Postura y esfuerzo en el tiro con arco II/II, La diferencia mínima perceptible.

     Presentamos la segunda parte del artículo de Consol, esperando que sus reflexiones sobre el conflicto, la experiencia, la resistencia, el esfuerzo ... nos ayuden en nuestra práctica a ese despliegue de lo que es. 

Antonio

 


POSTURA Y ESFUERZO EN EL TIRO CON ARCO II

 Hoy en día hay pocos reparos al hecho de que mente y cuerpo operan como una misma unidad biológica y funcional, expresando los mismos conflictos por diferentes medios. Los conflictos no son sino la expresión de direcciones opuestas y simultáneas de movimiento e impiden todo “empoderamiento”, tópico de nuestros días que no deja de expresar algo importante: el hecho de conectar con el propio centro, el eje de estabilidad alrededor del cual se organizan el movimiento y la acción, el pensar y el sentir, eje alrededor del cual la persona encuentra el equilibrio, desarrollando su propio potencial, así como  una verdadera expresión espontanea, aspectos esenciales en el tiro con arco. Empoderarse no es en esencia una función de la voluntad. No es una cuestión de hacer, sino de dejar de hacer para poder sentirse, percibirse y actuar por sí mismo.

Ocurre, en general, que sabemos demasiado, tenemos demasiadas certezas, acumulamos experiencias y extraemos conclusiones, interfiriendo en el desarrollo de una auténtica (singular, propia, real) experiencia. A menudo actuamos imponiéndonos una disciplina para alcanzar nuestros objetivos, ejerciendo un acto de la voluntad en aras de “llegar a ser”, oponiéndose a la realidad de “lo que es”, la realidad concreta de cada momento. Con fuerza de voluntad puede que se alcance el objetivo, pero cabe preguntar a costa de qué, qué se deja en el camino y cuáles son las consecuencias.

El esfuerzo que se desarrolla no es sino una proporción directa a la resistencia que ejerce la realidad (por ej.: Al tensar el arco, en el momento de dejar ir la flecha…), generando conflicto. Tal resistencia se inscribe en los propios hábitos y patrones neuromusculares, desarrollando fuerzas contradictorias y tensiones innecesarias. El resultado es que nos alejamos de nuestro objetivo, sea cual sea o, tal vez, lo alcancemos, mas a costa de una verdadera experiencia plena y gozosa de lo que se hace, así como de la posibilidad del aprendizaje en aras de mejorar la propia capacidad.

A mediados del siglo pasado, el físico Moshe Feldenkrais se preguntaba por las condiciones en que una persona puede aprender más fácil y satisfactoriamente. Encontró la respuesta en una ley descubierta en el siglo XIX en el campo de la psicofísica, la ley de Weber-Fechner o la ley de la diferencia mínima perceptible. Al disminuir el nivel de esfuerzo, aumenta la capacidad de afinar en las sensaciones cenestésicas y, por tanto, de percibir diferencias en las conexiones internas y darse cuenta de aspectos desconocidos e inconscientes de la organización física, del movimiento y la acción. Se perciben así los viejos hábitos (neuromusculares, mentales, emocionales, posturales), se hacen evidentes los lugares de resistencia y se pueden recuperar las funciones perdidas (a lo largo del proceso de educación, accidentes, etc.), emplearse eficazmente hacia los propios objetivos y, en definitiva, mejorar la calidad de vida, disfrutando y ganando en autonomía.

Penetrar y afinar la Conciencia de sí (autoconciencia) a través de la atención, en lugar de forzar un resultado violentando el propio equilibrio e interfiriendo en un proceso orgánico de autorregulación, permite percibir las tensiones, bloqueos y zonas de conflicto que dificultan la acción, así como el daño que nos hacemos con determinados hábitos y rechazarlos visceralmente y no mediante la fuerza de voluntad, acogiendo y respetando lo percibido, abriendo el espacio a que el cambio se produzca por sí mismo desde una comprensión profunda de lo que está pasando.

En el tiro con arco, como en zazen, la postura es el fundamento, junto con la respiración y la actitud, una postura que lejos de imponerse en tanto que requisito externo, se encuentra, desplegándose por sí misma  como fuerza y equilibrio inmanentes que se expanden desde la unidad del ser que, recogido en una actitud contemplativa, acogiendo “lo que es”, se ofrece a la experiencia desnuda del  puro acontecer.

Belleza, fascinación ante un mundo en constante renovación, siempre otro, poniéndose en juego el potencial creativo y de aprendizaje del ser humano que, como el bebé, despliega su curiosidad ante una realidad cambiante, siempre por descubrir, siempre nueva, haciéndose eco de lo real mismo, eso que de intangible, de inaprehensible tiene la realidad.

 

Consol Bofill  Noviembre 2020

Comentarios

  1. Un buen artículo (dos partes)
    Que todo sorprenda nuestro leve paso...
    Gracias Consol.
    Gassho

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