De LAS TRAMPAS EN LA VÍA


                                                             (De Mario Unsui Ojeda)


Cuando constatamos que en zazen rumiamos pensamientos, que alimentamos un problema, que le buscamos soluciones, creemos que hacemos un mal zazen pues no somos capaces de iluminar nuestras ilusiones. Sin embargo, si en zazen hay ilusiones no significa que hagamos un mal zazen. Pero si pensamos que es un mal zazen porque no somos capaces de iluminar nuestras ilusiones y que alimentamos un problema, lo que hacemos no es un mal zazen, sencillamente no es zazen. Sólo estamos en una postura. Pero si creemos que el nuestro es un buen zazen, eso tampoco es zazen.

     En cuanto hacemos un juicio sobre nuestro zazen, ya no estamos en el espíritu de zazen. El hecho de que surjan todos los estados (sanran, kontin, ruminaciones mentales) no vuelve malo el zazen, siempre y cuando seamos capaces de mantener esa dimensión de testigo, de observador. Una parte de nosotros deja emerger los bonnos, pero el anclaje en la postura permite despegar la postura de todos los objetos mentales que surgen, sean los que sean. Hay que poder verlos sin identificarnos con ellos. Este no es el momento de buscar una solución, de resolver un problema, de rumiar, sino más bien de tomar distancia y verlos solo como fenómenos mentales. Es fushiryo: percibimos el estado en el que estamos, sin juicio, lo que permite acceder a la conciencia hishiryo, el estado más allá de los pensamientos.

    No hay que perder de vista el lado relativo del bien y del mal, un gran bonno puede convertirse en samadhi: hay tanto sufrimiento que en un último esfuerzo comprendemos que todo eso es vano y abandonamos. Cuanto más grande es el bloque de hielo, más agua de deshielo, decía el Maestro Deshimaru. Bonno soku bokai, las ilusiones devienen despertar. Esa distancia es permitida gracias a la concentración, lo que está bien y es lo que constituye la primera vertiente de zazen. Pero no es suficiente.

     Hay dos maneras de liberarse de los apegos: por una parte la concentración y la observación y por otra parte shoken, la comprensión de la vacuidad. La verdadera vacuidad libera de sí mismo y permite ser verdaderamente sí mismo.

     En el Gengo koan se dice: “Aprender a conocerse a sí mismo es olvidarse de uno mismo, olvidarse de sí mismo es ser certificado por todas las existencias”. Es decir, realizar el despertar con todos los seres. Hay pues una complementariedad: sin la concentración suficientemente fuerte, no podemos realizar el desapego. Sin visión justa, todos los esfuerzos que hagamos serán insuficientes para iluminar la realidad pues no habremos ido a la raíz. Nuestra visión justa y nuestro comportamiento deben armonizarse gradualmente.

     Para responder a la pregunta: “¿Podemos calificar nuestro zazen?” “¿Qué es un mal o buen zazen?” Es malo cuando deseamos algo. Pero “bueno” vuelve a la misma idea, permanecemos en la ilusión pues todavía calificamos. Podríamos decir, sencillamente: un zazen es bueno cuando es malo para el ego. Es un zazen en el curso del cual en lugar de obtener algo, perdemos algo.

En este mundo,
¿quién puede pretender ser verdadero?
¿Quién de entre vosotros
es capaz de discernir
dónde acaba el cielo azul?

Roland Yuno Rech




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