Una montaña no es ni verdadera ni falsa. Roland Yuno Rech
Una montaña no es ni
verdadera ni falsa
Durante zazen, entregamos toda
nuestra energía a la postura del cuerpo y prestamos toda nuestra atención a la
respiración. Tenemos cuidado en no seguir nuestros pensamientos, en dejar de
discriminar. Por supuesto que aparecen pensamientos, discriminaciones. Tomamos
conciencia de ellos un instante, pero no nos paramos en ellos; volvemos a la
postura del cuerpo, a la respiración.
Así, ya no es el mental que
discrimina el que nos dirige. La mente en zazen, debe efectuar esta conversión
variable, esta revolución interior de abandonar el modo de pensar ordinario,
que está condicionado por “me gusta, no me gusta”, dicho de otro modo, por
nuestras emociones, nuestros deseos y nuestras versiones. No es que los
rechacemos o los reprimamos, sino que no les damos tanta importancia.
Pero esto, no podemos realizarlo
voluntariamente; no podemos decidir dejar de discriminar, de preferir o de
rechazar; pues eso sería de nuevo, una preferencia o una discriminación. Sólo
la gran concentración en la práctica con el cuerpo, permite estar más allá de
la mente dualista y hacer realidad lo que llamamos el estado de conciencia hishiryo. Siendo shiryo el estado de la mente
que mide y compara sin cesar, por tanto el modo de funcionamiento del mental
y del ego.
Lo que permite ir más allá del
modo de funcionamiento ordinario, es que
la práctica de zazen se hace más fuerte, más enérgica que nuestros hábitos
mentales; que la práctica misma nos arrastra más allá. Facilita el soltar
presa. Una vez más, querer soltar presa es muy difícil, pero si nos absorbemos
en la práctica, el soltar presa se produce naturalmente. Ya que nuestra energía
está más allá del deseo de asir, de poseer o de rechazar.
En zazen, podemos ver claramente
que todas las posiciones dualistas tales como el apego a lo verdadero, a lo
falso, al bien o al mal, son el producto de nuestras fabricaciones mentales.
Una montaña no es ni verdadera ni falsa, es justo tal como es. Un tigre no es
ni bueno ni malo, es justo tal cual es.
Los seres humanos discriminan porque se han construido un ego, se han
identificado con ese ego. Así, es hermoso y bueno todo lo que le favorece, es
agradable; es malo todo lo que le perturba. Aunque en la vida cotidiana estas
discriminaciones son inevitables, en zazen podemos ir más allá y así,
reconciliarnos con la realidad de la vida de cada instante, estar más en la
aceptación de lo que es, tal cual es. Cuando hace calor, sólo hace calor. No
merece la pena echar pestes contra el calor. Y esto evita que la mente se
altere, es decir, añadir todo tipo de emociones a la realidad de lo que vivimos
en el instante presente.
Esto no quiere decir una total
pasividad ante los fenómenos que encontramos, sino evitar actuar
emocionalmente, darse tiempo, la posibilidad de ver realmente lo que pasa, y
así, decidir la acción a emprender calmadamente, en función de nuestros
valores, y no en función de nuestros deseos y aversiones.
Así, experimentar en zazen una
manera de ser más allá de toda dualidad, de todo dualismo, permite abordar los fenómenos
de la vida cotidiana con mucha más serenidad. Es lo que permite al bodhisattva
vivir en el mundo y continuar su práctica de despertar con los otros, ayudarles
realmente, sin por ello, estar en el sufrimiento o en el sacrificio. Sino como
la prolongación de la práctica de zazen, una manera de vivir despierta.
Gracias Roland, gracias Antonio.
ResponderEliminarGassho.