por mucho que nos quejemos llevamos un capitalista dentro, y nos apegamos sin cesar a las comodidades que esta sociedad industrializada y digital nos ofrece.

Dicho de otra manera este sistema es tan coercitivo, que ya no sabemos vivir de otra manera, bien por nuestros apegos, bien porque vivir de otra manera significa situarse en los márgenes de la sociedad. Ya nadie concibe la vida sin coche, sin internet, sin móvil, sin redes sociales. Es posible que haya gente sin coche y sin carnet, pero vivirá en medio de la urbe con comodidades a cada paso. Puede que viva un poco más apurado económicamente pero no le faltará su móvil ni su conexión a internet. Podemos decir que el mundo nos obliga a ello. Puede uno irse a vivir a la más remotas montañas, pero no lo hará sin ordenador y sin wasap.     

Haciendo un análisis más profundo de esta época puedo afirmar, que las sociedades actuales han borrado de un plumazo los lugares de tránsito. No hay ni lugares ni espacios de tránsito. Esta eliminación de los lugares de tránsito afecta por supuesto también a la práctica de la vía de Buda como expondré más adelante.

Pero, ¿qué es lo que entiendo por un lugar de tránsito? El camino que nos lleva de un lugar a otro. El lugar donde no estamos ni aquí ni allí sino en camino. Nuestro modo de vida  ve todos esos lugares de tránsito como una negatividad que hay que eliminar.    

Los lugares de tránsito pasan rápidamente en la vida cotidiana. No hay espacio de un lugar a otro. El sujeto actual pasa de ser un sujeto de producción a un sujeto consumidor, sin apenas lugares de tránsito. Por la mañana trabaja, por la tarde consume su ocio.  Es a la vez productor y a la vez consumidor. El ocio se ha convertido en consumo, no sólo de productos u objetos de compra sino también de un ocio- entretenimiento donde el sujeto es a la vez consumidor de películas, de libros… de todo. El centro comercial simboliza la ausencia de fronteras, todo es objeto de consumo, el cine la librería están situados al mismo nivel que la tienda cosmética o la tienda de ropa. Los lugares donde hay de todo, donde la vista se pierde y donde el exceso de luminosidad refleja el exceso y la abundancia de objetos de consumo.

No hay tiempo que perder, del trabajo puede uno ir al centro comercial, y pasa de un lugar a otro sin tránsito. La larga cola de coches es la negatividad, el trayecto al centro es aquello que no debería ser, el tiempo perdido, el tiempo de lo inútil.

El paradigma de la productividad es llevado al tiempo de ocio. No sólo el directivo de la empresa multinacional piensa en términos de productividad, sino también el obrero-consumidor que está en la base de la pirámide social, también piensa a través de dichas categorías.

El aburrimiento expone el tiempo más vacío y absurdo dentro de nuestras sociedades, no hay tiempo para aburrirse. Del trabajo a la oferta de ocio donde uno tiene que pasárselo bien, o mejor que bien para sentirse vivo, tremendamente vivo.

Esto indudablemente se paga, se paga neuronalmente y se paga en términos de calidad de vida. No tenemos más vida que una vida de estrés y ansiedad. Si comparamos la vida actual con la de otras épocas podemos ver que la cantidad de estímulos y de información que el sujeto de hoy tiene que manejar, ha crecido exponencialmente. Según un último estudio 144 minutos al día de media en las redes sociales. Podemos decir que nuestras cabezas están sobresaturadas. Pero no de pensamientos sino de información que es algo notablemente distinto.

Todo ello referido al practicante de la vía, puede resumirse que dicho practicante participa de su propia época, y de que ello influye notablemente en la práctica de la vía. La falta de tiempo es la característica principal de nuestras vidas, y parece que no nos queda más remedio que acelerar el paso para llegar a lo que queremos llegar.

¿Cómo se refleja esto en la práctica de la vía? Para practicar la vía del zen, es inevitable practicar zazen, por lo menos hasta que la salud nos acompañe para poder dedicar la energía a zazen y evidentemente la práctica no acaba en el cojín, sino que impregna la vida cotidiana.

Surge la inevitable pregunta ¿Qué tiempo dedicar a zazen, cuándo y cómo? ¿De qué manera? ¿Qué lugar va a ocupar en mi vida el tiempo reservado al cojín? Por otra parte el mundo del deseo, de la avidez de las cosas y por las cosas, que está potenciada por la sociedad actual nos llama a la puerta. Las ofertas del sistema neoliberal golpean nuestra mente. Ante las enormes posibilidades de desarrollo que nos ofrece este sistema, unido a las obligaciones laborales, relaciones familiares y demás parece imposible dedicarle un tiempo a zazen.

Zazen se puede convertir en un objeto entre otros, en un deseo entre otros, en competencia con otros deseos,  con otras posibilidades de desarrollo. Esto puede producir un efecto contraproducente, que es acelerar todavía más nuestra vida cotidiana para poder hacer un hueco a zazen.

La pregunta que me surge es ¿Es necesario habilitar un lugar de tránsito entre zazen y la vida cotidiana? Intentaré poner un ejemplo de todo esto. Un día cualquiera en la vida de un tal X. El señor o la señora X, terminan su jornada laboral, Tiene pensado ir a zazen, pero también tiene que hacer compras, (por poner un ejemplo) para su vida diaria. Ya que sale de casa quiere rentabilizar el viaje, y matar dos pájaros de un tiro. Comprar para su vida diaria e ir al dojo.

Va al lugar de compras, y como los lugares de compras están diseñados para distraer, para que la mirada se vuelva ávida y se disperse, al final se entretiene donde no tenía que entretenerse, y su atención es captada y atrapada por aquello que no pensaba que iba a ser atrapada. Pierde cierta noción del tiempo, sale del lugar de compras y encuentra otro contratiempo: el tráfico. Los nervios se ponen a flor de piel, pero al final logra llegar al dojo, a tiempo para zazen. Sin embargo llega con la lengua fuera. Ese individuo X, pasa de la agitación y estrés absoluto, a la inmovilidad absoluta, de una actividad frenética a sentarse sin moverse en un cojín de meditación.

Es esta pequeña escena se representa el espejo de nuestras sociedades, donde pasamos de un lugar a otro sin tránsito. Ahora bien, analicemos cómo será el zazen de ese individuo X. Probablemente saldrá del dojo, después del tiempo de zazen con cierta calma mental. Pero, ¿estará practicando la vía, o estará en condiciones de practicar la vía dicho individuo? ¿Cómo será dicho zazen?

Estará en condiciones de dos cosas. La primera de confundir la vía con conseguir cierta calma mental en medio de una ajetreada vida. Y segundo puede proyectar la mentalidad de la productividad a la práctica de zazen. Es decir tengo que hacer un montón de cosas y además zazen. Zazen es un tiempo productivo donde consigo cierta calma mental en medio de una vida estresante. Un tiempo donde tengo que hacer algo, o dejar de hacer un algo, para conseguir otro algo. En este caso la calma mental.

Esto último es bueno, nadie puede decir que la calma mental sea mala, pero la pregunta es si es posible quedarse congelado ahí y no traspasar nunca la barrera de la calma mental.  Según la enseñanza de Buda la calma mental es una condición necesaria pero no suficiente para penetrar en la práctica de la vía. La calma mental nos prepara para poder penetrar en la visión profunda (Sho ken) que es lo que realmente libera. La comprensión de cómo son los fenómenos en su última realidad y vivir en consecuencia con ello.  

En nuestras sociedades actuales la meditación prolifera, añadiéndose cada vez más métodos y métodos. Eso no es en el fondo ni bueno ni malo. La pregunta de fondo es si el individuo de hoy, está en condiciones de practicar la vía, de traspasar la barrera de la calma mental, para acceder a la esencia de la vía, a lo que verdaderamente libera.  A la esencia de la enseñanza.

Esto nos devuelve a la pregunta anterior de este artículo, ¿es necesario establecer lugares de tránsito entre la vida cotidiana y zazen? Siguiendo el ritmo de la vida actual, nos hemos cargado todos los lugares de tránsito. ¿Qué sentido tiene practicar zazen, cuando quizá no somos capaces de sentarnos un rato en el sofá sin hacer nada, mirando a las musarañas o perdidos en nuestras propias reflexiones? La realidad es que nuestro modo de vivir influye notablemente en la práctica de la vía. En nuestra vida necesitamos a mi modo de entender huecos vacios, lugares de tránsito que no estén contaminados por el paradigma de la productividad o el pensamiento de que tengo que hacer algo.

Antes de hacer zazen, quizá sea conveniente tomarse un tiempo de tranquilidad, de dar un paseo, de mirar y contemplar la naturaleza, de observar, de perder el tiempo, o de tomarse la vida con tranquilidad, intentando evitar los cambios bruscos, las dicotomías extremas que cada vez son más frecuentes en nuestras vidas.

Dicho de otra forma, al igual que pasamos de ser trabajadores a ser consumidores en cero segundos, sería bueno intentar no pasar en cero segundos de ser agitados ciudadanos a practicantes de zazen. Salir y entrar en la postura de zazen, no sólo se limita a los pocos segundos de balanceo antes de adoptar la postura, sino a lo que hemos hecho y cómo hemos hecho lo que hemos hecho antes de practicar zazen. Ningún aspecto de nuestra vida queda al margen de la vía.

En última instancia no hay que esperar a zazen para relajarse, sino aprender a relajarse antes de practicar zazen. Zazen no es un lugar de relajación, sino de observación profunda de la verdadera naturaleza de los fenómenos. No convertir el cojín de meditación en un lugar de relajación en medio de nuestra ajetreada vida, sino en el lugar donde empieza nuestro caminar en la vía. Este es el reto al cual nos enfrentamos como individuos que queremos caminar en la vía, en los tiempos actuales.

Para ello se necesita discernimiento, un profundo discernimiento que hemos de buscar constantemente, y que lo hemos de buscar sinceramente en nuestro propio interior, y en nuestro propio modo de vida.

 

Eduardo Donin García.             

                         

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