Byung Chul-Han, aproximación a su filosofía: La agonía del eros.




UNA APROXIMACIÓN A LA FILOSOFIA
DE BYUNG CHUL-HAN

En el primer ensayo de “La agonía del eros”, el filósofo Byun Chul-Han, habla sobre un film titulado “Melancolía”, donde un meteorito va a chocar contra la tierra. La protagonista del film espera esa apocalipsis como una liberación del propio infierno narcisista en el que vive y no sabe salir de él. El choque del meteorito se convierte para la protagonista del film en una experiencia erótica donde el advenimiento de lo otro se va a convertir en una verdadera experiencia vital. Quizá en la única experiencia verdaderamente vital que haya experimentado en su vida. 

En este ensayo lo que Byung quiere transmitir es el infierno de lo igual en el cual parece estar atrapado el hombre moderno. La uniformidad del mundo actual, que ha perdido todo contacto con el eros, y que ha cerrado las puertas a toda forma de negatividad.

Lo otro se convierte siempre en una amenaza en una ruptura con lo establecido y planificado previamente. 

La protagonista del film ve la vida como un todo programado en donde verdaderamente no puede establecerse ninguna relación, y ante ello, la muerte; ese advenimiento de lo totalmente otro se convierte en una liberación del infierno de lo igual. Del infierno de lo eternamente programado.

Hoy en nuestros días, no es de extrañar que la muerte haya desaparecido de la conciencia del hombre moderno, que esté siendo enterrada en lo más profundo del inconsciente.

Lo que en el fondo se rechaza, es el advenimiento de lo otro, la ruptura con el mundo de lo conocido y planificado de antemano. El hombre moderno es débil vitalmente, cualquier imprevisto se convierte en una amenaza, como si la realidad tuviera la obligación de corresponderse con nuestros deseos. 

Cuando la tecnología parece aumentar la capacidad de previsión y de control sobre la realidad, aumenta a su vez la sensación de poder y dominio que este tiene sobre ella. 

Por eso el mundo actual es pobre en negatividades, toda forma de control sobre la realidad o sobre la propia vida se ve en forma positiva. El excesivo control que el hombre ejerce sobre la realización de sus planes y la posibilidad de llevarlos a cabo, destapa por otro lado una forma de debilidad, la incapacidad para aceptar lo imprevisto. 

La muerte rompe con todo proyecto, con toda programación, pero la posibilidad de la muerte no entra en los planes del hombre moderno, le quita todo su poder.

Esa concepción de la muerte, esconde un funcionamiento vital especifico, que se protege de todo imprevisto, y que no es capaz de ver en lo imprevisto la posibilidad de liberación que esta le ofrece, salir de su propio yo narcisista. 

En un mundo de excesiva positividad, las verdaderas relaciones son vistas como una amenaza, por que la verdadera relación supone encontrarse con la negatividad de que el otro no es un objeto, sino un ser vivo que es incapaz de ser engullido y poseído por un mismo. 

El otro en su libertad me remite a ser, un ser relacional donde la ruptura, la desposesión, el no disponer del otro cuando yo quiera me genera frustración, pero  la superación frustración es la base para la madurez vital que toda persona necesita.

 El hombre actual es pobre en frustraciones, la sociedad de consumo le permite de disponer lo que desea sin ningún tipo de obstáculo, en el momento, sin espera. 

El ejemplo más claro es internet, donde todo es accesible al instante, donde la oferta es infinita y la disponibilidad es inmediata. 

La inmediatez y la disponibilidad de internet es la antítesis de la realidad de la vida, donde todo exige una espera, donde todo es un otro inaccesible.

El mundo se convierte para el hombre actual en la sombra de su yo narcisista, donde todo está a su alcance. Byung hace una gran diferenciación entre egocentrismo y narcisismo. 

El egocentrismo tiene un centro bien definido y bien construido, el ego, el yo y desde ese centro se protege del mundo y de los demás. El egocentrismo está bien delimitado, tiene fronteras y tiene identidad.

Por el contrario el narcisismo carece de límites, convierte al mundo en una proyección del sí mismo. Todo cuanto encuentra se lo apropia, pierde el ego en las cosas en las cuales se diluye su propia identidad. 

En el mundo narcisista no existe, ni el otro, ni lo otro, no existe el eros, la relación en toda su alteridad y negatividad que eso conlleva, y el sujeto narcisista se protege de la perdida con un nuevo objeto en el cual pueda volver a diluirse.

El sujeto narcisista acaba ahogándose en su propio infierno monótono, consecuencia de percibir el mundo como una proyección infinita del sí mismo y no como el encuentro con el otro, con lo diferente, con lo imprevisto. 

En el infierno de lo igual definido por Byung, en el mundo del sujeto narcisista todo queda reducido a algo controlable y consumible.  

Asi Byung en la agonía del eros, percibe y denuncia que en la sociedad actual, hemos perdido el contacto con el eros, con el impulso vital, con la alteridad donde los contrarios se complementan y se alternan, la ganancia, la pérdida, la vida, la muerte, lo inaccesible y lo accesible. 

El sentimiento del amante de percibir al objeto de su pasión y de su amor, no como un objeto sino como un otro con vida, como un otro que no se puede poseer. Todo esto choca con el funcionamiento actual de nuestra vida, donde la publicidad borra toda forma de negatividad y convierte al mundo en un todo asible y accesible, en una posesión sin límites. 

El advenimiento de lo otro hace a la vida un verbo, un ir viviendo que escapa al control de lo controlable. El eros convierte al otro, en otro y no en la sombra del propio yo. Eso es lo que denuncia Byung Chul Han, que el excesivo narcisismo de la época actual erosiona al otro en cuanto otro.

No hay que esperar a la gran muerte, para poder percibir el poder liberador de lo otro, del imprevisto que nos saca de la sombra de nuestro yo que desea controlar la realidad. Cada día en cada momento podemos percibir ese surgimiento, esa sucesión de nacimientos y muertes, que dan a la realidad un aspecto de realidad viviente, de un tú que diría Martin Buber. 

Otro aspecto de la filosofía de Byung Chul –Han, dice que el hombre moderno ya no está controlado por una autoridad externa, con una forma de coacción externa. La sociedad disciplinaria de Foulcault ha sido superada. El hombre moderno está siendo explotado por sí mismo. Es a su vez el explotado y el explotador. El proyecto es el que acaba explotando al hombre y ese proyecto es lo que él había previsto de antemano y en lo cual absolutiza su vida. 

Estamos viviendo una absolutización del proyecto y eso se convierte en una coacción interna de la cual es difícil deshacerse, por que al ser humano le cuesta percibir que está siendo explotado por sí mismo. Por decirlo de alguna manera la explotación se lleva a cabo de modo inconsciente, cosa que ya había sido denunciada por Erich Fromm en su colección de ensayos titulada “La vida auténtica” donde nos alertaba de ese cambio. Donde el hombre moderno había dejado de vender mercancías para convertirse a sí mismo en mercancía. Donde había desaparecido toda forma de autoridad declarada, pero se pasaba a una forma de autoridad no declarada. 

De alguna manera la filosofía de Byung, es una continuación de lo predicho por Fromm. Byung da un paso más allá al decir que la autoridad no declarada ya no es solo la impersonalidad de los mercados o la vaguedad de las palabras como competitividad o rentabilidad, sino algo todavía más profundo o más personal como el proyecto.

El individuo asume el proyecto como algo propio y dicha absolutización del proyecto lo absorbe lo aniquila, le hace sentirse individuo libre sin darse cuenta de la fuerte coacción interna  que está ejerciendo sobre sí mismo. 

Con ello pierde toda sabiduría de la realidad ¡Qué lejos queda la sabiduría del hombre antiguo cuyo conocimiento de la realidad le protegía de toda tentación de apropiación!.

Resuena en mi mente el Libro de los proverbios, (proverbios 16, 1) “El hombre tiene proyectos pero Yahvé tiene la última palabra”. Todo un baño de realidad. Pero si la palabra Yahvé no resuena en tu corazón se puede sustituir por la palabra vida, o por la palabra vida-muerte, o por la palabra realidad.

El hombre tiene proyectos pero la vida y la muerte tienen la última palabra. Pero la realidad tiene la última palabra. 

El eros te hace ver la vida como un tú, como algo no-propio dentro de lo propio y eso es lo que nos dice Byung Chul- Han: que el mundo actual carece de eros, que el eros agoniza.

                                                              Eduardo Donin García

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