Tozan, la autoridad del hossu, Eduardo Donin García

 

                                                        TOZAN: LA AUTORIDAD DEL HOSSU

El hossu es un bastón corto de madera o bambú que suelen llevar los maestros zen, tiene en su extremo pelo de crin o de cáñamo. Se le llama espantamoscas (las moscas del deseo) y libera de ellas sin matarlas. Sólo un maestro zen reconocido puede tenerlo.  En la continuación del mondo entre Kuei Shan y Tozan, el maestro lo muestra, como signo de haber recibido la trasmisión. Una trasmisión que se remonta hasta el Buda histórico.

El hossu es en realidad un objeto que podemos calificar como no-sensible, la pregunta de Tozan es sobre la prédica del dharma de los seres no-sensibles, ¿Qué objeto no-sensible podría predicar mejor el dharma, que el hossu?

El dialogo entre Kuei Shan y Tozan prosigue de esta manera:

-Yo también lo tengo, pero no he tenido la oportunidad de encontrarme con una persona despierta. –dijo Kuei Shan.

- Eso aún no está claro. Te suplico que me instruya- dijo Tozan.

- ¿Comprendes?- dijo Kuei Shan   levantando el hossu.

- No, no comprendo. Explícamelo, por favor.

 -No puedo explicártelo con palabras.

- ¿Hay alguien que busque la Vía como tú lo haces?- Preguntó Tozan.

-  Si vas a las cuevas de piedra de Li-ling, en Yu-hsien, encontrarás a un hombre llamado Yün-yen. Si mueves la hierba y contemplas el viento serás bienvenido.

- ¿Qué es lo que le gusta?- Preguntó Tozan.

- En cierta ocasión- contestó Kuei Shan- me preguntó:

-¿Qué debe hacer el discípulo que quiera servir a su maestro?

- Le respondí que debe de poner fin a la ilusión por vez primera.

Luego le pregunté: ¿Debería de mantener en secreto la enseñanza del maestro?, a lo que él me respondió:

- No debes de decir a nadie que estoy aquí.

 La primera consideración a este dialogo es que en un principio podemos pensar que la expresión de Kuei Shan es el colmo del ego, se muestra ante Tozan de una manera orgullosa, “yo lo tengo y el hossu lo representa” pero nada más lejos de la realidad, lo que mueve al Kuei Shan no es el orgullo, sino la compasión hacia Tozan.

No debemos confundir la compasión con un sentimiento de piedad, o con un sentimentalismo vacuo hacia las personas. En el sentido de la enseñanza, compasión significa ayudar a los otros a despertarse. De esa compasión nace la necesidad de “pinchar” de “mover” al discípulo hacia una comprensión más profunda. Eso es lo que hace Kuei Shan con el gesto del hossu. 

La segunda consideración es la expresión “yo también lo tengo, pero no he tenido la oportunidad de encontrarme con una persona despierta”. Nos puede quedar claro, que Kuei Shan intenta provocar a Tozan, pero  podemos afirmar que esta expresión  nos puede llevar a llevar a una falsa concepción sobre el despertar: “yo también lo tengo”, no es posible tenerlo. El verbo tener sólo existe en un sentido convencional, en sentido último nada nos pertenece, no podemos poseer nada y mucho menos el satori.

Al maestro Deshimaru  le preguntaron en una entrevista ¿Tiene usted el satori? Esta fue su respuesta: “Plantear la pregunta <<tiene usted el satori>>significa que no ha comprendido el verdadero zen. La única respuesta aceptable es <<no, no tengo el satori>>practico zazen, zazen es satori…dejar de practicar zazen es dejar de tener el satori”.

 Dicho de otra forma el zen no es la obtención del satori, lo tengo y ya está, de una vez para siempre soy una persona despierta. Esa es la ilusión y la pretensión del ego. El zen no es la obtención del satori, sino la práctica del satori que es diferente.  Volver una y otra vez a esa lucidez original, o como decía Deshimaru, “volver a nuestra condición normal de cuerpomente”. Es decir dejarse practicar una y otra vez por la ausencia de ego en sentido último ya que el ego es necesario en sentido convencional, por el propio zazen.  Esa ausencia de ego en sentido último es nuestra conciencia más íntima,  e íntimamente es actualizada. Pero no podemos poseerla como quien posee un objeto.

 La segunda parte de la frase dice “pero todavía no he tenido la oportunidad de encontrarme con una persona despierta”.  Podemos hacer la misma reflexión que con la primera parte de la frase ¿acaso existe la persona despierta? Existe el despertar ¿Pero existe la persona despierta?  ¿Es el despertar  un status que se conserva? La respuesta es no.  De ahí la palabra Gyo ji, la practica continua, la practica como forma de vida,  El despertar como verbo que necesita actualizarse y no como algo que el “yo” obtiene o posee.    

Escuchemos al Maestro  Sosan, tercer patriarca del zen, que en el Shin jin mei nos dice: “Basta con que no haya ni aferramiento ni rechazo para que la comprensión aparezca espontáneamente clara, como la luz del día en una caverna. Pero si la mente se apega o rechaza una singularidad, por ínfima que sea, el cielo y la tierra quedan separados por una distancia ilimitada”. En cualquier momento aparecen el apego y el rechazo a las singularidades que se presentan en nuestra vida cotidiana, perdiendo así nuestra lucidez original. Nuestra actitud de apego y rechazo es automática.

 Por lo tanto el sentido de la frase que lanza Kuei Shan a Tozan puede expresarse de esta manera.  “Practico el despertar  que es el sentido último de toda la enseñanza de Buda, y que es lo que él enseño y trasmitió, y vivo actualizándola constantemente en mi vida cotidiana. No puedo decir que me pertenezca, pero tampoco puedo decir que lo desconozco. Todavía no me he encontrado con una persona que la haya experimentado por primera vez”.

Después Tozan le ruega que le instruya y Kuei Shan levanta el hossu, gesto con el cual expresa aquello que escapa a las redes del lenguaje y del intelecto. Pero Tozan no comprende.         

Tozan se aferra a querer obtenerlo, por eso no puede comprenderlo. Suplica la instrucción del Maestro, “explícamelo, por favor” sin embargo no es cuestión se súplica, el Maestro no es un dios al cuál se le suplica su favor. Para acceder a nuestra lucidez original la súplica es inútil.  Tozan no comprende simplemente porque no se dan las condiciones necesarias, y una de ellas es el aferramiento a querer comprenderlo como el obstáculo  más obvio.

 Lo que más desespera al ego es no tener el control, es cuando se le dice que no es cuestión de técnica o de  voluntad, el ego se desespera.

 Si se dice que es cuestión de rendición el ego quiere rendirse, si se dice que es cuestión de espera, el ego espera, cualquier cosa que se diga, el ego la aprovecha para que al final sea una cuestión suya. Si se dice que no hay que hacer nada, el ego pregunta cómo no hacer nada. Si se dice que el ego tiene que desaparecer, pregunta cómo desaparecer. Si se dice que es cuestión se súplica, el ego suplica.  El ego necesita una técnica que le permita tener una garantía, pero esto no sirve en cuestiones dhármicas.  Y si se dice que no es cuestión de método o de técnica incluso se puede abandonar la búsqueda del dharma, el ego dice “es imposible, mejor dedicarse a otra cosa, no sirvo para esto”. Todo ello son respuestas, que el ego se da a sí mismo, pero que en el fondo evidencia que no puede soportar no poder mantener el absoluto control sobre la situación, el control sobre el dharma.  Pero la práctica del dharma conlleva abandonar esa actitud.

También el ego puede recuperar para sí mismo el punto esencial de la enseñanza, de que zazen es satori, a lo que conviene añadir que no todo zazen es un zazen despierto. Sino el zazen practicado de un modo justo. Así que en definitiva no hay un lugar al cual agarrarse. 

Así que Kuei Shan levanta el hossu y con ese gesto quiere de alguna manera exponer algo que le ayude a Tozan en la comprensión de  la prédica del dharma de los seres no-sensibles, pero Tozan parece irse más inquieto de lo que ha venido, dispuesto a buscar a otro maestro.    

Eduardo Donin García

 


 

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