Dogrn: Una vida zen. Teisho de Pep Soler en Artieda

 


 Dogen: Una vida zen - Junio 2024

En el estudio de la vida de Dogen destaca que lo que experimenta lo pone en práctica a través de
sus actos y su conducta. La vida de Dogen manifiesta el Dharma en todo momento.

Dogen nace el 2 de enero del 1200 en Uji, cerca de Kyoto, en el seno de una familia aristocrática
del Japon medieval. Recibe una educación excelente en literatura china y poesía japonesa. Pero
su padre muere cuando Dogen tiene 2 años; su madre muere cuando Dogen tiene 7.


Dice Keizan en el Denkoroku: “Mirando las volutas de incienso que se elavaban al cielo durante el
oficio funerario de su madre, Dogen experimentó una honda comprensión de la transitoriedad de
todos los fenómenos, la impermanencia, al tiempo que surgió en él el anhelo por clarificar la
realidad más profunda de la vida.”


Generalmente, el punto de partida de la práctica es cuando nos damos cuenta de que algo va
mal, de que algo no nos satisface, sea un fenómeno físico (la muerte de un ser querido, una
enfermedad), psíquico (la insatisfación, la decepción con nuestra vida, el bullicio mental), o
existencial (¿qué hago en este mundo?, ¿cuál es el sentido de la vida?). Y a partir de aquí
buscamos liberarnos de la insatisfacción, del sufrimiento. Queremos vivir felices. De modo que
entender en qué consiste nuestro sufrimiento es el primer paso hacia la práctica.


Buda dice que la vida es sufrimiento. No dice que a veces la vida es sufrimiento. Cuando las
cosas nos van mal, vemos claramente que la vida es sufrimiento. Pero cuando conseguimos lo
que deseamos, y creemos que las cosas nos van bien, también sufrimos porque sabemos que
podemos perderlo. Tanto si las cosas nos van bien, como si nos van mal sufrimos porque la vida
está cambiando constantemente y no tenemos ninguna seguridad a la que agarrarnos. La vida se
presenta llena de incertidumbres, de deseos que nunca podremos colmar. El deseo es el motor
de la vida que nos hace seguir buscando sin fin, es lo que nos hace humanos, pero al mismo
tiempo es una fuente de deseos insatisfechos.


Y esto no es ni bueno ni malo. Si vivimos el deseo insatisfecho como un problema es porque
nuestra mente lo conceptualiza todo y crea puntos de vista sobre lo que es bueno o malo para
nosotros. Y sufrimos al creer que nuestros puntos de vista son la verdad absoluta sin tener en
cuenta que son meros puntos de vista, que no son la Realidad, sino nuestra realidad particular. Y
aunque los acontecimientos que afrontamos nos parezcan injustos y nos enfademos y nos
quejemos, seguiremos sentiéndonos desgraciados por lo que nos ocurre hasta que no nos
entregemos y aceptemos el sufrimiento que acarrea vivir, sin oponernos, siendo uno con él. Hasta
entonces, no comprenderemos que nuestra vida consiste en ser uno con la Realidad tal y como
se presenta. Vivir feliz es adaptarse a la Realidad tal y como es, en lugar de fabricar una realidad
particular que nos satisface momentáneamente. Si exigimos que la vida sea de determinada
manera, inevitablemente sufriremos, porque la vida siempre es de la manera que es, y no siempre
nos resulta ni justa ni agradable. La única forma de disfrutar de una vida satisfactoria es
manifestando una apertura total, aceptando nuestra vulnerabilidad frente a la vida llena de
incertidumbres.
*****
En el funeral de su madre, Dogen toma consciencia de la impermanencia de todas las cosas, de
que la vida es sufrimiento, y decide a los 12 años entrar en el monasterio de Enryaku-ji. En
Enryaku-ji pronto le entra la duda que le seguirá toda su vida: “Si todos los seres tiene la
naturaleza de Buda, ¿por qué buscan la extinción del sufrimiento? ¿por qué buscan el despertar?”


Al principio zazen es una búsqueda. Queremos ser felices, buscamos un modo para
sobreponernos a nuestro sufrimiento. Pero pronto nos damos cuenta de que la práctica de zazen
no resuelve nuestras frustraciones. Practicamos zazen y el coche se nos sigue estropeando, otro
familiar se nos muere, perdemos el trabajo, nos caemos de la bicicleta y nos rompemos el brazo.
Zazen no es la solución mágica a nuestros problemas. Zazen es simplemente estar presente con
nuestra pregunta “¿Que aparece delante de mi?”; “¿Qué es esto que me sucede?” o con nuestro
malestar, sin intentar ser otra persona, ni buscar dejar de ser la persona que somos.


Esto es fluir con la vida sin construir ninguna separacion: ¿Ahora toca samu? De acuerdo. ¿Ahora
hay un teisho aburrido? Vamos a ver que pasa. ¿Tengo que terminar un trabajo y no tengo ganas?
Está bien. Fluir es tan fácil que resulta asombroso que la práctica consista sólo en esto en medio
de la incertidumbre, en medio de los retos de la vida.


Pero habitualmente no fluimos y seguimos buscando cómo ser felices. Buscamos la respuesta o
el despertar que supuestamente arreglará todos nuestros problemas. Sin embargo, con el tiempo
comprendemos que cualquier cosa que busquemos acaba desilusionándonos. Lo que ayer nos
gustaba, hoy no nos interesa más. Cuando obtenemos lo que deseamos, todavía nos falta algo
más. Buscamos la felicidad para aliviar el desengaño, el dolor que nos provoca la vida, hasta que
comprendemos que la práctica que empieza como una búsqueda, consiste más bien en no
buscar y en permanecer con lo que nos impulsa a buscar, sea la angustia, el miedo, el
sufrimiento, o la aspiración espiritual. La práctica consiste en permanecer abiertos al momento
que estamos viviendo, en devenir la persona despierta, atenta al instante presente.


En el monasterio de Enrakui-ji Dogen encuentra el viejo maestro Eisai que responde así a su
pregunta de por qué buscamos el despertar. Eisai le dice: “Todos los Budas del pasado, del
presente y del futuro ignoran que poseen la naturaleza de Buda, los gatos, los bueyes, ellos, lo
saben.” Seguimos buscando porque somos ignorantes. No realizamos lo que ya somos.
Eisai muere poco después de su encuentro con Dogen. Dogen proseguirá su formación con el
sucesor de Eisai, Myozen, a quien pide a sus 22 años autorización para ir a China, a los orígenes
del zen, para encontrar una respuesta a su pregunta. Y parten los dos, Dogen y Myozen. Pero
Myozen muere poco después de llegar a China. Definitivamente, la impermanencia se le
manifiesta frecuentemente a Dogen con la muerte de sus allegados.
*****
Ahora Dogen está solo en China. No tiene ningun maestro cerca que le guíe. En esto, encuentra
un anciano tenzo que hace secar champiñones al sol a quien Dogen le pregunta: “Respetable
tenzo, ¿por qué no te concentras en practicar zazen y estudiar las palabras de los maestros del
pasado, en lugar de fatigarte con los trabajos de un tenzo?”
El anciano estalla en carcajadas y le replica:
- “Buen hombre, todavía no comprendes la práctica ni conoces el significado de las palabras de
los antiguos maestros”
- “Pero ¿por qué no te haces ayudar?”
- “Los otros no son yo”
La gran enseñanza del tenzo es que andamos siempre solos, aunque estemos rodeados de
muchas amistades. Cada uno es responsable de si mismo, cada uno es su propio maestro frente
a cada decisión de la vida. Y la vida es como un sendero de caminos que se bifurcan, una
decisión detrás de otra que nadie va a tomar en lugar nuestro, aunque sea lo que muchas veces
deseamos. ¿A quién vamos a invocar para que resuelva nuestros problemas? Suena terrible, pero
no queda más que seguir buscando asumiendo que todo depende de nosotros. O damos el
primer paso o no lo damos.
*****
En China Dogen va de monasterio en monasterio sin encontrar una respuesta a su pregunta y
cuanto está a punto de volver a Japón decepcionado tanto porque no ha encontrado una
respuesta a su pregunta, como por la degradación moral en los monasterios que visita, le llegan
noticias de un gran maestro, Tendo Nyojo.
Dogen va a visitarlo y se establece entre ellos una comprensión mútua immediata. Fortuitamente,
Dogen ha encontrado a su maestro y en su primer encuentro Dogen le dice: “La puerta del
Dharma de la trasmisión cara a cara, de Buda a Buda, de ancestro a ancestro se ha realizado.”

Tendo Nyojo era un maestro que practicaba zazen de la mañana a la noche. Enseñaba la
meditación silenciosa en la postura de Buda, shikantaza, “sentarse sin hacer nada”, sin analizar,
sin buscar el despertar, mushotoku, en este estado de profunda quietud y recogimiento interior.
¡Qué dificil es sentarse y no hacer nada! No es sentarse con la intención de no hacer nada. No,
Zazen es simplemente no hacer nada. ¡Experimentad directamente qué es no hacer nada! Como
Dogen repite frecuentemente en el Shobogenzo: “¿Lo comprendes profundamente? Por favor
estúdialo a fondo. Penetra la pregunta.”
Dogen practica la enseñanza shikantaza de su maestro. Una práctica austera y rigurosa que lleva
a la experiencia directa de la Realidad y que será la base de toda la enseñanza de Dogen. Una
mañana, mientras el vecino de Dogen se adormece en zazen, Nyojo le grita: “¡Abandona cuerpo y
mente!”
Y con esta frase Dogen se sobresalta y realiza el despertar. Después va corriendo a encontrar a
su maestro en su habitación, enciende un incienso y hace sampai.
Nyojo le dice:
-“¿Por qué haces esto?
-Acabo de abandonar cuerpo y mente (Shin jin datsu raku)
Y Nyojo lo certifica respondiéndole:
-“Datsu raku shin jin” (cuerpo y mente abandonados)
Esta es la llave de la práctica y de su realización, el centro de toda la enseñanza de Dogen.
Abandonamos cuerpo y mente cuando en zazen o en la vida cotidiana mantenemos una
conciencia clara del estado por el que pasa el cuerpo y la mente ahora. Abandonar cuerpo y
mente es ser uno con este preciso instante que vivimos; es dejar de analizarlo, de escapar de él,
tan sólo ser uno con el momento presente. Sin buscar en otro lugar, porque no hay otro lugar
donde buscar, nunca sucede nada que no sea aquí mismo, ahora mismo.


La práctica es abandonar cuerpo y mente, sin sobreponer nuestro mundo particular de
pensamientos e ilusiones a la Realidad del instante presente. Abandonar cuerpo y mente es dejar
de mantener algún tipo de ilusión sobre cómo deberíamos ser o cómo deberían ser los demás,
sin querer cambiarnos por otra persona, sin querer ser mejor o menos irascible. Mientras
mantenenos estas ilusiones, el “yo” permanece apegado a ellas, mientras que la práctica es
trascender todo apego, toda dependencia de nuestras preferencias físicas o mentales.
Estamos sentados en zazen observando el instante presente. Con la mente abierta tan sólo
ocupada por los datos sensoriales que se nos aparecen, sin esforzarnos por alcanzar algo
denominado “el despertar”. Estamos abiertos a lo que vemos, oímos, tocamos, gustamos sin que
los pensamientos se interpongan e interpreten qué es lo que hemos visto, oído, tocado o
gustado. 

Nada nos separa de la Realidad. Somos la Realidad en tanto el pensamiento no nos
separe de ella. Como una ola que el viento, las mareas, la rotación de la tierra, etc. hacen que
sobresalga del océano durante el breve instante de una vida, para después volver a él.


Cuanto más se afloja nuestra identificación con la mente y el cuerpo, con el “yo” que creemos
ser, más nos abrimos a los demás, aunque no estemos de acuerdo o tengamos que oponernos a
ellos. Y así puede crecer en nosotros la actitud que lo incluye todo, como un ocêano. Por esto
dice Dogen: “Cuando medites, cuando te resistas y te sientas confuso, simplemente sé uno con
este estado. No lo huyas, fúndete con él”
*****
Dogen ha realizado el despertar y vuelve a Japón en el otoño de 1227 (ahora tiene 27 años) con la
intención de devolver al budismo japonés decadente la pureza de sus orígenes y ayudar a todos
los seres a pasar a la otra orilla, como decimos en el Hannya Shingyo. Empieza la etapa en que la
comprensión lleva naturalmente a transmitir lo vivido.

A la vuelta de China, Dogen hace célebre la expresión: “He vuelto con las manos vacías, pero
traigo una mente abierta y flexible.” Es decir no vuelve cargado de sutras, imágenes, utensilios
litúrgicos. Vuelve sólo con zazen.


Vuelve a Kyoto y encuentra la degeneración moral de los monjes que se preocupaban más por su
sustento y reconocimiento que por la práctica. Para ellos escribe su primer texto, el Fukanzazengi
(Principios universales para la práctica de zazen). Un tratado de instrucciones para la práctica de
zazen.


Somos propensos a dejarnos ir al “yo quiero” y a alimentar nuestro “yo” con todo aquello que
fomenta su placer y comodidad. Por eso, cuando nos sentamos immóbiles y en silencio físico y
mental en zazen y nos observamos atentamente, experimentamos la decepción porque zazen no
cumple con las expectativas del “yo”. De hecho zazen es el modo de trascender el “yo” y ser más
allá del “Ahora yo quiero entretenerme con los amigos, quiero tomar el sol, quiero ir de compras”,
o “Ahora no quiero estar aquí quieto sin saber qué hacer.”


Queremos seguir viviendo en la realidad que decide nuestro “yo”. Y aunque tenemos muchos
trucos sutiles para eludir la frustración del “yo” en zazen, tarde o temprano tenemos que
rendirnos y aceptar que trascender las expectativas del “yo” es la puerta sin puerta de la
meditación. Porque el único modo de transformar el “yo quiero” en “yo soy” es aceptando
nuestro propio desengaño porque no siempre obtenemos lo que queremos.


Inevitablemente, zazen nos genera dolor físico o mental, nos pone delante de lo que somos en
este instante y que no aceptamos, porque queremos ser de otro modo, queremos que los demás
nos vean de otro modo. La práctica se atasca muchas veces en este intento de querer
cambiarnos porque no nos gusta como somos.


Madurar en la práctica es enfadarse cada vez menos porque nuestras expectativas y deseos no
se cumplen. Es dejar cada vez más de lado las expectativas del “yo”, sin pretender aniquilarlo,
sólo desapegándonos de sus construcciones. Es ver a través de nuestros apegos, observar su
naturaleza cambiante, para así dejar de depender naturalmente de las ilusiones de nuestra mente,
de nuestro “yo” insubstancial y vacío.


Este es el gran compromiso de zazen: tomar consciencia de la estructura de nuestro “yo”,
comprender cómo funciona, porque sin esta comprensión continuaremos actuando a partir de
nuestros miedos a perder el “yo” que hemos construído a lo largo de los años. Y para tomar
consciencia de nuestro “yo” hay que simplificar nuestra vida.


En zazen simplificamos la situación. Dejamos el teléfono, dejamos la agenda de lo que tenemos
que hacer, dejamos las obligaciones y nos ponemos delante nuestro. Y aquí no se trata ni de
arreglar nada, ni de conseguir nada. Se trata de llevar la atención hacia nosotros mismos. Como
dice Dogen en el Genjokoan: “Estudiar la Vía es estudiarse a si mismo”. Si no simplificamos la
situación es difícil que nos podamos observar sin condiciones. Y sólo simplificamos nuestras
vidas cuando disminuyen las necesidades del “yo”.
***
En 1233 Dogen funda su templo en Uji, donde nació. Al ser el primer monasterio zen
independiente de las otras escuelas dominantes en la época (Kegon, Tendai, Shingon), es visto
hostilmente. Y estas hostilidades hacen que deje Uji y se retire a las montañas profundas donde
funda el “Templo de la Paz Eterna”, Eihei-ji, que sigue siendo uno de los dos templos prinipales
del zen Soto.


En Eihei-ji Dogen escribe la mayor parte del Shobogenzo (La preciosa vision del Darma
Verdadero), su gran obra, que no será estudiado más que en la escuela Soto y que poco a poco
caerá en el olvido. Sólo a principios del s. XVIIIl el zen Soto renace de un largo período de
decaimiento gracias a una serie de maestros que restauraran el Zen de Dogen (Menzan, Ryokan)
y el Shobogenzo renacerá de su olvido.

Dogen escribe el Shobogenzo con una mente analítica, desde una comprension intelectual, pero
la preciosa visión es, sobre todo, fruto de su práctica de zazen. Como Dogen dice en el Shinjin
Gakudo: “A veces se estudia la Via abandonando la mente; a veces se la estudia teniendo en
cuenta la mente. Sea como sea, estudia la Via con el no-pensamiento y estúdiala con el
pensamiento”.


O como dice en el Fukanzazenji: “Abandona la comprensión intelectual. Deja de correr detrás de
las palabras y de seguirlas al pie de la letra. Aprende a dirigir tu luz hacia el interior para iluminar
tu verdadera naturaleza. Tu cuerpo y tu mente desaparecerán por ellos mismos, y tu rostro
original aparecerá.”


En 1252 Dogen enferma y el 28 de agosto del 1253 muere en Kyoto.


Dogen enseña a través de su propia vida. Su vida es la práctica. Así enseñamos en el dojo: por lo
que hacemos, por nuestra conducta. Dice Dogen en el Shobogenzo: “Esencialmente, los
debutantes en la Vía deberían practicar simplemente siguiendo los demás miembros de la sangha.
No tengais prisa en estudiar y en asimilar los puntos fundamentales y los antiguos ejemplos. Es
bueno comprendrer estas cosas sin malentendidos. Si os ejercitáis siguiendo los otros
practicantes, obtendréis la Vía sin lugar a dudas. Es como viajar en barco. Aunque no sepáis
pilotarlo, si os abandonáis a la experiencia de los marineros, tanto si los comprendéis como si no,
llegaréis a la otra orilla. Os convertiréis naturalmente en personas de la Vía únicamente siguiendo
un buen maestro y practicando con compañeros de la Vía, sin seguir puntos de vista personales.”

Pep Soler

Dojozen Girona Sansuikyo

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