Píos deseos 2018,: Enrique Martínez Lozano...Rosa Montero...Raúl Zurita...NI PENA NI MIEDO
foto: guy envorne
PÍOS DESEOS 2018
UNO: “Por todo lo que ha sido, gracias;
todo lo que ha de venir, sí”
DOS: Raul Zurita
realiza un geoglifo en el desierto de Atacama
Rosa Montero
Ni pena ni miedo.
Eso es lo que dice esta caligrafía en letras minúsculas que alguien ha arañado sobre la tierra.
El autor es el poeta y artista chileno Raúl Zurita (1950). Durante la época de Pinochet, Zurita, que por entonces militaba en el partido comunista, fue detenido, encerrado y torturado. En aquellos tiempos de plomo, Raúl se refugiaba mentalmente de su agonía imaginando que escribía poemas “en el cielo, en las laderas de los cañones, en el desierto”. En 1993, tres años después de que acabara la dictadura, consiguió reunir fondos para excavar su verso en Atacama. Ni pena ni miedo. Las palabras adquieren aún más sentido al conocer su historia.
A medida que envejeces, te vas
acercando a los confines del mundo tan sereno como un paraíso para gigantes.
Luego pasó
el tiempo y el geoglifo se olvidó. El desierto se fue comiendo las palabras de
Zurita hasta que, hará unos cinco años, unos estupendos locos antofagastinos
que, bajo el nombre de Corporación Cultural PAR, han montado, entre otras
cosas, la joven y dinámica Feria del Libro de Antofagasta, decidieron recuperar
la obra del poeta.
Alisaron y
adecentaron la pista hasta el geoglifo; construyeron el modesto mirador en la colina
desde el que se pueden atisbar con cierta claridad los enormes signos y, por
supuesto, limpiaron las letras. Allí estaban. Escondidas, pero aguantando, como
no podía ser de otra manera, porque son un emblema perfecto de la resistencia.
De la supervivencia. Cuando Zurita construyó su frase, no se podía ver con
total claridad salvo desde el aire. Hoy existen programas como Google Earth y
Google Maps que permiten contemplar ese monumento de arena, aliento y piedra.
Estas son las coordenadas para encontrarlo: 24°02’49.0”S 70°26’43.0”W.
Durante
muchos años he pensado que mi frase de guerra preferida, y me refiero a la
guerra de la vida, era carpe diem. Sí, desde luego, disfrutar del
momento es cosa de sabios. Saber vivir en el presente es algo parecido a un
estado de gracia (lo dijo Marie Curie) y desde luego un logro muy difícil. Pero
hace unos días, en Atacama, viendo esa frase gigantesca escrita en paradójicas
minúsculas sobre el polvo, sentí una especie de pequeña revelación, un
deslumbramiento. Sentí que me hablaba a mí.
Cuentan las
biografías de Zurita que padece párkinson desde principios de los noventa. Un
dato frío que esconde una realidad extremadamente dura. Yo no sé si cuando
excavó su geoglifo, en 1993, ya conocía su estado, ya se sabía rehén de su
cuerpo. Qué espíritu indomable el de Zurita si fue así; si gritó y horadó su
“ni pena ni miedo" contra la inclemencia de la enfermedad, contra el negro
destino. Pero el párkinson, en cualquier caso, sólo adelantó cruelmente en él
esa decadencia que todos los humanos hemos de afrontar. A medida que cumples
años, a medida que envejeces, te vas acercando a los confines del mundo. El
pasado tira de ti como si llevaras a la espalda una mochila de piedras y
empieza a asustarte mirar hacia delante. El viento arrecia, las nubes se
arremolinan y el sol no deja de bajar por el arco del cielo. Dentro de poco
comenzará la edad de la heroicidad. Sí; de más joven creía que la vida era una
selva y que mi lema preferido era carpe diem. En mi madurez empiezo a pensar que
la vida es más bien un desierto, desnudo y desolado pero sereno y bello. Y para
ser feliz, para ser sabio en esta frontera final del Atacama inmenso, sólo es
necesario ser capaz de vivir a la altura de esa frase perfecta. Ni pena ni
miedo.
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