EL ZEN HOY, PARTE I, ROLAND YUNO RECH
EL
ZEN HOY (PARTE I)
Dojo zen de Niza. Domingo 7 de enero de 2018
El zen transmitido desde Buda por el linaje de los maestros, pasando
por Dogen y Deshimaru, no es un “ismo”,
una doctrina dogmática impuesta por una iglesia, algo que todos nosotros
rechazaríamos. Es una experiencia del sí profunda que nos hace superar nuestro
apego a la ilusión de un ego separado y egocéntrico.
“Zazen nos despierta a la verdadera naturaleza de
todas las existencias, todas ellas son impermanentes e interdependientes”.
Rechazar esta realidad es causa de sufrimiento y de
conflicto. Es lo que llamamos transmigración incesante en los seis mundos
condicionados por la ignorancia, la avidez y el odio. Si despertándonos de
nuestra ilusión egocéntrica y percibiendo la realidad profunda, la aceptamos,
no sólo intelectualmente sino con la totalidad de nuestro cuerpo-mente, esa
revolución interior nos libera de nuestras ilusiones y de las causas de nuestros
sufrimientos.
Ella se convierte en la fuente siempre fresca de los
valores que van a animar nuestras acciones, remediar los sufrimientos y dar un sentido auténtico a nuestras
existencias. Esos valores son universales y eternos. Los compartimos con todas
las espiritualidades. Expresan el espíritu religioso de antes de las religiones
que transmitió el Maestro Deshimaru. Esto perturba el espíritu ordinario
egoísta, condicionado por el karma y por las ilusiones que la sociedad propaga.
De ahí la dificultad de transmitir la enseñanza. Pero, cuando esos valores son
vividos a partir de zazen, se convierten en fuente de gozo y de energía siempre
renovada, que nos hace vivir practicando los grandes votos de los bodhisattvas.
Es entonces cuando responden a nuestras expectativas profundas, que son las de
todo ser sensible y que, contribuimos a
restaurar por el testimonio de nuestra vida. Están fundados en la experiencia
de la no-dualidad y de la no-separación entre sí y todos los seres que
caracteriza la naturaleza de Buda.
Estos valores son:
La sabiduría, que permite ver las cosas y los seres
como son. Es la que permite ver la ausencia de substancia permanente y autónoma
de todas las existencias, la última realidad, y hacer de ella una fuente de
actividad benéfica, creando los medios apropiados. Permite desapegarse del
propio ego ilusorio y actualizar la naturaleza de Buda. Esto se expresa por una
mente que no se estanca en nada, que está siempre receptiva a la realidad de
los seres y de las cosas que se presentan ante nosotros. Es lo que estimula un
auténtico espíritu de amor, compasivo y benevolente.
“Sin sabiduría el amor es ciego y la benevolencia no
hace más que fortalecer el ego en lugar de ayudar a superarlo”.
La ideología liberal justifica la avidez, la competición
y la violencia que resulta de ella. Olvida que la solidaridad y el amor son más
fuertes, sino, la humanidad e incluso la vida, hubieran desaparecido de nuestro
planeta desde hace mucho tiempo. Estos valores, a menudo se manifiestan cuando
la existencia de los seres vivos es amenazada. Es lo que vemos manifestarse
actualmente y que los discípulos de Buda pueden ayudar a desarrollar dando a la
ecología su dimensión espiritual.
Para ello, la práctica de zazen refuerza la paciencia
y la energía necesarias para desarrollar acciones de solidaridad.
La paciencia es un gran valor. Permite no desanimarse,
continuar practicando lo que es bueno y justo, a pesar de los obstáculos.
Permite no desviarse de la Vía. Es necesaria para la realización de toda gran obra
y, sobre todo, para el cumplimiento de la Vía, transformar los obstáculos en
ocasión de profundizar la práctica del despertar.
La energía: es como la paciencia, lo que necesitamos
para continuar el Gyoji. Al ego no le gusta que se le pidan esfuerzos. Pero
zazen nos conecta con una energía más profunda que la movilizada por nuestro ego y nos permite recargar constantemente. Es lo
que permite seguir la Vía “inconscientemente, naturalmente, automáticamente” como siempre recordaba Sensei.
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