Recomenzando: Carta al dojo

 

CARTA AL DOJO: RECOMENZANDO


 

Frente al mar

siempre recomenzado,

el mar siempre recomenzado.

Shogyo&Teishin

             Cada inicio de año me aparece el poema que Raúl Zurita escribió al salir de la cárcel en un geoglifo en el desierto de Atacama en 1993: “Ni pena ni miedo”. (3140 metros de poema, que solo puede ser leído desde el cielo. Poema realizado gracias a la donación de obras de diferentes pintores chilenos para la construcción del mismo. La simple presencia de estas palabras nos asiste. Ni pena por lo pasado, ni miedo por lo por venir. Con estas cuatro palabras y dos de ellas monosílabas expresa esta profunda aceptación y entrega.

En estos extraños tiempos que estamos viviendo: el miedo que nos paraliza o nos hace huir, las dudas, la manipulación, la infodemia es un buen momento para cuestionarnos ante todo esto, cuál es nuestra acción ajustada y benéfica en este mundo “flotante”, qué ayuda realmente ayuda en esta vida que nos ha nacido.

En esta Vía que nos practica, en ese espíritu de no-obtención, de pérdida, de despojamiento, nos deseo una profunda desnudez y escucha de los sonidos, “de los rumores del mundo” como expresa el significado de la etimología de Avalokiteswara, el bodhisattva de la Compasión. Dice María Zambrano: “Por el oído recibimos la palabra o el gemido, el susurrar del mundo que nos está destinado…Es una herida que se nos abre hacia dentro y nos despierta el amor por aquello invisible que pasa solo rozando”. Y en respuesta a ese rumor, la práctica   del don, la entrega, las paramitas de la vía del bodhisattva (don, conducta ética, paciencia, esfuerzo, meditación y sabiduría), todas ellas trufadas por el espíritu de compasión. La compasión no es un concepto, una idea abstracta, sino más bien algo que concebimos en nosotros, una concepción.

            The Lancet, ha publicado un estudio de los investigadores de la Universidad de Queensland (Australia), con la escalofriante cifra de que habían aparecido cincuenta y tres millones más de trastornos depresivos, centrados sobre todo en jóvenes y mujeres y setenta y seis millones más de casos de ansiedad (1).

Hay un profundo sentimiento de aislamiento. Cada vez más personas se sienten solas, solitarias, que no en soledad. El momento actual ha acelerado esta tendencia con su profundo impacto en nuestra salud que afecta a una de cada cuatro personas acarreando con ello un gran sufrimiento.

Además observamos toda una institucionalización de la desconexión social. Cada vez más nos ofrecen y usamos más herramientas para vivir sin necesitar la presencia de otras personas. Dispositivos digitales que nos llevan a esa realidad virtual, cuando lo que necesitamos son relaciones vinculantes, en las que podamos estar transparentes y quitarnos el temor, el miedo a mostrarnos frágiles, abiertos.

Y ante esta necesidad imprescindible de relaciones reales, cada vez más establecemos “relaciones personales” con animales de compañía, asistentes digitales con sus nombres propios, peluches -el muñeco Hugger abrazos, en el año 2019 vendió 3000 muñecos, en el 2020 vendió 30.000- y  desde esta relación con ellos les hablamos y les contamos nuestras historias.

¿Qué hacer? ¿Qué tipo de ayuda realmente ayuda? ¿Cuál es nuestra justa acción? Escuchar los rumores, los sonidos del mundo no es solamente contentarnos con aceptar lo que ocurre en este cuerpo único de la existencia que compartimos, sino que consiste en ocuparnos de ellos. Cuando nos damos cuenta del dolor y el sufrimiento en la vida, nos ocupamos directamente de esa realidad, de darle una respuesta ajustada.

Sería imposible resolver todo. Actúo, ser (sertiempo)  es actuar, no me quedo en el mundo de las ideas o de los sentimientos, actúo directamente, con el límite de mis posibilidades que decía el Buda, actúo en mi parcela, en mi huerto, cultivo lo más cercano. Cultivo sin aferrarme al resultado, ni separado de la realidad que se me presenta. Actúo directamente, sin ánimo de obtención o provecho personal (mushotoku). Acción sin huella, desinteresada. Hacer del no-hacer.

El espejo refleja lo que hay ahí sea un trozo de hielo o un hermoso fuego y cuando se va, sencillamente se ha ido.

La aceptación  no es pasividad. Como el espejo, aceptemos la situación porque es así y actuemos, acción justa del Noble Óctuple Sendero. Además, ¿hay otra elección? La vida es cambio permanente, mujo, y debemos aceptarla así. No hay posibilidad de que una situación permanezca tal cual es. Esta impermanencia, este cambio es la vida misma en su funcionamiento. Nos toca funcionar lo mejor posible, como si cada instante fuera el último, que lo es.

Pero, ¿cómo saber qué hacer? ¿Qué es una acción justa? Nuestro compromiso nace de la nuestra íntima práctica de  zazen. Y nuestro punto de impecabilidad, de honestidad nos encamina a la verdad, bondad y belleza de nuestra acción. A partir de ese estado de apertura, de escucha podemos ofrecernos.

Dice el  Kanromon-Portal del Néctar: “Haciendo aparecer el Despertar, la comida suprema se ofrece a todos los seres hambrientos”.

Como despedida este poema de Daichi:

A MIS QUERIDOS DISCÍPULOS

 No os quedéis en la cima

de la montaña de la soledad.

 

Remando con una pértiga de bambú

en el agua cenagosa

cerca del viejo embarcadero,

el espíritu de compasión 

penetra los tres mundos.

 

Debéis  estar satisfechos de ser

barqueros en el mar del sufrimiento.

 

Daichi Sokei

 

Antonio Taishin Arana

 



 

(1).- Podéis consultar aquí el estudio de la revista The Lancet publicado el   11-11-21:

https://www.aporrea.org/tecno/n369199.html#:~:text=Un%20estudio%20publicado%20en%20la%20revista%20The%20Lancet,afectada%20son%20las%20mujeres%20y%20los%20m%C3%A1s%20j%C3%B3venes)

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