La práctica del zen: Una búsqueda del sentido (5) Roland Yuno Rech
El sentido de la vida del o de la
que despierta a esto, y que por lo tanto es un bodhisattva, es la realización
de sus votos altruistas fundados en la compasión. Es vivir en armonía con la
verdadera naturaleza, hacer realidad el “no-si mismo” y existir sin avidez.
Los votos del bodhisattva no pueden hacerse realidad por nuestra
voluntad personal, pues el ego no puede salvar a nadie y el que cree que hay
egos que salvar tampoco es un ser despierto. El espíritu sin objeto “mushotoku”, hace realidad los votos pues
deja actuar la naturaleza de Buda. Nuestra vida está animada por un sentido del
despertar de forma intuitiva.
Hacer realidad la última vacuidad
nos permite renunciar a un fundamento absoluto en el bien o en el mal, lo que
impide cualquier dogmatismo o fanatismo. Ello nos hace incapaces de cometer el
mal, sohaku makusa, y esta
incapacidad es mucho más importante que todos los debates sobre la moral.
Las paramitas o prácticas
liberadoras no son sólo medios hábiles para perfeccionarse en la vía, sino la
expresión de la sabiduría y de la compasión del despertar. Son los valores que
orientan la vida de los practicantes y hacen que vivan en armonía con el
despertar hecho realidad en meditación. Es la fuente de sentido y de valores
para nuestras vidas. Esta armonía es el criterio de la realización. Os presento
algunos casos que la ilustran.
Dar no es posible porque no
poseemos nada, ni siquiera nuestro cuerpo nos pertenece. Vivimos de prestado.
Dar es devolver lo que hemos recibido. Ello confirma el desapego provocado por sin jin datsuraku, el abandonar
provocado por la concentración sin objeto en zazen. El don libera del veneno de
la avidez, beneficia a quien recibe y hace feliz al que da. Materializa nuestra
solidaridad con todos los seres sensibles.
Los preceptos del zen son la
realización del dharma. No son
prohibiciones sino valores que expresan la naturaleza de Buda en la vida
cotidiana. En la ordenación se transmiten como reglas de vía, recomendaciones
de no hacer el mal, hacer el bien y de hacer el bien por los demás.
En la práctica de la meditación
se descubre la vacuidad de todas las discriminaciones mentales y el Maestro
Dogen recomienda no pensar ni en el bien ni en el mal. Ello no conduce al
nihilismo moral pues simultáneamente el abandono del apego al ego, causa de los
tres venenos y por lo tanto del mal; ya no nos permite cometer el mal. No es
que no se deba cometer el mal ni que en la vacuidad el bien y el mal ya no
existan, sino que en la conciencia hisiryo no se puede cometer ningún mal.
De esta manera, en la no-separación,
es imposible matar, ni tan siquiera agredir.
Robar supone el apego a un objeto
que en realidad no existe.
Mentir es imposible cuando uno se
mira en el espejo de zazen y cuando zazen dirige nuestra vida.
La mala sexualidad resulta de la
carencia de amor, del encierro en el ego y de la ausencia de empatía. Zazen
desarrolla esta empatía sin la que no hay verdadero amor.
Intoxicar el cuerpo y la mente
hace imposible la práctica de zazen pues se notan con gran intensidad sus
efectos perturbadores. Cuidar de uno mismo, tener una mente sana en un cuerpo
sano, es estar receptivo a la naturaleza de Buda. Entonces todas las
frustraciones que conducen a las adicciones desparecen.
Las reglas y preceptos del zen
son, en primer lugar, normas relativas a las que uno se conforma sin apegarse a
ellas, después se convierten en la expresión del despertar transmitido. La
paciencia es un ejercicio de soltar presa, pero cuando no hay nadie que suelta y
nada que soltar se hace realidad a verdadera libertad.
Entonces toda la energía se puede
utilizar naturalmente para hacer realidad la vía con los demás que en el fondo
no están separados de nosotros mismos. Aunque aparentemente son diferentes a
nosotros mismos. Esto es la manifestación de la compasión y la expresión de la
sabiduría.
Los criterios de una vida justa
se interiorizan y se manifiestan en la práctica, se vuelven inútiles cuando nos
recargamos constantemente de esta práctica en zazen, entonces nuestro ego ya no
vive, sino que Buda vive en nosotros.
Esto significa que a la vez
despertamos de nuestras ilusiones y despertamos a la realidad. Todo se
convierte en ocasión de practicar la vía. Cada día es un buen día y cada lugar
un buen lugar para actualizarlo.
Comentarios
Publicar un comentario