Más allá del sujeto cartesiano, Descartes y el Zen


                     
 René Descartes, también llamado Renatus Cartesius, nació el 31 de ...


  MÁS ALLÁ DEL SUJETO CARTESIANO
                                         Descartes y el zen

René Descartes (1596-1650) fue el que inició la Filosofía moderna. Muchas cosas debemos a Descartes entre ellas, el intento de la fundamentación del saber en la razón humana dando con ello nacimiento a la corriente filosófica llamada racionalismo. Para Descartes y todo el racionalismo, la razón es la fuente del conocimiento, en contraposición al empirismo, para quien eran las sensaciones, el origen del conocimiento.  

Descartes vive en una época en crisis, donde el saber antiguo empieza a ponerse en duda, y el conflicto entre ciencia y religión, se acentúa. La religión tiene miedo de que ciertos presupuestos científicos echen por tierra ciertos dogmas bíblicos.  

Descartes sabedor de que el saber anterior no le vale, acomete la tarea de fundar el conocimiento humano en la razón. Para ello construye dos conceptos, la res cogitans y la res extensa. La primera de ellas es el yo. Descartes busca algo de lo que no pueda dudarse, que no esté basado ni un  saber antiguo, ni en los libros, sino en una verdad evidente. Esa verdad evidente es el yo, “pienso, luego existo”, o “cogito ergo sum”, en latín.  
Descartes es un filósofo de la introspección, dirige su atención hacia sí mismo, hacia su interior y describe las cosas de las cuales va dándose cuenta. Para Descartes los sentidos son engañosos, no son de fiar, porque “muchas veces nos engañan”, creemos ver una cosa y luego es otra. Tampoco podemos hacer una distinción entre el “sueño y la vigilia” y “lo que pensamos soñando no se diferencia mucho de lo que pensamos despiertos”. No puede estar ahí una verdad indubitable 

Su famoso “cogito ergo sum”, significa, que del hecho que nunca puede dudar es del hecho de estar pensando, en este mismo instante estoy pensando. A partir de este hecho indubitable funda Descartes todo su método. Es un hecho dado por intuición y a partir de ahí solo queda conocer como son las cosas exteriores. La res extensa, son los objetos exteriores, y entonces surge la pregunta. El yo pensante es verdadero pero ¿Cómo sé que las cosas exteriores son verdaderas? ¿Cómo puedo conocerlas en su realidad? Dirigiendo bien la razón, según Descartes no hay nada que pueda escapársele, a una mente clara y atenta que ha comprendido cual es el proceso por el cual puede establecerse un verdadero conocer.

Así que estableciendo un verdadero método se puede conocer la verdad. Descomponer todo en sus partes más simples, lo más simple sería la cosa más sencilla e indubitable,  para luego poder componerlas de nuevo. Del conocimiento de lo simple y evidente, al conocimiento de lo complejo.  Inducción y deducción, son sus formas de proceder, la intuición nos lleva hacia lo claro y lo evidente, la deducción nos permite conocer verdades más complejas. .

Pero queda la pregunta todavía de si ese proceder de la razón nos hace ver la realidad de los objetos tal como son. Es la pregunta por la veracidad misma de la razón humana ¿Como asegurarnos de que la razón humana no se equivoca? O ¿Cómo saber que la razón humana nos da un conocimiento verdadero de cómo es la realidad en sí? Para Descartes, si se utiliza bien la razón y se sigue el método adecuado para dirigirse bien, paso a paso a través de la inducción y de la deducción, la razón humana no puede equivocarse. Sin embargo que la razón humana no se equivoque no nos asegura que la forma de conocimiento humana sea verdadera. Bien pudiera esa razón engañarnos, por la naturaleza misma de la razón. 

 Por eso necesita recurrir en última instancia a Dios, para asegurarse de la posibilidad de un conocimiento objetivo, y para ello Descartes lo hace en dos pasos.  
El primero  es la demostración racional de la existencia de Dios, argumentando  que la idea de Dios es una idea innata que está en el ser humano. La existencia de ideas innatas es una característica fundamental de todo el racionalismo.

Dicha idea, según Descartes sólo puede provenir de Dios mismo, la idea de un ser supremo, no puede ser creada por el ser humano, sin que ese ser supremo no la hay puesto en él.
Dicho argumento no es del todo nuevo, y Descartes de alguna manera no se desprende del todo del conocimiento anterior, porque dicho argumento está inspirado en San Anselmo de Canterbury. 

El siguiente paso de Descartes después de demostrar racionalmente la existencia de Dios, es recurrir a la bondad de Dios, Dios no quiere que el ser humano se engañe sino que descubra la verdad, por lo tanto la verdad está dentro del ser humano si la busca   sinceramente, a través de un uso adecuado de la razón y del pensar. La razón humana bien usada no puede equivocarse, la razón humana en su naturaleza, es un don de Dios. Así se convierte en un fundamento objetivo. 

Por lo tanto, para la demostración de la objetividad del conocimiento humano y de su posibilidad, y fundamentación en la razón, Descartes tiene que recurrir a un argumento religioso. Para dar validez a las Ciencias, recurre a la bondad de Dios que no quiere que el ser humano se engañe y camine en el error, sino que descubra la verdad.

Por supuesto hay que comprender el pensamiento de Descartes dentro de la lógica del contexto en el que surge. En Filosofía sin contexto no hay texto. Comprender a un autor significa “captarlo” al hilo de la Historia del pensamiento y de la Filosofía. Cada filósofo habla a una época, partiendo de los problemas que en su momento eran relevantes.  
  
A pesar de ser un filósofo de la introspección, Descartes se detiene en el cogito ergo sum, a partir de ahí detiene su introspección. A partir de darse cuenta de que es un “ente pensante” Descartes se detiene, y camina “hacia afuera”. 

Remitido a zazen y a nuestra practica, es justo ahí, cuando nos topamos con el sujeto pensante donde empieza la verdadera introspección para nosotros. Pues se trata de ir más allá del sujeto pensante. Es verdad que la primera evidencia cuando nos sentamos en zazen es la del sujeto pensante, la evidencia de que estamos pensando, nos encontramos con ese sujeto pensante, antes de con hisiryo, con la respiración o con el instante presente. Así que en parte podemos comprender a Descartes, y su “yo pienso” como la primera evidencia, pero una vez ahí Descartes volvió a dirigir su atención ante los objetos externos, pensó que ese era el fondo del ser humano. 

Descartes nunca podría haber afirmado lo que expone Dogen en el Fukanzazenji, pensar desde el fondo del no-pensamiento, o un “más allá” del pensamiento, porque para Descartes el pensamiento es el fondo último del ser humano. No así para Dogen y para la tradición budista, pues precisamente en el cogito ergo sum y su evidencia donde empieza nuestra practica, el punto de partida desde donde profundizar. 

Sin embargo las cosas buscadas son distintas, Descartes buscaba dirigir bien la razón y encontrar la verdad en las ciencias, las enseñanzas de Buddha buscan la liberación de la sed provocada por el apego a los deseos, y al ego mismo. 

Solo de esta manera podremos reconocer a cada cual en su  labor. A Descartes le debemos  un pensamiento autónomo que se inicia en el sujeto y no en autoridades externas, es decir lo que dijeron otros. En su época las mayores autoridades eran Aristóteles y la Biblia.  

Un pensamiento autónomo un tanto perdido en nuestros días, más guiado por opiniones mecánicas. Porque dicho sea de paso, que haya pensamientos en la mente no quiere decir que estemos pensando autónomamente. Porque no es lo mismo que haya pensamientos de que estemos pensando, entendiendo el pensar, no como un mero fluir de pensamientos, sino la articulación de una reflexión. 

Como no es lo mismo opinar que reflexionar. La reflexión cuesta un esfuerzo mental, la opinión generalmente suele ser una reacción emocional cargada de prejuicios. 

El mundo de hoy anda un poco escaso de reflexión, diríamos que los dispositivos electrónicos, las formas de entretenimiento y el ocio que nos ofrece un “sin esfuerzo” bastante cómodo, y ante los problemas complejos de las sociedades actuales, las repuestas mecánicas sacadas de las opiniones estereotipadas son un sustitutivo rápido a la incomodidad de pensar.

Así que por una parte, no está de más recuperar el cogito cartesiano, entendiéndolo como la recuperación de un pensar autónomo, más allá de autoridades, corrientes ideológicas, prejuicios o aquello que dijeron, no se sabe ni quien ni cuando, pero que repetimos sin pensar y sin dudar.   

Por otra parte no podemos reducirnos a ser tan solo un ente pensante, al estilo cartesiano. En zazen, soltamos el sujeto pensante o como diría Kosho Uchiyama. “abrir la mano del pensamiento”, dejar de conceptualizar por un rato, de crear categorías,  Hay un “más allá” de la razón que nos lo ofrece zazen. Soltar al sujeto, o dejar de estar sujetos al sujeto.  Del cogito ergo sum al hisiryo ergo sum, siendo ambos distintas caras de una misma moneda.  

Eduardo Donin García.        
    

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