Comprender el condicionamiento... Roland Yuno Rech
Comprender
el condicionamiento
Kusen
Roland Yuno Rech – Sesshin de Pirineos, noviembre de 2015
Durante
zazen no siempre estamos perfectamente concentrados y entonces, nos damos
cuenta de que cuando nos dejamos arrastrar por los pensamientos o por las emociones
nuestra mente cambia, nuestro estado de conciencia cambia y literalmente
transmigramos de un mundo a otro, de un mundo de la mente al otro; sin
movernos, en función de los apegos del momento.
A veces podemos ser
asaltados por pensamientos negativos por sufrimientos morales y sentirnos
literalmente en el infierno, en un impase, desesperados, pero curiosamente eso
pasa. Vienen otros pensamientos, otras emociones, puede que dominados por
nuestros apetitos, por la comida, por el sexo, los fantasmas pueden surgir; en
otro momento nuestras preocupaciones profesionales, de familia, nos vienen a la
mente. Y así, en el curso de un zazen podemos atravesar los seis caminos de
transmigración. Pasar del estado infernal al estado paradisíaco, pasando por el
estado animal, humano, a veces agresivos cuando estamos en cólera.
Pero en ese momento
podemos comprender un aspecto del despertar de Buda que él expresó poco después
de su Despertar, que los seres humanos renacen constantemente en función de su
karma, es decir, de acciones que han sido determinadas por sus bonno, sus
ilusiones, sus apegos.
Cuando el Buda explicó
esto no pidió a sus discípulos que le creyeran, sólo expresó su experiencia, lo
que había vivido y que para él tenía un gran valor de verdad, igual que para
muchos de sus discípulos.
Para nosotros es menos
evidente, nosotros no pensamos en términos de renacimiento, no está en nuestra
cultura, en nuestros arquetipos. Sea lo que sea, el punto esencial en la
enseñanza de Buda es comprender el condicionamiento. Es decir, que no existimos
de una manera permanente, que el estado de nuestro cuerpo y de nuestra
consciencia, es un estado condicionado,
que depende de nuestras fabricaciones mentales, de nuestros
pensamientos, de nuestros apegos y que, incluso sin pensar en antes de nuestro
nacimiento y en después de nuestra muerte, cuando contemplamos la película de
nuestra vida vemos cómo atravesamos periodos, estados, muy diferentes.
Con respecto a esto, con respecto a esta
transmigración incesante en nuestra vida, que hace de esta vida un samsara
mientras podría ser un nirvana, sólo la concentración en zazen no es
suficiente.
El Despertar de Buda tiene
un componente muy importante que es la
comprensión profunda de la causalidad y que resulta de una observación atenta
de cómo aparecen las cosas y cómo desaparecen. De esto, podemos tomar
conciencia en zazen pero también siendo siempre plenamente conscientes, en la
vida cotidiana, de lo que pasa y cómo pasa, sobre todo en nuestro propio cuerpo
y nuestra propia mente y en nuestra interdependencia con los otros y con el
entorno.
El hecho de que nuestros
estados mentales y por tanto el universo mental en el que vivimos, sea
condicionado, no quiere decir que no tengamos ninguna libertad, al contrario.
Cuanto más comprendemos como somos condicionados por nuestras propias
actitudes, nuestros propios pensamientos, más podemos actuar para liberarnos,
no sólo abandonar un instante o el instante de la duración de un zazen. Si no,
la práctica de zazen sería sólo un paréntesis, un interludio feliz, tranquilo,
en una vida agitada, dolorosa. El zen no es el verdadero significado de la
práctica de zazen.
Zazen no es un área de
reposo en una autopista. Zazen debe poder ser verdaderamente práctica de
despertar y de realización y es necesario el elemento de comprensión profunda:
Prajna.
Lo que condiciona nuestros
diferentes estados mentales, es el apego a esa concepción mental que llamamos
ego. No se trata de combatirla sino de comprenderla. Porque al vivirla
erróneamente llegamos a tomar por permanente y substancial algo que no lo es.
Si tenemos tendencia a adoptar esta creencia en un ego permanente y substancial
es porque tenemos miedo del vacío, miedo de no ser nada. Entonces nos
construimos una identidad, nos identificamos con todo tipo de cosas, de
experiencias, nos decimos, soy yo. Yo soy alguien así o asá, con tal o cual
característica. Tenemos tendencia a fijarnos así, transformarnos en una
estatua, y en la mayoría de los casos, una estatua de sal que se fundiría en el
primer chaparrón.
La práctica de zazen
despierta, a la manera de Buda Shakyamuni consiste en cambiar radicalmente de
punto de vista: aceptar la realidad de la ausencia de un ego fijo y permanente.
Pero en lugar de ver en ello algo negativo, desafortunado, comprender que
aceptarlo es la puerta de la liberación, pues es lo que nos permite
armonizarnos con la realidad, con lo que a veces llamamos el orden cósmico o el
Dharma. Y en lugar de estar encerrados en algo artificial, estrecho, poder
respirar y vivir la verdadera vida, que es estar en armonía con todo el
universo. Esto facilita enormemente el soltar presa, no sólo durante el
paréntesis que dura el tiempo de un zazen sino constantemente, en todos los
momentos y las circunstancias de la vida cotidiana. Y ese soltar presa hace más
fácil que realicemos que en el fondo no hay nada que soltar, todo eso a lo que
nos aferramos no es nada, nada substancial, pues es todo.
Nada es una ausencia, una
nada, sino todo lo contrario una vida total, una vida en total relación de interdependencia
con todos los seres, que nos hace salir radicalmente de nuestro encierro, de
nuestra soledad. Perdemos algunas falsas protecciones, pero ganamos una gran
liberación. Ninguna necesidad de malgastar energía, de defendernos, nuestra
mente encuentra su verdadera fluidez natural, su capacidad de surfear sobre las
olas y sobre todo, no estancarnos en una
posición.
Fácilmente y rápidamente,
poder ponernos en el lugar de otro ser, de un animal, un árbol, una montaña,
vivir realmente esta unidad con todos los seres. En ese momento ya no hay
oposición entre lo que llamamos samsara, es decir, esta vida de transmigración
en estados condicionados y a menudo dolorosos y lo que llamamos el nirvana.
Pues el nirvana no es un lugar alejado, más allá, es sólo otro estado de
consciencia en el que los venenos de la avidez, el odio y la ignorancia han
sido disueltos.
El que lo envenena todo
que es el veneno de la ignorancia, es decir, el no-despertar. Dejaos pues
iluminar, aclarar por zazen y dejad que esa ignorancia, a veces voluntaria, se
disipe. Con total confianza. Es el mensaje de Buda: que esto es posible para,
absolutamente, todo el mundo, no es necesario ser un ser excepcional para ello,
tan sólo es necesario tener el valor y la paciencia de mirarse a uno mismo, y
dejarse despertar por la verdad.
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